Era
un lobo de pelaje gris tirando a marrón, le faltaban algunos dientes
y muelas debido a la diaria aventura de la comida, y a pesar de
algunas gloriosas y rizadas canas, no era viejo ni mucho menos.
Su
vida era difícil, pero tenía una forma de decir las cosas y una
simpatía que le hacían de lo más popular del bosque, si a bosque
nos podemos referir a un entorno de cuatro arboles y a un triste
riachuelo contaminado y abyecto que por allí circulaba sin saber
nadie de donde procedían esas malolientes aguas fecales.
En
esas estábamos, cuando de una cercana casita “acosada”, ya que
no se podía considerar adosada debido a la cercanía de las paredes
entre viviendas, salió una niña que ahora nos entretendremos en
describir, pues no todas las visiones de las cosas pertenecen a la
opinión general.
Era
la época en que vivía un dictador en aquel país, y a esta niña la
llamaron la “roja”, porque tenía una multicopista donde hacía
panfletos en contra del poder ilegalmente establecido después de una
guerra que no fue civil, sino de militares insatisfechos con su
subida de escalafón, ya que todos querían ser generales, declarando
unilateralmente la guerra a la ciudadanía aborregada, pero la
realidad era que apenas quedaban soldados que mandar a la guerra.
Fue
cuando nuestro simpático lobo se tiró al monte, y mira por donde,
vio desde detrás de un arbusto, como “la roja” disimulada tras
un pasamontañas, entregaba listas de animales y personas que no eran
adictas a las ideas nacionalsindicalistas del régimen establecido
por aquel susodicho dictadorzuelo que le había salido, cuan grano en
el culo, a aquel triste país.
Quiero
hacer un inciso en este momento para manifestar, que como la apócrifa
historia ya la conocéis, me entretendré en describir a todos los
protagonistas involuntarios de esta leyenda negra contra los lobos,
sobre todo la de este bendito que denostáis cuando contáis la
historia popularizada por la depredadora dictadura.
Bueno,
pues la niña después de chivarse a los ignominiosos servicios
secretos, fue a casa de su denominada abuela que no era tal, sino que
era un picoleto que ni siquiera era del “SEPRONA”, disfrazado de
viejecilla y al que habían puesto como cebo para trincar al lobo.
¿Qué
pasó en aquella casa cuando llegaron primero nuestro lobito y
después la susodicha “Caperucita Roja”?
Nuestro
amigo dejó en evidencia al disfrazadísimo picoleto, “la roja”
intentó darle dos tiros sin acertarle, y fueron unos patriotas que
pasaban por allí, los que creyendo que el lobo estaba atacando a las
damas le dieron traicionera y certera muerte.
Por
último decir que lo que llevaba “caperucita” en su cestita, no
eran vituallas, sino panfletos y armas con las que defenderse de los
insumisos animales de aquél último bosque de la historia.
No
os creáis todo lo que leéis, a veces la realidad supera a la
ficción y esta es mi versión, una más, de los hechos. Si queréis
os la creéis y si no me da igual.