Íbamos a Roma invitados por mi hija, ya que había tenido la osadía de cumplir sesenta tropos de años, y aunque yo me había plantado en los cuarentas y casi todos mis amigos me habían alcanzado, seguían mirándome el D.N.I. ( Porca miseria), jodíos amigos.
Vuelo directo Sevilla-Roma con Rayanair, línea de bajo coste y de imprevisibles consecuencias para el sufriente. YO.
Me informé vía internet de las condiciones del vuelo:
-Maletas de cabina con el máximo de 10 Kg., incluidos bolsos, cámaras de fotos, y demás artilugios que un turista circunstancial suele llevar al viaje de su vida.
-Para pasar el control de seguridad, minúsculos botecitos de los mejunjes ordinarios para una limpieza corporal correcta.
-El que llega primero a la cola, a veces la fila es de seiscientos metros, coge el asiento que quiera en detrimento del más alto o el más gordo que te aseguro lo pasará fatal, ya que no podrá moverse en todo el trayecto.
-Nada de atenciones de la tripulación, ya que estas las tienen reservadas para quien paga. Incluso te miran con desprecio.
Te venden “rasca y gana” con promesas de miles de euros y coches deportivos. Los perfumes y joyas que te venden en el catálogo y que dicen un 35% más baratos, mentira. Mi mujer utiliza una de esas colonias y difiere en el precio 3 € a favor del Corte Inglés.
-No hay autobús ni túnel hasta el avión, estuvimos andando casi dos kilómetros y a subir por esas escaleras estrechas de los aviones en pista, con esa mirada de la azafata que te ve como un pringao.
Hago un inciso para dejar constancia de mi idea del “bajo coste”.
Yo pensaba que la empresa ahorraba en estas cosas:
a) Los pilotos al no haber podido entrar en Iberia, cobraban menos que estos y trabajaban más horas.
b) Los azafat@s al no saber más idiomas que el vernáculo, cobraban la mitad, ya que eran honrosos camareros aéreos.
c) Si no te dan ni agua ni periódicos ni toallitas ni nada, otro ahorro. (Solo te dejan mear, y ya están pensando en cobrarlo).
d) Pensaba que podíamos llevar algo cada uno y compartirlo: tortillas de patatas cortadas a cuadritos, empanadas gallegas, montaditos de lomo, chacinas variadas y cuadraditos de diferentes quesos, y que la tripulación solícita, iría repartiendo en sus carritos a todos sin importar quien había traído qué. En vez de latas de refrescos o de cerveza que son muy caras, litronas de todo en vasos de plástico, y por supuesto a un módico precio.
Pero no. La cruda realidad se impuso: Latas de cerveza o de refrescos a 4,50€. Agua 2,50 y si querías un bocata, de 5,50€ en adelante.
Íbamos de Sevilla a Roma y viceversa. Solo el piloto nos habló en inglés, que por lo visto hay que saberlo por cojones, las aeromozas solo sabían italiano, y cuando querían que nos enteráramos de algo te ponían una cinta grabada en italiano o en inglés; nunca en español. ¿A qué jode?
En el próximo relato os hablaré de Roma y...
Os tengo que contar muchas cosas. Aquí hay tema.
En Roma, a 23 de Septiembre del 2010