domingo, 30 de octubre de 2011

HALLOWEEN (3ª y última parte)


(Continuación)


Salí de allí y me fui caminando hasta el hospital, donde anduve ensimismado y nervioso toda la mañana.
Todo esto debería tener una explicación.
Llamé a Bea, charlé un rato con ella para constatar que estaba mucho mejor, y con el pretexto de ver la foto que tenía su amiga, le pedí el teléfono de María.
La llamé y quedó en llevarme la foto al hospital, ya que ella también trabajaba allí de administrativa. También le pedí  que, sin que nadie se enterara, me consiguiera el teléfono y la dirección de la familia de Ramón.
Me llamó por la tarde para decirme que al teléfono que su hermano tenía no contestaba nadie y que la vivienda era Luis Montoto 31,2º A.
Yo también estuve llamando a ese número varias veces y como no obtuve resultados, me dirigí a dicha dirección donde nadie respondió al portero electrónico. Cuando ya me iba, salía una señora a quien pregunté por la familia del 2º A.


                                                                                    
Me comentó que eran sus vecinos, pues ella vivía enfrente, y que esa familia estaba compuesta por el chico que se mató y por su abuelo materno, pero que después del accidente lo llevaron a la Residencia de las Hermanitas de los Pobres, ya que padecía Alzheimer y no podía vivir solo.
La niebla se había apoderado de su mente, lo que unido a la tristeza de su corazón por la pérdida de su nieto, lo tenían retirado de la realidad del mundo de los vivos.
Me dirigí a la Residencia que estaba un poco más atrás en la misma calle y pregunté por él.
La hermanita que me atendió, Sor Virginia, me preguntó si yo era familia del anciano y me contó cómo se había aislado de los demás, no hablaba con nadie, que apenas comía y que dependía de ellas para todo. Su mirada decía a las claras que no quería seguir viviendo.
Me hizo seguirla por un pasillo, y me señaló un hombrecito muy delgado y encogido, sentado en una silla del patio.


                                                                                             
Le hablé al anciano dulcemente, preguntándole por su salud y su familia, si necesitaba algo. Ni me miró siquiera.
Le di las gracias y me marché después de contarle a la monja un rollo,  “que me había encargado que lo visitara un amigo suyo que estaba impedido en la cama”. La pobre se lo creyó.
Cuando ya salía por el jardín de la Residencia y cerca de la verja, oí que me llamaban y al volverme vi que era la hermana que me había atendido.
Volví sobre mis pasos y en la misma entrada me dijo Sor Virginia:
-Se me ha olvidado comentarle algo que pasó y que casi no me acordaba.
Uno de los primeros días que estuvo aquí este señor, una limpiadora vino a decirme que había un muchacho muy raro con él y que no lo había visto entrar.
Fui corriendo a la habitación, pero estaba D. Ángel sólo y aunque le pregunté varias veces, no me decía nada, sólo noté que tenía lágrimas en sus ojos.
-Sor Virginia, ¿Podría hablar con la limpiadora?, le pregunté.
-La puede ver  aquí por las mañanas.
Le di las gracias y pensé en pasar por allí al día siguiente.
Por la mañana fui muy temprano. Después de decir quién era, esta señora me dijo  que “el muchacho que vio le dio un gran susto, pues no se lo esperaba allí, parecía un tipo raro, que llevaba una gorra y  que le faltaba un zapato”.
Me despedí dándole las gracias y recuerdos para Sor Virginia.
No sabía qué hacer, necesitaba contarle esto a alguien, a un amigo, así que sin darme muy bien cuenta de  que marcaba en el móvil, llamé a mi compañero de carrera,  el forense, y quedé para tomar unas copas y charlar aquella tarde.
Hacía tiempo que no nos veíamos, así que le dio mucha alegría el encuentro. Después de hablar un rato sobre algunos temas de nuestra profesión, me dijo muy serio:
-Desembucha, que ya sé que quieres hablarme de algo y no sabes por dónde empezar.
Y se lo conté todo menos el nombre de mi paciente que era secreto profesional.


