jueves, 27 de abril de 2017

El vino

¡Qué cosa más agradable es tomarse  una copa de vino en buena compañía!, y puede ser con amigos, con tu pareja, pero rodeado y acompañado de la gente que amas.
                                                                 


Cómo se desarrolla una conversación animadamente, ya sea seria, alegre o triste, sabiendo que esas o esa persona que te escucha o que miras, te comprenda o no, esté de acuerdo contigo no,  te deja hablar y tú a ella la dejas responder y exponer lo que tenga que decir o debatir sin violencia ni acritud.
                                                                 


Por supuesto, que si estás leyendo un buen libro, o escuchando aquel disco que no te cansas nunca de poner, o viendo tu programa de televisión o tu serie favorita, ¡Qué buena  compañera es una copa!
                                                                   


También es costumbre de hospitalidad, ofrecer una copa al vecino que viene a pedir algo o a comentarnos algo que pasó, tranquilizar al nervioso, y ayuda, algunas veces, cuando tenemos que dar  noticias, ya sean buenas o fatales.
                                                                   


Alguna vez sólo el agua está  presente en los negocios, pero otras acompañamos las palabras y el trato con vino. En las celebraciones, ya sean bodas, cumpleaños o efemérides, incluso en algunos  entierros, es la costumbre  comer y  beber vino  con las personas que acuden al sepelio del conocido, ya sea pariente o amigo.
                                                                      


El vino, tomado con moderación, aviva el ingenio, despierta recuerdos que creías olvidados, incluso a los escritores o inventores de palabras y frases, les hace rellenar folios que quizás de otra forma les resultarían negados (el terror a la página en blanco);  acuden a la cabeza las palabras más fluidamente, se forman memorables frases y párrafos, y se hilvanan virtuosos versos como si siempre hubiesen estados allí agazapados.
                                                                    


Otras veces, sin embargo, lo que tomado moderadamente tiene un efecto positivo, se convierte en todo lo contrario si nos embriagamos, ya que podemos herir al amigo, faltar a la esposa o al marido, frustrar un buen negocio o perder un empleo, incluso acabar con una buena amistad.
                                                                        


¡Ah! Y no os dejéis llevar por los que se dicen entendidos aunque de verdad lo sean. Bebed siempre el vino que os agrade en el paladar sin atender a precios, añadas o recomendaciones, y sin discriminar los tintos, blancos, generosos y rosados. Vosotros decidís qué os gusta y qué no, y sobre todo tenéis el derecho a elegir cuando tomar una copa y con quien.
Y como estamos en el año aniversario de la muerte del Genio de las letras, Cervantes, ahí va una famosa frase del Quijote:

“Con queso y vino se anda el camino, amigo Sancho”.

miércoles, 19 de abril de 2017

Uno cualquiera

Le parecía que nunca iba a terminar aquella jornada; menos mal que ya iba en el coche para casa, y el agua mansamente pero sin pausa, caía disolviendo la gruesa capa de porquería que cubría la ciudad, y aunque tuviera que aguantar el atasco que siempre eclosionaba los días de lluvia, mejor; así tendría tiempo de sosegarse y pensar  después de aquel tan nefasto día, en que le había pasado casi de todo. Un mal día lo tiene cualquiera.
                                                               


Todo empezó cuando la oscuridad fue abducida por el vacilante sol que emergía despreocupadamente entre aquellas nubes que no presagiaban nada bueno. Ya la mañana apuntaba mal, y todo empezó casi sin querer, por las malas calificaciones de su hija, que habiendo sido una estupenda estudiante, desde que entró en la adolescencia cateaba cada dos por tres.
                                                                  


Se había podido contener para ser lo más suave posible, casi lo consigue, pero ni así logró que lo escuchara, porque la aptitud desabridamente pasota de la niña le hizo entrar al trapo y lo enfureció.
Tenía hoy que presentar un importante proyecto a uno de los principales clientes de la firma en donde sudaba cada euro que ganaba, era una importante inyección de dinero después de los pasados apuros económicos, y se lo había trabajado a fondo, pero no les gustó: “demasiado atrevido, muy caro, algo más sencillo” dijeron, por lo que tendría que empezar de nuevo y a ver que salía.
                                                                   


