Querida esposa:
Otra vez ha vuelto a
suceder, y temo que cuando leas esta carta ya te habrás marchado, no se a
donde, pero lejos de mi.
Te lo juré y perjuré de
rodillas la última vez que sucedió y que me aseguraste que ya no aguantabas más, que te ibas si me volvías
a ver tomando una copa. Y ha sucedido.
No sé qué pasó, ya llevaba
dos años sin beber y creía tenerlo superado, pero me acerqué a la barra de
aquella celebración, y sin pedirlo, me pusieron delante aquel whisky solo con hielo,
y no pensé que es lo que hacía mi mano, pero antes de darme cuenta ya me lo
había bebido, y sólo vi tu imagen reflejada en el espejo, mirándome muy seria pensando que
aquello que veían tus ojos era imposible. Yo también pensé que aquello no había
podido suceder, pero pasó y aunque intenté que me volvieras a perdonar ya
tenías tomada tu decisión.
Te quiero con toda mi alma y
no quiero perderte. Sabes que cada día me levanto luchando con mi enfermedad, y
que como nos dijeron las recaídas suelen suceder y hay que levantarse de nuevo,
con ganas de lucha renovadas.
Sé porque lo he visto a mi
alrededor, que este vicio lleva a la muerte, como le ha sucedido ya a algún familiar
y a otras personas conocidas, y te aseguro que yo no quiero que esto me suceda,
pues quiero envejecer a tu lado plácidamente, de tu mano cogido, por lo que no
puedo soportar que te vayas de mi lado.
Si supieras la angustia que
me embarga y que me asfixia hasta hacer insoportable el dolor que me oprime el
pecho, si vieras mis ojos que ya no pueden llorar más de secos. No soy yo, soy
un muñeco roto que sin tenerte a su lado ya no le importa la vida, que no tiene
sentido si tú no estás a mi lado para ayudar a levantarme.
Te quiero demasiado, amor
mío. Vuelve y perdóname una vez más dándome fuerzas para luchar juntos contra
esta lacra que tengo encima y que nos separa.
Tantos años juntos y no
soporto ni que por un instante nos separe una habitación, una pared, de tanto
como eres yo mismo. Te quiero mucho, amor mío.
Vuelve.
Tu marido