Cuando acabó la carrera de medicina con no poco esfuerzo, se planteó pasar una temporada en el extranjero para aprender idiomas, y empezó aprovechando una posibilidad para especializarse en rehabilitación en Múnich (Alemania), mediante una beca de la Comunidad Europea, y allí marchó rebosante de ilusiones.
Cuando terminó su especialidad y aprovechando que en Inglaterra había gran demanda de profesionales, no dudó en subirse a esta oportunidad, y se propuso un periodo de uno o dos años para volver a España, pero habían pasado ocho años y allí seguía, pero ahora con el Brexit se planteaba volver por lo enrarecido de la situación, pues parecía que le estabas robando a los nativos, ya que te miraban compañeros y enfermos con mucha susceptibilidad o eso le parecía.
La gota que colmó el vaso fue una mañana que al entrar en el despacho de los facultativos, escuchó a un anciano que le exigía a su jefe que lo atendiera un médico británico y este le contestaba al paciente: “Espere que yo le daré su tratamiento” y al verla parada escuchando lo que decía, le dijo sin mirarla: “Cuando encuentre otro rehabilitador te marcharás de aquí”.
Se quedó de piedra y hasta se le saltaron las lágrimas, pero le respondió con toda la rabia que pudo: ”No me vas a despedir, pues aunque tu me llamastes porque me necesitabas, ahora soy yo la que me voy”, y dando un portazo se fue de allí.
Aprovechó que una amiga de sus padres Victoria Íñigo, jefa del servicio de rehabilitación en el hospital provincial de Valencia, tenía una vacante por cubrir, para dar el salto que creía definitivo, pero después de tres meses volvió quien tenía la plaza en propiedad y se tuvo que volver a plantear qué hacer.
Pero pasaron las semanas y los meses y no se vislumbraba oportunidades en los hospitales públicos, y aunque la requerían ocasionalmente en centros privados, se planteó una solución definitiva ante tanto cambio, o por lo menos algo que dependiera solo de ella, por lo que con sus ahorros y el banco, montó su propio centro de rehabilitación.
Y acertó, pues se instaló en una zona de la costa de Alicante donde proliferaban los jubilados ingleses, alemanes, nórdicos, y los mismos nacionales, con lo que después de un año estaba a tope, y eso que tenía tres compañeros más para ayudarla en su trabajo.
Su sorpresa vino, cuando casi en los mismos días, recibió cartas de sus antiguos hospitales de Londres y Múnich ofreciéndole trabajo indefinido y estupendamente pagado, pero ya estas ofertas habían llegado tarde, pues ahora si estaba haciendo lo que le gustaba, sin órdenes ni cortapisas.
Tened en cuenta que las oportunidades siempre existen, somos nosotros los que nos ponemos limitaciones.
En Villajoyosa, a 26 de septiembre del 2016