A partir ya de aquel momento, no dio pié con bola yendo de problema en problema, y la guinda fue el enfrentamiento con su jefa cuando ya salía para casa.
Con suerte, llegó al hogar antes que se acostara el pequeño, a quien contó un cuento de gigantes y embrujos (lo que más le gustaba), con lo que quedó dormido como un bendito, y él casi. Peor lo tuvo con su niña, su princesita como le decía de pequeña, pues tenía el cuarto cerrado y tardó en abrirle con cara de fastidio: ”Hija, sólo quiero darte un beso y desearte buenas noches”. “Vale papá” y volvió a encerrarse.
                                                                       


Ya con los niños en sus cuartos, ayudó  a ordenar un poco la casa y a preparar  cena para dos, entre las bromas de Mati, su esposa, que tenía aquel fino sentido del humor y además con lo positiva que era, acabaron por quitarle el mal humor haciéndole reír por primera vez en todo el día.
                                                                    


Se estaban quedando dormidos frente a la “caja tonta” por lo que decidieron acostarse, y ya en la cama, los intentos de avanzar para conseguir “algo” con su mujer quedaron en nada,  así que quedó dormido al rato con la mano metida por el pijama de su compañera sin conseguir más avances.
                                                                   


Durmió del tirón, y tuvo que enfrentar un nuevo día cuando apagó el despertador y se quedó cinco minutos, como le gustaba, antes de ir a despertar a los niños y preparar el desayuno; después llamaría a su mujer.
Pensaba que el día anterior, aquel maldito día, se fue, y el futuro era hoy, el presente era hoy, y lucharía por su familia como si ayer, los golpes de ayer,  no hubiesen existido.

¿Se estaría contagiando del positivismo de su legítima?

jueves, 13 de abril de 2017

El atropello

Era un día innombrable, era el fatídico día 13 de febrero en que toda su familia, padre, madre y sus hermanos menores, los mellizos, habían fallecido en un horrible accidente hacía ya varios años, pero Juan lo revivía cada día al despertar y cada año en esta fecha como si se acabara de producir, como si le acabaran de dar la terrible noticia.
                                                               


Cuando se despertó, pensó en no levantarse de la cama, ya que no tendría trabajo ese día, pero sus dos inseparables amigos Alberto y Santi, no paraban de llamarlo al móvil para que se reuniera con ellos en el Casino de Cazalla de la Sierra de donde eran, y ante tanto insistente cariño de sus únicos allegados, decidió coger el coche desde la casa heredada de sus padres donde vivía  en Constantina, y dirigirse a reunirse con ellos, aunque maldita las ganas de almuerzo que tenía.
                                                                  


Luego de llegar y tomarse las primeras cervezas se alegró, ya que aparte de sus inseparables, llegaron amigos, conocidos y amigas de los tiempos de instituto, por lo que cuando se sentaron a comer aquellos guisos caseros tan apetitosos, eran catorce.
Tuvo la fortuna de que se sentó rodeado de chicas, que con su gracia y continuos coqueteos, lograron distraerlo, por lo que la comida se alargó bastante, de forma que cuando se encontró un poquito puesto por las continuas copas, se recluyó en una zona apartada y solitaria donde estaba la televisión apagada en aquellos momentos, de forma que se repantigó en un mullido sillón orejero y se quedó dormido.
                                                                    


Era tardísimo cuando despertó, anocheciendo, y el camarero le comentó que sus amigos se habían marchado, que todo estaba pagado, y que Santi había insistido en que lo llamara para reunirse con él, pero no quería y además, estaba triste y cansado nuevamente, con lo que ni llegó a encender el móvil no fuera que le insistieran, y lo que quería era irse a su casa ya.
Estaba cayendo una densa niebla y lloviznaba, con lo que después de tomarse un café doble sin azúcar, se puso al volante del Golf y quería regresar sin prisas, ya que la tarde-noche no estaba para correr.
Iba pensando en el accidente de su familia, en cómo había truncado su vida, su proyecto de estudiar medicina; en fin, por  qué preocuparse ya de lo inevitable.
                                                                      


Sucedió en el peor momento de aquella desapacible noche; con una espesa niebla y la lluvia que, aunque no muy fuerte, no paraba de caer,  al salir de aquella cerrada curva, aquel joven se precipitó delante de su vehículo, y aunque frenó con todas sus fuerzas y el coche quedó clavado en el asfalto, vio el cuerpo estrellarse contra el parabrisas y salir despedido por encima del coche.
Nervioso y sin salir de un angustiado asombro, bajó a la carretera parta ver de auxiliar a la víctima del atropello. Buscó por todos lados a derecha, izquierda, delante y detrás sin encontrar ni rastro del accidentado, y observó con asombro que el coche no tenía ni el menor rasguño ni porrazo. ¡Qué extraño todo aquello!
Retiró el coche de la calzada y encendió un pitillo,  buscando nuevamente a su alrededor a la víctima sin resultado, por lo que en vista de lo cual siguió su camino hasta el pueblo, con idea de denunciar el hecho en el momento en que llegara.
                                                                      


