Cuando se va acabando este
año aún no soy muy consciente de que empezó, de tan rápido que se me ha hecho; ¡cómo
pasa todo cada vez que te vas haciendo un poco más viejo!
Y es verdad que se te
aparecen los recuerdos más lejanos como recién vividos, y algunos no tan
anteriores se te han borrado de la memoria, y no digamos ya los malos, que
parece mentira pero que vienen cíclicamente a pesar de que quisieras borrarlos
para siempre.
Personas queridas que se
fueron al otro lado y que echo de menos, y que van haciendo cada vez mayores los huecos de la foto fija de mi
entorno, que ya no será el mío cuando me toque a mi ser borrado,
Si pienso en ese soplo de
vida de los últimos doce meses, me doy cuenta de lo feliz que me hace mi
familia más querida y los pocos amigos que aún me quedan; de ese cariño que me
llena cada vez que nos vemos o que me acuerdo de ellos al ver una foto o al
rememorar momentos, aunque para eso están mis nietos y mi hija que me comentan entusiásticamente cualquier evento
en que nos hemos reunido.
Hay otras personas a las que
creías amigas y cercanas, que me han demostrado que cuando ya no te necesitan
porque no te pueden sacar nada más las pierdes de vista, pero dicho esto,
constatar que no las noto de menos, y que no me arrepiento de los que les he
dado. Fui feliz haciéndolo.
Lo demás que pasa a mi
alrededor no me afecta, porque después de lo vivido casi no me sorprende nada
ni nada me escandaliza, aunque si me afectan los niños que mueren de hambre en
esa África profunda olvidada, o esos semejantes que mueren en el mar o en los
campos de refugiados queriendo procurarse para ellos y los suyos una vida
mejor, y todas esas guerras que ni salen en las noticias porque a nadie interesan ya.
Cada final de año me deja un
poso extraño: entre amargo, dulce, ácido y salado, aunque no sé si será por
indiferencia o aburrimiento, al ver como el ser humano cae una y otra vez en
los mismos errores del pasado.
Desearos que todo lo mejor
que os ha pasado en la vida, se repita en este próximo año. Un abrazo.