                                                                             
Se quedó un rato pensando y al fin me dijo:
-Creo que deberías poner una denuncia por la desaparición del cadáver, pero entonces tendrías que reconocer a la policía que has profanado una tumba y esto te acarrearía muchos problemas, entre ellos podría costarte tu carrera.
Me dijo que le dejara pensarlo, y quedamos al día siguiente a la hora del aperitivo vespertino.
Había perdido el sosiego y la tranquilidad, estaba irascible y las noches las pasaba con pesadillas o con insomnio; ahora era yo el enfermo que necesitaba tratamiento.
Llegué a la cafetería casi una hora antes que mi amigo, tal era mi estado febril.
Después de dos whiskys, ya bastante más tranquilo, llegó mi colega, y antes de que le dijera nada me soltó:
-Creo que tengo la solución. Conozco a un inspector de policía que me debe algún favor, así que le diré que una persona allegada me ha llamado para decirme que estando el otro día en el cementerio, vio una tumba que había sido violentada. Que investiguen a ver si aclaran algo.
-Me parece bien, pero me gustaría estar al tanto hasta que se aclarase esto de alguna manera lógica, le dije un poco aliviado. Avísame si sabes algo.
Pasaron los días y ya había dado  de alta a Bea, pues se había recuperado estupendamente, hacía su vida normal y no tomaba medicamentos. 
Estaba cada día más guapa y  nos seguíamos viendo regularmente, pues tengo que confesar que me había enamorado perdidamente y casi éramos novios.
Nunca más volvimos a sacar el tema y yo jamás le hablaría de mis investigaciones, bastante trauma había tenido la pobre.
Era el décimo  día del nuevo año, cuando me llamó mi amigo Jorge, el forense, y me dijo: “Compra el ABC y ábrelo por la página de sucesos”.


                                                                                 
Corrí al puesto de prensa del hospital, me hice con el periódico y en un rincón de la cafetería me puse a buscar los sucesos. Allí estaba.

ABC. Sevilla. 10/1/2011
Como recordarán ustedes, en días pasados se produjo un voraz incendio en unos almacenes abandonados de la Av. De la Raza, quedando estos totalmente destruidos. El cadáver que apareció entre los escombros, y que en principio se creyó de algún indigente, resultó ser el cuerpo de un muchacho muerto en accidente de moto y que desapareció de su enterramiento el pasado mes de Noviembre. Este hallazgo ha sido posible al practicársele al cadáver las pruebas de ADN en el departamento Anatómico Forense.
Puesto al habla con la policía nos comunican, que han llevado las investigaciones con el mayor sigilo, por lo cual no había trascendido el suceso.


No había más que investigar, todo tendría una explicación y no había otro punto y final.
Ya podía dormir tranquilo, pero ¿Y tú?, ¿Que tal dormirías?

lunes, 24 de octubre de 2011

HALLOWEEN (2ª Parte)


(Continuación)


Marché a casa muy pensativa dándole vueltas a todo esto, de forma que al llegar abrí el ordenador y me metí en Internet para ver los accidentes ocurridos el día del Pilar, y efectivamente allí estaba:
(Y me dio un recorte de prensa  con la noticia)


                                                                                 
EL PAIS/Sevilla. Día 12/10/2010
Un joven de 19 años ha fallecido  este martes tras sufrir un accidente de tráfico en la carretera A8077, entre las localidades sevillanas de Olivares y Sanlúcar la Mayor, término municipal este último en el que se ha producido el siniestro. Así lo han confirmado a través de sendos comunicados la Empresa Pública de Emergencias Sanitarias (EPES-061) y el Centro de Gestión de Tráfico de Sevilla. De esta manera, según el 061, tuvieron noticia del accidente a través de una llamada telefónica recibida a las 18,36 horas de este martes, momento tras el cual se envió al lugar el helicóptero sanitario del 061, una UVI móvil, y el equipo médico de urgencias de Sanlúcar la Mayor.
Dicho equipo asistió  a un varón de 19 años identificado como R.M.Y., que falleció en el lugar del accidente. Por su parte, el Centro de Gestión de Tráfico de Sevilla ha precisado que el accidente, que describen como una salida de vía por la derecha, se ha producido en el kilómetro 14 de la A-8077. Por último, fuentes del servicio unificado de Emergencias 112 Andalucía consultadas por Europa Press han confirmado que a las 18,40 horas de este domingo han recibido una llamada telefónica que alertaba de un accidente de moto en la mencionada carretera sevillana, si bien aún no tenían constancia de las consecuencias del mismo.

