Desproporcionado, excesivo;
esto es lo que nos traen los fríos vientos, las nieves de este desmesurado
tiempo de invierno, y no me refiero a la época estacional del calendario, o no
solo. Son las noticias y los ecos, es la tormenta de lo que está pasando ahora
en este envalentonado tsunami de acontecimientos.
Desmesura, en esta nueva
etapa del dorado payaso de la escena política en EEUU, que viene a nivelar la
balanza occidental con el que ya teníamos en esta Europa desconcertada, con ese
otro heredero de la más rancia URSS, ese antiguo agente del KGB, ese otro héroe
de las clases incultas y perdedoras que no conocen la historia, que no saben de
las consecuencias que otros actores populistas de otros tiempos, que
desconocen por estar centrados en su
suerte, nos trajeron tantas miserias y desgracias a este irredento mundo.
Los muertos no hablan de lo
que les pasó. Son mudos, aunque actores principales de lo que le ocurrió a los
humanos en el siglo pasado. ¿Es posible que volvamos a tropezar en la misma
piedra? ¿No fue desmesurado para el siglo XX y para escarmiento de los tiempos
venideros, que existieran Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Videla,
Pol-Pot, Mao, Gaddafi, Castro, Chaves-Maduro, Saddam Hussein, y todos los
sangrientos líderes africanos y orientales? ¿Vamos a repetir la historia?
De esta rancia Europa donde
nació la democracia, deben salir voces que clamen que otra vida es posible, que
hemos ganado mucho, que no podemos perder el paso ni entretenernos en llamar a
las cosas por su nombre, que la evidencia de lo vivido hace insoportable volver
a caer en los males del pasado.
Sí. Necesitamos liderazgo, líderes
valientes sin miedo a llamar a las cosas por su nombre. A enfrentarse al maniqueísmo
de las nuevas-viejas ideas que ni son remedio para nuestras desdichas, ni van a
arreglar nada que no sea revalidar a los ya poderosamente ricos, a ese 20% que
manipula, y mueve al resto como muñecos de terracota en un tablero de ajedrez malévolamente
trucado para su beneficio.
La unión en la diversidad
nos hace fuerte como personas; abrirnos a otras culturas, a otras formas de ver
y entender las relaciones nos enriquece, nos hace mejores y más capaces.
No nos podemos encerrar en
nuestro ámbito más cercano y temer como a un demonio lo que nos rodea. Los nacionalismos exacerbados,
los intereses mezquinos de esa clase política corrupta que solo lucha por su
beneficio levantando banderas, sólo nos han traído desgracias, miserias e
inseguridad.
¡Gritad, que estalle la
verdad! ¡Salid a las calles a defender lo conseguido! ¡Abajo las banderas y los
tiranos!
El único símbolo que nos une
a todos es la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario