Nada de lo que eran las cenas de la Nochebuena de
mis tiempos de juventud prevalece ahora, empezando por la propia materia prima.
Cuando decíamos que nos gustaría comprar unas
angulas no nos referíamos a las gulas actuales, ni la gamba blanca de Huelva
tenía nada que ver con estas que nos inunda los mercados procedentes del Índico
o vaya usted a saber de dónde, que aunque más baratas no saben a nada, o esos
pollos enormes y de carnes rojas que nos mandaban del pueblo, con el que
teníamos para varias comidas en esos días de Navidad, ya que al no tener buenos
congeladores había que consumirlo sobre la marcha o el jamón del que se compraba
un cuarto de kilo como mucho, pero tenía un aroma y un sabor diferente al mejor
actual.
También en mi casa se solía hacer algunos años un
lomo de cerdo relleno que no se si sería por el hambre, pero que nos sabía a
comida celestial.
Los postres en esos días eran la caja de tres kilos
surtida de mantecados, polvorones, roscos de vino y alfajores, y una barra de
turrón de Alicante(duro) y otra de Jijona(blando), que no se reponían cuando se
acababa.
Para beber, Oloroso y vino fino de Jerez, y para los
postres sidra “El Gaitero” y una botella de anís y otra de coñac que cuando se
acababan se acababan.
Hasta aquí los recuerdos, pues ya en las circunstancias
actuales con mi hijo y mi nuera en paro, casi todo tiene que salir de la magra
pensión mía, o sea del abuelo.
Para la cena de tan señalado día, somos: La familia
de mi hijo, cuatro más mi consuegra, mi hermana soltera, mi mujer y yo. O sea
ocho personas, ya que mis nietos comen más que nosotros.
Yo tenía en el congelador una merluza de cerca de
tres kilos, unos langostinos y una gran cabeza de rape que compré aprovechando
una puntual oferta de Mercadona, con lo que preparé de primero una magnífica
sopa de pescado y marisco, con su huevo duro y sus picatostes, de segundo la
merluza rellena en salsa de almendras, y los aperitivos eran un picoteo de
aceitunas, rabanitos, un surtido de patés que trajo mi hijo que ignoro cómo los
compró (al ir a tirar las latas vacías me di cuenta que eran comida gourmet de
gatos, pero no dije nada y la realidad es que estaban muy buenos), también
chacinas variadas que aportó mi hermana. Para beber cerveza, mosto y un oloroso
que me habían regalado. Mi consuegra de
su paguita, aportó una botella de anís y otra de coñac.
Mi familia es muy alegre a pesar de las
contrariedades, así que entre bromas, villancicos navideños y un rato de televisión,
pasamos una magnífica noche.
Para el día de Navidad, nos comimos lo que sobró de
la noche, más un arroz que hice con casi todo lo que quedaba en la nevera.
Menos mal que la paga me la ingresaron al día siguiente,
con lo que ya ando administrando para preparar el fin de año de este maldito
2012.
Muchas felicidades a todos y que no nos quiten la
alegría.