miércoles, 30 de enero de 2019

Soledad





Intoxicado de silencios obligados,

Añoranza de escuálidas palabras,

Encerrado en mis estériles adentros

Donde sólo la respiración sonaba.

El oído pegado a la almohada,

Contando tic-tacs del reloj cercano.

Lamentos de un repicar lejano

Confundido con lo que el corazón gritaba.

Deseoso de algún murmullo,

De alguna exclamación extemporánea,

Del llanto de algún recién venido,

De ternuras de almas encontradas.

Tanta quietud duele en los sentidos

Tanto aislamiento lastima  toda el alma.

¿Es esto soledad?

Pregunto ensimismadamente atento:

Nadie dice, nadie me responde, nadie oye.

Estoy solo, solo, solo…solo.




miércoles, 23 de enero de 2019

Ensoñaciones


Llevo un rato sentado en el sillón frente a la televisión, y me doy cuenta que no la veo ni la escucho, que mi mirada está fija en las llamas de la chimenea que me tienen absorto.
                                                                


Las llamas conforman sinuosas siluetas caprichosas, llevándome a imaginar cosas con que mi mente las relaciona: los personajes de la familia Buddenbrook de Thomas Mann que estoy acabándome de leer, la imagen “del huerto claro donde madura el  limonero” que describiera Machado en su poesía, el drama de ese niño que aún no han rescatado del agujero en que cayó y que seguramente habrá fallecido después de tantos días, la adolescente con que me crucé esta mañana y que lloraba desconsoladamente, mis nietos, aquellos amigos que ya nunca llamarán… y muchas más cosas que pasan velozmente por las ascuas de mi mente.
                                                                  


Mientras mayores somos, mejor y más funciona ese cinematógrafo interior que llamamos recuerdos y pensamiento, y que te hace quedarte durante mucho tiempo acomodado en todas esas historias vividas o imaginadas, en los antiguos odios, rencores y amores padecidos, en lo que podría haber pasado si en vez de aquello hubiera hecho esto, si le hubieses prestado más atención a las personas que me querían, no haber previsto las traiciones de los que  un día creí íntimos, las respuestas que tuviera que haber dado a algunas preguntas capciosas que se me hacían para caer en la trampa de las contradicciones.
                                                                    


Y ese conjunto de neuronas que van cambiando mi mente de un instante a otro, que parece que tienden a taponar las cosas que no debieron de haber pasado y ocurrieron; de cómo cambiamos la historia para salir lo mejor bien parado posible. “No, aquello no sucedió, y si pasó fue esto lo que ocurrió”. Mentiras que nos decimos a nosotros mismos y que acabamos creyéndolas a pies juntillas. Lo inadmisible y reprobable no pasó. “Aquella bellaquería no la hicimos, y si la cometimos fue por evitar un mal mayor.”
                                                                    


Si queridos; así es como funcionamos para que cualquier juez que se precie de justo nos absuelva de todo y que nos defina como una “buena persona”.
Tendríamos que ser más justos con nosotros mismos y sobre todo con los demás, y ponernos en su lugar y justificarlos como mínimo como nos justificamos a nosotros.
Nadie es totalmente bueno ni fatalmente malo, todos somos un conglomerado de buenas y malas acciones. Tenemos que saber que somos frágiles seres humanos y que nunca seremos dioses.
¡Qué difícil! ¿No?

miércoles, 16 de enero de 2019

Patria


Me ha resultado curioso, cómo al buscar el significado de “patria” en el buscador, lo primero que sale y casi la única referencia a la palabra, es el magnífico libro de Aramburu con este título o de la película que se ha hecho de la misma obra. Pero ya acotando la definición, sale lo siguiente:
                                                                


“País o lugar en el que se ha nacido o al que se pertenece por vínculos históricos o jurídicos”, o también, “lugar o comunidad con la que una persona se siente vinculada o identificada por razones afectivas”.
La patria no es un himno ni una bandera, ni una clase social, ni una religión o una raza de por sí; no la constituyen. La forman los diferentes unidos en el amor, el respeto y la tolerancia, aunque algunos “alguien” no estén de acuerdo conmigo.
                                                                  


La patria no tiene que ver con la política, sino con los sentimientos No existe la patria sin valores compatibles y otros de diferencias acordadas, pero la patria se construye en el día a día, con la honestidad propia y el servicio a los demás y a los intereses comunes, se construye con el amor, que la  vez que se goza te hace sufrir.
                                                                   


El desprecio por el que piensa diferente sólo nos trae miedo e intranquilidad, y son estas fisura la que parten, separan y destruyen.
¿Cuál será la patria del que sufre, del que no tiene comida ni abrigo, del que no tiene trabajo, de los niños desprotegidos, de los que huyen de las guerras y las hambrunas?
                                                                  


“Para el hombre dichoso todos los países son su patria”, decía Erasmo de Rotterdam, o lo que decía mi tan admirado Jorge Luis Borges; “Nadie es patria, todos lo somos”.
Muchas personas que aman a su patria tienen la sensación de estar encerradas en un presidio. Así de excluyentes somos.
                                                                      


Si repasamos la historia del hombre desde todos los tiempos, veremos la cantidad de vidas y de sangre que le ha costado  el estrecho significado  de esta palabra.
¡Cuántas muertes, desamor y sufrimiento envueltos en un paño de colores o en una música enervante!

“Quizás mi única noción de patria,

Sea esa urgencia de decir Nosotros.