Bea me observaba mientras yo leía, la miré cuando acabé pero no me decía nada.
-Sigue, le dije.
-Bueno pues ya está. Sólo que estoy obsesionada con esto, pues a pesar de todo estoy  segura que era él.
-Pero es imposible, ya sabes que murió. Seguro que estando entre tanto jaleo y con copas, te equivocaste o alguien te quiso gastar una broma macabra.
-Bueno, mira, le dije. Te vas a venir nuevamente el lunes que viene y mientras tanto quiero que salgas y te distraigas.
Te voy a recetar una medicación suave para ayudar a tranquilizarte y que puedas dormir.


                                                                             
Después de marcharse, me quedé un rato pensativo, asimilando todo aquello; recogí la grabadora y fui a buscar a mi maestro.
El sabía toda la historia, así que le comenté el tratamiento y que seguiría viéndola hasta que superara aquello.
Ya en casa volví a escuchar todo lo que había  dicho la chica. Algo no me cuadraba, pues la veía muy segura de lo que había visto. Pero por otra parte, las historias de zombis, fantasmas y demás temas sobrenaturales y fantasiosos no iban conmigo.
Aquella misma tarde llamé a un amigo forense que trabajaba en el Departamento Anatómico. Le hablé del accidente y me dijo que se enteraría quién  había hecho la autopsia del fallecido, ya que él no tenía ni idea.
Me llamó al día siguiente, confirmándome que el joven había muerto en el acto al salir despedido de la moto y estrellarse contra un poste de electricidad.
Le di las gracias y llamé al cementerio para ver si me podían dar razón sobre donde estaba enterrado Ramón. Esa información no me la daban por teléfono, tenía que ir, así que al día siguiente pedí permiso por dos horas y me fui al camposanto.
Una vez que me dieron la dirección de la tumba, fui caminando hacia donde me habían dicho, “San Remigio 137”.
En una gran fila de nichos  de pared estaba la lápida, solo con su nombre y la fecha de nacimiento y del fallecimiento: “Ramón Márquez Yélamo, 1991-2010”, pero al observarla detenidamente vi que estaba rota por la mitad y sin cemento, solo apoyada en el hueco.


                                                                                
Miré hacia todos lados constatando que no había nadie a la vista, tomé una escalera de mano que había por allí, quité uno de los trozos de mármol y miré dentro. Había una caja mortuoria rota, pues se veían las lascas de madera.
Me puse unos guantes que siempre llevo por si acaso, moví la otra parte de la lápida y vi solo restos de madera rotos y un zapato.
Volví a poner la lápida como estaba, me quité los guantes y me senté en uno de los peldaños bajos de la escalera, pues me caía de la impresión recibida. ¿Qué había pasado con el cadáver?
(Continuará)

miércoles, 19 de octubre de 2011

HALLOWEEN (1ª Parte)


Pasaba el fin de semana en la playa con mis padres, cuando una llamada de mi jefe me sacó del sopor pos almuerzo, de un mes de Noviembre anormalmente primaveral.
Era mi segundo año del MIR en la especialidad de psiquiatría y había congeniado perfectamente con el profesor Benavides, catedrático del H. Clínico Universitario Virgen Macarena de Sevilla, ilustrísimo y sapientísimo psiquiatra reconocido por muchas universidades españolas y extranjeras, donde había dado clases.
“Diego, cuando vuelvas el domingo, pásate por mi casa, da igual la hora pues no me voy a mover”. Esta fue la escueta llamada que no quiso extender en pistas ni en razones, de tal forma que a las siete de la tarde del día de regreso, estaba llamando al timbre de su chalet.


                                                                               
Una vez realizados los saludos de rigor y frente a frente en su despacho,  sirvió dos generosos whiskys con hielo y agua, antes de aclararme el por qué de la inesperada cita.
“Una sobrina de mi mujer quiere que la vea en consulta, pues tiene una crisis tremenda no sé bien si de miedo, ansiedad o ambas cosas, y como es de la familia me gustaría que tú la llevaras, desde luego bajo mi supervisión. Mañana estará en el hospital a la una y media”.
Aunque me dio a entender que sabía mas del asunto, desvió la conversación hacia otros temas intrascendentes, con lo cual cuando terminamos la copa nos despedimos hasta el día siguiente.
Bea, que era el nombre de nuestra paciente, fue muy puntual. Era una chica alta, muy morena y con unos increíbles ojos verdes. D. Arturo hizo las presentaciones y nos sentamos en el saloncito adjunto al despacho, ella muy seria y bastante nerviosa, y yo me dispuse a escuchar, no sin antes poner a funcionar una pequeña grabadora que siempre utilizaba, pues me servía para que nada se me pasara por alto.
                                                                               
El profesor rompió el hielo diciendo:
-Bea, quiero que nos cuentes desde el principio todo lo que te agobia y no te deja dormir. Diego es el médico que te va a llevar, yo estaré aquí hasta que te tranquilices, así que adelante.
-No sé cómo comenzar, y empezó por llorar sin consuelo. Pudimos tranquilizarla un poco y le dije:
-Empieza por donde quieras, te escucho. Perdón te escuchamos
-Yo me iré en diez minutos, pues tengo clase, dijo el profesor.
-Todo empezó hacia el final de Octubre o el primer día de Noviembre, no me acuerdo bien. Había planeado con mis amigas  ir a una fiesta de Halloween a la Sala Azul, y para eso nos habíamos preocupado de disfrazarnos de todo lo peor y más tétrico, pues queríamos impresionar a propios y extraños.
Yo iba de bruja muy bien caracterizada y había mucha gente en la fiesta, todas magníficamente disfrazadas y algunas ya pasadas de copas. Llevábamos allí como dos horas y después de haberme bebido tres cubatas, me sentía un poco mareada y así que me apetecía tomar una bocanada de aire fresco.
Subía la escalera hacia la puerta, cuando vi que me miraban desde arriba con mucha atención, y la realidad es que el chico que me observaba no me resultaba del todo desconocido. Al llegar a su altura me dijo:
-Hola Bea, ¿Qué tal te va de bruja?
Era un “zombi” muy bien caracterizado, con una enorme cicatriz en la frente y una sanguinolenta gorra de básquet. Le faltaba un zapato y despedía un asqueroso olor a cadáver, a podrido y a sucio.
-Me suena tu cara, pero no te sitúo en este momento.
-Nos presentó un hermano de tu amiga María, dale recuerdos a ella y a su hermano Juan. Tenía muchas ganas de verte.
-Aún no has dicho cómo te llamas, aunque sí recuerdo cuando nos presentaron.
-Ramón, era Ramón, me dijo.


                                                                              
En ese momento unos amigos se marchaban y se despedían invitándome a otra fiesta más tarde, pero me volví diciendo:
-¿Era? Pero Ramón ya no estaba allí. Lo busqué con la mirada y había desaparecido.
Bajé a la sala con mis amigas un poco mosqueada por el encuentro, pero no dije nada hasta cuando salimos, que una de ellas me dijo.
-Te he visto hablando con alguien en la puerta. ¿Quién era?
-Pues un chico que conocí hace tiempo, Ramón, muy amigo de Juan, el hermano de María, que por cierto me ha dado muchos recuerdos para todos y especialmente para Juan.
-No lo recuerdo, pero se los daré a mi hermano, dijo María.
Volví a casa muy tarde, casi amaneciendo, así que me acosté dispuesta a levantarme tarde el domingo, pero a las doce me despertó una insistente llamada al móvil.
Medio dormida, vi que era María y le contesté:
-¿Por qué me despiertas de madrugada?
-No podía esperar más. Hace un rato hablé con mi hermano y me dijo que ese tal Ramón no  pudo darte recuerdos, pues se mató en la moto el día del Pilar.
-Imposible ¿Seguro?
-No cabe duda que alguien te ha gastado una broma. Si quieres ven a casa que te enseño una foto de Ramón con mi hermano, verás cómo no era tu amigo.
Me di una ducha rápida y volé hacia casa de mi amiga que me estaba esperando con su hermano.
-Mira estas fotos y dime con quién estuviste, me dijo Juan.
A quién señalé era Ramón, sonriente y con la misma gorra que llevaba en la discoteca.
-Pues es imposible, ya te ha dicho María que se estrelló contra un poste en la carretera el día del Pilar.
No sabía que decir ni que pensar. Yo había visto a ese chico, aunque ya me hacían dudar, quizás fuesen p las copas que había tomado.
( Continuará)



