lunes, 10 de noviembre de 2014

Penumbra

Una paleta de ambiguos plomizos colores, sacados del peor y bomitivo pensamiento de un monstruo, creados para apagar, para matar y rematar cualquier sentimiento que pudiera o pudiese venir de ente seudohumano, para asi vengarse de antiguas o nuevas afrentas que ya la eternidad olvidó, pero que un malvadamente amargado ser tiene bien presentes y quiere disfrutar de tan ansiado y agrio momento.
                                                                 


Un infinito gris continuo como tono de cielo que no cambiaba ni en el día ni en la vigilia de la madrugada, donde nunca llegaba el amanecer, ni las criaturas dispersas de aquel apagado submundo imaginativamente real, conocían otra cosa desde la más lejana época de la llegada a estas inciertas y nada arborescentes ¿tierras?.
Nadie lo sabía, ni se había imaginado ni puesto en duda otra cosa, pues cómo poner en duda la realidad de la mirada o el apagado gris de cada cercana realidad. ¿Realidad?
No convenía que el paso de los aburridos tiempos se dividieran en horas, ni días, ni tenía por qué sucederse un mes a otro, ni tendría que llegar ningún año después del primero que nunca terminaba, ya que al no haber luces y sombras no se podían definir los tiempos de la vida, de esta inopinada oscura vida…¿Era vida?
                                                                



Como lombrices humanas dormidas y en silencio, se repartían los quehaceres sin palabras, sin gestos, sin llantos ni sonrisas, todo marcado en la ancestral costumbre o en las manías del monstruoso mandamás de ese tiempo conformado de infinitos momentos, pues nadie se podía permitir pensar ¿Pensar?
                                                                   


Nada podía existir más allá de este encapotado firmamento, pues al no “movernos de lo nuestro”, ni la posibilidad tenía cabida en las oscuras dudas de aquel deambular atento a cualquier cambio, para maldecir, eso sí, de pensamiento callado y sin esfuerzo, lo que desconocían, lo que les era negado no fuera a ser que se les ocurriera abandonar el maldito lugar y escapar a otro tiempo. Pero ¿Existía otro lugar?
Podía ser ese otro sitio donde se decía iban los muertos, pero ir de esta infra utilizada vida directamente a la tumba, sin vivir ni un aliento, ni un momento, sin tenerse un sentimiento para este o ese que rozan sus manos, sin verle la cara y sin escuchar sus pasos ni su aliento, sin saber si tampoco ve más allá que nosotros, que está tan atado aquí como Yo, aunque me crea prisionero si es que recordara otro sitio, alguna vida pasada, algún celeste cielo antes de que llegara, a este siniestro agujero.
                                                                    


Si. Horrible agujero.
Morirme aquí, ya que muerto estoy, y resucitar bajo un azul firmamento con sol, y muchos pájaros cantores, y un enorme prado verde donde pasten vacas y corderos, que venga la luna después del día, y conocer y amar todo lo que se me negó en el encierro, donde por fin pueda olvidarme del cruel cautiverio en la maldita Penumbra y que maldita sea por los Tiempos.



En Aljaraque, a 10 de noviembre del 2014


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