Quizás mi única noción de patria,

Sea ese regreso al propio desconcierto.

(Mario Benedetti)

miércoles, 9 de enero de 2019

Asombro


He dicho alguna vez que ya no me sorprende nada, pero tengo que rectificar, porque me he dado cuenta que si hay una cosa que me causa desasosiego y alarma: la credulidad, el borreguismo, el papanatismo, y por qué no decirlo aunque con ello pueda ofender a alguien, la imbecilidad del género humano.
                                                                  


Basta con que se publicite una película de animales prehistóricos con reiterada machaconería, para que además de batir records de taquilla, nos invadan dichos monstruos y bichos horrendos en forma de figuritas de plástico, en posavasos, en camisetas, pijamas, videojuegos y hasta en galletas y pañales para bebés.
                                                                     


Y al igual que el ejemplo anterior, lo mismo sucede con las sagas de películas de extraterrestres, héroes galácticos, princesas de hielo, dibujos animados, etc…etc…etc…
¿Y sabéis por qué? Porque compramos el producto muchas veces sin fijarnos en nada más que en el dibujo (la calidad o el precio son secundarios), inducidos por esas intensas campañas de márquetin que aloban y entontecen a la gente dejándolas sin criterio.
                                                                    


Basta que nos aparezca en facebook, twitter, instagram o cualquier otra de las redes sociales que nos inundan navegando por internet, uno o una adolescente del último concurso televisivo o el efímero artista revelación, cuando de la noche a la mañana ya tiene a miles de seguidores que se preocupan por las minucias más tórridas de sus disparatadas vidas, y se las pasan a otros amigos chateadores a base de presionar los pulgares hasta la extenuación, sin importarles donde o  quienes le acompañan, ya estén comiendo, en clase o conduciendo, y lo que es peor; cuando los ves con otros amigos en grupo  y los móviles echando humo sin dirigirse ni una mirada o una sonrisa, y mucho menos en conversación.
                                                                     


Ya el colmo de la imbecilidad la he visto este medio día en las noticias: un grupo de quince o veinte personas despidiéndose con lloros y tristeza de una manada de cerdos que subidos en un camión iban hacia el matadero. De pena.
La paradoja es que esa misma gente, mira hacia otro lado y criminaliza a todos esos pobres inmigrantes que mueren en el mundo entero por llegar a un sitio de demócratas, sin guerras, con trabajo, donde sus hijos puedan comer y ser gente normal.
                                                                         
 
Veo el final del género humano dirigido por máquinas pensando por ellas mismas, donde una persona totalmente abducida y obediente, cumple sólo las órdenes de un ser superior llamado Inteligencia Artificial.
Por este camino el homo sapiens se habrá extinguido.

miércoles, 2 de enero de 2019

¡Cómo está el personal!


Son días de muchas reuniones entre comidas, brindis, celebraciones y demás, pero en lo referido a comunicación, charlas distendidas entre dos o más personas, poco o casi nada, y creo adivinar el por qué.
En los encuentros navideños entre familiares y amigos, se escuchan pocas opiniones en público más allá de lo “buena que te ha salido la carne, este vino donde lo has comprado, o son demasiados dulces lo que habéis traído”, o la vestimenta de Pedroches en las campanadas anunciando la hora cero del año nuevo.
                                                                 


Ves cómo en momentos intermedios a la celebración general, se forman pequeños grupos de dos o tres personas como máximo, y si hablan de política, se dicen o escuchan opiniones que coinciden con las de la tendencia política del interlocutor, al igual que reciben el mismo tratamiento si se trata de religión y creencias. Se rehuye al de opinión diferente, por aquello de que “ya sabemos lo que piensa este” y no vaya a ser que eso nos concite a discutir, incluso a gritar llegado el caso. “Es que  siempre está con lo mismo. No se puede hablar con él.”
                                                                    


¡Benditas sean las reuniones donde se permite al diferente dar su criterio, escucharlo y respetarlo! Las diferencias no están destinadas a dividir, sino a enriquecer.
Echo de menos esos encuentros de juventud entre bebidas con hielo y cigarros compartidos, donde cada  uno expresaba su opinión sobre esto o aquello, y la gente escuchaba antes de debatir o dar  a conocer las ideas propias sin tapujos ni disimulos, y normalmente se respetaba al diferente, y lo más importante, nadie trataba de convencerlo de lo contrario.
                                                                     


A mí me ha pasado que intentando dar mi opinión sobre algo, gente cercana en familiaridad me ha gritado, e incluso descalificado con los ojos desorbitados y echando salivas por la boca, cuando creo que sería más acertado escuchar y devolver tu opinión sin enfado ni ira, o prudentemente optar por callarse. Yo también me he dejado a veces arrastrar por los malos modos.
                                                                      


Todo esto no es diferente de lo que sucede en general en esta vieja piel de toro que es España, ya que vemos cómo nuestros políticos arremeten contra todos los que no sean de sus mismas siglas, cuando bien podrían darnos ejemplo resolviendo los problemas del ciudadano aprovechándose, por qué no, de las soluciones del adversario cuando acierta en el bien común.
                                                                      


Todo este estado de cosas tiende a crear recelos cuando no enemistades enquistadas, que podrían acabar con las reuniones de personas de una misma familia o de un grupo de amigos, que admitirían o rechazarían a alguien porque sus opiniones son otras y no coinciden con las nuestras.
Ser uno y único es una gran cosa, pero respetar el derecho a ser diferente es quizás la más grande.