lunes, 10 de octubre de 2011

La familia lo primero


Era una reunión familiar de las que “padecemos” cada cierto tiempo en nuestra tribu, con toditos todos al completo. Y digo padecemos, porque desde que no fumo, ni bebo, y con lo del sexo voy “cortito con Casera”, las padezco más que disfrutarlas, ya que a la inicial alegría del reencuentro primero, se producen cosas típicamente familiares pero dudosamente gratificantes, como esa nube de orugas intimas que son los dulces infantes, ellos y ellas, pero que al no estar un servidor bajo los efectos del copazo, me joden más que me divierten.
                                                                                
Y es que ves lo negativo de las situaciones sin sacarle brillo a lo espontáneo, fresco y natural… ¡Y una mierda! 
Lo espontáneo fue que uno de mis sobrinitos-nietos, en este caso sobrinita, campando a sus anchas con un riquísimo batidito de chocolate y con una sonrisa angelical, me lo vació en mis zapatillas de marca que iba estrenando, ante las risas de sus abuelos y concurrencia parenteral en general, pero que a mí me incendió como si un sarampión malsano me hubiera invadido.
Con cara de mala leche, me los limpié como pude, pero la niña lloraba como si yo fuera el culpable de su gamberrada, ya que no le había reído la ocurrencia, lo que también trasladó a padres, abuelos y demás, recriminándome la jodida acritud de mi nuevo carácter. 
Ya tranquilos y relajados con sonrisas apretadas y bromitas quita-hierros, me senté un poco apartado de la algarabía general, con una magnífica tónica cosecha del 94 con su islita de hielo y su medio limoncete arrancado del árbol directamente. Absorto como estaba en el vuelo de unos pajarracos que parecían cuervos, una pelotita certera y vengativa, despachó mi burbujeante bebida contra los pantalones inmaculados que daban lustre a mi nueva imagen de pijo. Inmediatamente se callaron las conversaciones, esperando todos mi, quizás, reacción oportuna después del primer incidente. 
                                                                                      
Pero reaccioné muy bien, ya que con toda la simpatía y la gracia que Dios me ha dado, les dije a los niños: “Esto lo va a pagar tu puto padre en la lavandería por la gloria de mi madre”, pero con la mejor y más seductora de mis sonrisas de antaño, aunque la incomprensión brillaba en las miradas de la parentela.
Me dieron para secarme un inmaculado paño de cocina, pero que casualmente había servido para limpiar la vomitona de la “benjamina” de la familia. “Perdona pero no me he dado cuenta”, díjome una de ellas, y mi mujer por arreglarlo, soltó aquello tan propio de: “Alegría, alegría”.
Pues bueno, un mal día lo tiene cualquiera, así que fui por mi sombrero y mi bastón para dar una vuelta y “refrescarme”. 
                                          El último almuerzo familiar en Navidad

Mi panameño lo tenía el mayor de mis niños, que jugaba con otro querubín que mantenía mi bastón como si de una carabina repetidora y asesina se tratara. Por supuesto que me afearon que les quitara a los nenes mis prendas, pero ahí me mantuve inflexible, y así y todo, solo me lo devolvieron después de tirarlos y pisotearlos con genuina y dañina rabia. Yo era un cabrón que les había quitado sus juguetes. No los quería y por eso me machacaban. 
Menos mal que mi mujer decidió que era hora de irnos. Ni que decir tiene, que durante todo el camino a casa, el tiempo de la cena y con la tele puesta en las noticias, no paraba de recriminarme mi salvaje comportamiento con su familia y el desapego con los niños. Había dado el espectáculo y lo peor es que de verdad yo me sentía culpable y reo de penitencia. El ayuno sexual se imponía otra temporada.