Conocía al guardia civil que lo atendió, que iba tomando notas en el ordenador conforme le explicaba. Inspeccionó el coche que brillaba con la humedad, pero que no tenía ni el menor rastro en la carrocería, y el guardia le pidió ir de nuevo al sitio del suceso, esta vez en el patrullero de la Benemérita.
Llegados al sitio donde se veían claramente las marcas de la frenada, buscaron y buscaron con sendas linternas, pero nada, ni rastro de la posible víctima.
                                                                           


De  vuelta en la comandancia, el guardia quiso mostrarle fotos de posibles personas que vivían en los alrededores, y al pasar una de las páginas, nuestro amigo señaló gritando: “¡Este, este muchacho es el que yo he atropellado!”
“¿Estás seguro Juan, tan claro lo tienes?”
“Si, si seguro. ¿Lo conoces, quién es?”
El guardia se  quedó muy serio mirándolo fijamente, lo tomó por el brazo suavemente y se volvieron a sentar.
El silencio quedó roto con las palabras del agente:

“Juan, ese muchacho que has reconocido como el que has atropellado, es Venancio Arrasate, y ha muerto en el mismo sitio donde están las frenadas, pero el año pasado”.

jueves, 6 de abril de 2017

Saudade

Para alguien de pocos años, si observa todo lo que le rodea, verá las maravillas que sus ojos o su estado de ánimo quiera ver, y seguramente no echará nada en falta; estará su imaginación volando, reinando y obsesionada con la chica o el chico  que le gusta, ansiará que su madre le prepare esa comida que tanto le gusta, esas maravillosas natillas que hace su abuela, y deseará con ansias comprarse esas zapatillas deportivas de moda o esos pantalones o faldas que se ponen sus cantantes, actrices o futbolistas admirados.
                                                                     


Es normal, aún no tienen recorrido para saber si falta algo; su afán estará en sacarle partido a cualquiera de las maravillas electrónicas o no, que cada día encuentra a su alcance; otra cosa sería que se obsesionara con lo que no está en su mano económicamente. Las carencias de cosas materiales prescindibles no deberían crear frustración.
                                                                    


Por eso, a la fuerza, somos las personas con más recuerdos que vida, las que nos acordamos de cosas sencillas que nos hacían felices la vida en otros tiempos; incluso lo más seguro sea que las idealicemos en la deformidad de algunos deshilachados recuerdos.
                                                                          


Salgo regularmente al campo, y al mirar en derredor, no veo saltamontes, mariposas o zapateros. Y pocas amapolas o cardos, y no digamos ya espárragos trigueros o algún frutal silvestre. Nadie se entretiene en coger cañas de los cañaverales, ni higos chumbos de las espinosas higueras.
                                                                  


Es difícil ver algún burro (de la especie animal), pocos pájaros sobrevolando el cielo,  casi ninguna abeja, escuchar el croar de las ranas en algunas de las escasísimas charcas, y en la noche del estío ya no se oye el cri-cri de los grillos.
                                                                    


¿Es posible que en tan poco tiempo como es una vida, escaseen tantas cosas?
A ver quién es capaz de captar olor en alguna flor, o sabor en alguna fruta. ¿A que saben las fresas si no le echas nata o zumo de naranja?
Casi no hay niños jugando en las calles, sólo algunas reuniones de viejos sentados en los bancos,  con la mirada  perdida en el infinito o jugando al dominó.
                                                                      


Y si miramos hacia arriba, esos cielos cuajados de luceros que se veían en las noches de verano cuando se ignoraba el significado de “contaminación  lumínica”.
Cada vez nos hacemos más ermitaños, en el sentido que creemos que con los ordenadores, las tabletas, y sobre todo con los putos móviles, estamos supercomunicados con el resto del mundo, y hasta se  nos ha olvidado decir “buenos días” cuando entramos en algún sitio donde hay personas.
                                                                    


Hasta creo que alguien se reirá de lo que digo, y me puede contestar con suficiencia: “¿Para qué sirven los libros? Lo que no sepamos o no veamos ni sea una aplicación de móvil, es que no existe. Lo buscaremos en la wikipedia.”