Llevaba
demasiado tiempo solo y estaba buscando desesperadamente una relación
femenina, pero mis habilidades por internet no me habían servido de
nada, ya que las tres citas conseguidas por este medio no habían
superado mis expectativas, por lo que después de mucho dudarlo
decidí intentarlo por el antiguo medio que yo había practicado en
el pasado y que me había dado muchas satisfacciones; esto es, el
llamado ligue de “barra-bar”.
Estaba
bastante desconectado de la información de bares de moda donde
fueran mujeres en edad de merecer, la mejor hora para mis propósitos,
si ir solo o con amigos, etc., o sea, que me dispuse cual pavo real
para la conquista de la “Pava” descuidada.
Llegué
a la barra del primer pub, sobre las nueve de la noche de aquel
viernes, pero estaba vacío, por lo que después de tomarme una
cervecita me marché hacia otro local cercano, dispuesto a recorrer
el circuito del conquistador. Pero la cruda verdad, era que mi ánimo
no estaba por la labor.
Me
había bebido varias cervezas y seguía sin entrarle con éxito a
ninguna dama, pues o no había ocasión, o no me gustaban, o no les
gustaba yo, por lo que decidí tomarme la última copa en el primer
local al que fui aquella noche, para retirarme a mis “lares” a
continuación.
Aquello
estaba ahora tan animado, que me costó bastante llegar a la barra
donde pedí un güisqui, pues ya estaba saturado de cervezas, cuando
al girarme para otear el ambiente, me encontré de frente con dos
ojos castaños que me miraban con media sonrisa.
-¿Te
acuerdas quién soy?-me abordó aquella dama.
-Pues
la verdad es que tu cara es preciosa, tus risueños ojos maléficos
me encantan, pero no tengo ni idea quien eres y donde hemos
coincidido, contesté con mi mejor aire depredador del que fui capaz.
-Pues
que sepas que llevamos casi un año coincidiendo casi todas las
semanas.
-Ya,
pero creo que no, pues no eres ni de las empresas que hay en el
edificio alrededor de la mía, ni amiga de alguno de mis compañeros
o conocidos…y el caso es que ahora empieza a sonarme tu cara, pero
no te ubico.
-Piensa,
piensa, pero pídeme una coca-cola por favor, que estás junto al
camarero.
Ya
con las bebidas en las manos de ambos, nos retiramos a una mesa de la
terraza que estaba semivacía, no sin antes avisar a sus amigas, de
que ahora volvía.
Loreto,
pues así se llamaba mi dama, siguió jugando conmigo a los acertijos
de tal forma, que me sacó lo mejor de mi historia personal sin
desvelar por ello el secreto de por qué conocía tanto de mi, coño,
hasta mis gustos en la comida, y cuando yo ya me las prometía feliz
con mi conquista, se despidió, pues al día siguiente tenía que
trabajar, y nada, que adiós, “que ya nos veríamos”.
Y
así me dejó, con la miel en los labios y las dudas en la mente,
cuando me fui a dormir.
¿Por
qué no me dejó el teléfono? Y cómo se me fue. Se despidió
dejándome en ascuas con aquel “ya nos veremos”, que no admitía
réplica.
Pasaron
los días y tan metido estaba en el trabajo aquel final de mes, que
apenas me acordaba de aquello, pero estando con la compra semanal en
la cola de la caja del supermercado, la vi:
“Joder,
si es la cajera”, dije mirando hacia ella con risas, pues ya me
había visto y no apartaba los ojos de mi.
Una
vez hube pagado la compra, me deslizó en la mano su número de
teléfono para que la llamara…
Y
esa llamada fue lo mejor que ocurrió hasta entonces en mi vida.
Algún
día os contaré el resto.