martes, 4 de octubre de 2011

Nuevos mostos en Villanueva del Ariscal


Estas son las cosas que me gusta contar de mi pueblo de adopción, las cosas importantes por buenas, en un tiempo que los medios de comunicación solo dan malas noticias.
Aunque no es el caso de mi amigo, puesto que su padre Ángel Limón Castillo lleva toda la vida en esto, ya hay varias personas que ante la falta de trabajo, están haciendo su propio mosto, normalmente comprando uva y pisándola, aunque también hay quien arrienda una viña y se encarga de trabajarla, pues vender el mosto deja beneficios, pero esto es otra historia.
La de hoy es que por fin mi amigo Coco ha pisado el primer mosto de su bodega, lo cual es un acontecimiento que os voy a ir contando poco a poco, pues no quiero que se me quede nada en el tintero.
Todo empezó el año pasado, aunque la idea la llevaba madurando hace mucho tiempo. 
Mi amigo limpió de ciruelos el terreno de la  Viña “Buena Vista”, que es la antigua “arboleda” de la familia, plantando en una parte las cepas injertadas en “Garria” que tardarán sobre cuatro años en dar su primera cosecha.
Pero ya este año, con su amigo Manolo Silva y el dueño de la Viña “Cañamorá”, han estado trabajando en esta finca hasta conseguir una buena cosecha de uva Garrido Fino o “Garría”, como le llaman aquí.


La uva Garrido Fino es una variedad blanca que se da en la Comarca del Condado en la provincia de Huelva. De racimos grandes y compactos, con bayas grandes de color amarillo verdoso y sabores acuosos. 
Su graduación alcohólica no es muy alta, aunque con una maceración en frío da aromas frescos de limoncillo y hierba fresca. Acidez equilibrada, a veces con escaso cuerpo y ligero en boca. Da vinos jóvenes y frescos de consumo temprano. 
Para llegar a buen puerto con la excelente cosecha que se avecinaba tuvieron que contratar a guardas, pues suele haber bastantes vendimiadores de la uva ajena. Hubo que acondicionar y prepara el almacén del bar “El Coco” para hacer una bodega, con todo lo que conlleva de trabajo y dinero.




Primero había que comprar o localizar una prensa y después de muchas vueltas, encontraron una aquí en Villanueva, olvidada  en un solar al aire libre de la calle Cardenal Delgado a la altura del número once propiedad de la familia León, y que compraron por 500 €., aunque creo que en limpiarla y dejarla utilizable se han gastado el doble.
La prensa y el tornillo están fabricados en Francia entre finales del siglo XIX y principios del XX, y el cajón se ha hecho nuevo. La prensa lleva la inscripción: “preffoir americaim brevete”. “Marmonire brevet sgd Lyon”.
                           Manolo "El Coco" y Manolo Silva, los del centro

También adquirieron una moledora pero que no es despalilladora, ya que el escobejo de los racimos le sirve de drenaje a la prensa.

Les costó la misma vida desenterrar el tornillo, pues este estaba anclado a una piedra de grandes dimensiones, y transportarlo a la bodega donde hubo que hacer un agujero para meter tornillo y piedra a plomada, lo que supuso destrozar el suelo que había y hacerlo de nuevo.
Aparte del suelo, se alicató un foso para ir almacenando el mosto y decantarlo antes de pasarlo a las botas, siete toneles de 42 arrobas cada uno, que hubo que buscarlas, prepararlas y arreglarlas, más un montón de cosas que a mí se me escapan.


Por fin pisaron los días 9 y 10 de Septiembre  alrededor de 7.000 Kg. de “Garría”, saliendo unos 4.500 litros de mosto cuya graduación fue de 12,5º. 

La fermentación va a ser natural, por lo que creo que probaremos el primer caldo sobre la última quincena de Noviembre, aunque es curioso como ya a final de Septiembre había bodegas vendiendo mosto. ¿Como lo hacen? Pura química y manipulación.
Desde aquí le deseo a mi amigo Manolo toda la suerte del mundo, pues se la merece por tanto trabajo y tanta ilusión.  


(N) Si queréis ver el vídeo de la pisa, entrar en YouTube y buscar "Pisa de uvas tradicional y artesana en Villanueva del Ariscal 2011.