Hacía una preciosa mañana amablemente soleada, cuando como cada día en los últimos tiempos salió tranquilo y confiado de su casa, una vez que se hubo desayunado y duchado, camino de su banco para sacar dinero del cajero para comprar cosas que hacían falta en casa.
Ni él ni nadie se podía imaginar, que aquel día sería recordado por todas las generaciones venideras como el día del caos.
Ya llegaba a la fachada de su destino, cuando vio que había bastante gente en la puerta de la sucursal, por lo que preguntó quién era el último para sacar dinero con tarjeta, a lo que le contestaron que no funcionaba el cajero automático, ante lo que entró y preguntó a la cajera qué pasaba, diciéndole esta “que no tenían conexión con la central y que estaban esperando a que se corrigiera el fallo”.
Pasada más de una hora, decidió ir a otro cajero, pero después de la caminata constató que estaba igual, y otro y otro, por lo que decidió que ya sacaría dinero; iría al supermercado a comprar y pagaría con tarjeta.
Al llegar a la tienda se encontró con muchas colas en las cajas, y una amable señorita que le informaba que sólo podría pagar con dinero, porque las conexiones con tarjetas no funcionaban.
No sabía qué hacer, estaba perplejo y desorientado, ya que nunca le había pasado aquello, decidiendo llamar a su compañera y preguntarle qué dinero había en casa, pero después de varios intentos constató que no había cobertura ni línea.
Iba regresando a su domicilio, y le llamó la atención los pitidos de los coches y que las calles por donde pasaba estaban colapsadas, ni funcionaban los semáforos, ni los pocos policías que encontró podían encausar aquello.
Lo que no sabía nuestro amigo era el grado del desorden en que estaba sumido el país en ese momento: todas las comunicaciones interrumpidas por carretas, puertos, aeropuertos y trenes, todas las empresas y entidades bancarias sin internet, por lo que estaba paralizada toda la actividad incluido el comercio, la gente no pudo acudir a los trabajos ni los niños al colegio, no funcionaban los teléfonos, ni la radio ni la televisión, y el colofón fue cuando se fue la luz en todas las ciudades; las gentes estaban asaltando supermercados y tiendas sin que nadie pudiera parar aquello, por lo que el ejército tomó las calles para poner algo de orden, a la vez que aviones tiraban octavillas en las ciudades pidiendo calma a la población.
Todo esto no ha llegado a suceder aún, pero ¿Es posible que en el futuro sean así las guerras y los actos terroristas? ¿Cómo y quién podrá enfrentarse a este caos?