La lucha de las mujeres debe
ir dirigida hacia la educación. Desde pequeña son mediatizadas por padres (y
madres en algunos casos), hermanos, novios, maridos, jefes y compañeros,
incluso alguna vez hasta por los propios hijos. Es ahí donde la brecha empieza,
en la mente de sus compañeros de viaje.
Ese día mi casa funcionó
como siempre, ya que desde que estoy jubilado, nos repartimos los quehaceres
domésticos, pero ya desde antes, siempre
he tenido claro que aunque yo era el único que trabajaba fuera, los ingresos
los consideraba compartidos, ya que ella trabajaba más que yo, y sin horas ni
salario.
Una vez asentado esto,
comentar que ya habíamos almorzado y recogida la cocina, por lo que mi mujer se
echó en el sofá a ver la televisión y echar una cabezadita, y yo me metí en mi
“burbuja” a leer y a bichear por internet.
En un momento determinado,
me acordé que hacía días que no abría el buzón de correos, por lo que tal como
estaba, en pijama y en bata, salí al jardín, abrí la puerta de la calle y me
dispuse a recoger la correspondencia.
Pero he aquí, que un golpe
de viento cerró la cancela de un portazo, y yo quedé a la intemperie sin llaves
y en ropa de cama, por lo que empecé a llamar convulsivamente al video-portero
para que me abriera mi mujer, pero encerrada como estaba y seguramente dormida,
no se enteraba.
En estas estaba cuando se
asomó una vecina, preguntándome qué me pasaba, y yo sin pensármelo dos veces le
respondí: “He tenido una pequeña
discusión con mi mujer, y me ha echado a la calle en este estado y ahora no me
abre, a pesar que le estoy pidiendo perdón por el interfono, y ni me abre ni me
contesta.”
La mujer se puso a gritar
con todas sus fuerzas: “Abre Pili, que tu
marido está arrepentido y hace frío, va a coger una pulmonía”.
A todo esto y debido a los
gritos, salieron más vecinos, que se iban enterando de lo que pasaba, y también
empezaron a gritar para que me abrieran, y yo más cortado que una monja en un
sex-shop.
Por fin mi mujer se despertó
con los gritos y los pitidos del portero, y me abrió preguntando qué pasaba
sorprendida al verme en la calle en bata, pero yo disimulando me puse de
rodillas con carita de pena diciéndole: “Perdóname
amor mío”, a lo que todo el mundo gritaba; “Perdónalo pobrecillo, que está arrepentido.”
Siguiéndome la corriente, se
me acercó besándome en la frente y diciéndome: “Te perdono”, con los que ya nos metimos a casa sin poder aguantar
la risa.
Si las mujeres gobernaran el
mundo, estoy seguro que nos iría mejor en todos los aspectos, y no habría que
celebrar un día reivindicativo.
¡Mujeres al poder!