Una
paleta de ambiguos plomizos colores, sacados del peor y bomitivo
pensamiento de un monstruo, creados para apagar, para matar y rematar
cualquier sentimiento que pudiera o pudiese venir de ente
seudohumano, para asi vengarse de antiguas o nuevas afrentas que ya
la eternidad olvidó, pero que un malvadamente amargado ser tiene
bien presentes y quiere disfrutar de tan ansiado y agrio momento.
Un
infinito gris continuo como tono de cielo que no cambiaba ni en el
día ni en la vigilia de la madrugada, donde nunca llegaba el
amanecer, ni las criaturas dispersas de aquel apagado submundo
imaginativamente real, conocían otra cosa desde la más lejana época
de la llegada a estas inciertas y nada arborescentes ¿tierras?.
Nadie
lo sabía, ni se había imaginado ni puesto en duda otra cosa, pues
cómo poner en duda la realidad de la mirada o el apagado gris de
cada cercana realidad. ¿Realidad?
No
convenía que el paso de los aburridos tiempos se dividieran en
horas, ni días, ni tenía por qué sucederse un mes a otro, ni
tendría que llegar ningún año después del primero que nunca
terminaba, ya que al no haber luces y sombras no se podían definir
los tiempos de la vida, de esta inopinada oscura vida…¿Era vida?
Como
lombrices humanas dormidas y en silencio, se repartían los
quehaceres sin palabras, sin gestos, sin llantos ni sonrisas, todo
marcado en la ancestral costumbre o en las manías del monstruoso
mandamás de ese tiempo conformado de infinitos momentos, pues nadie
se podía permitir pensar ¿Pensar?
Nada
podía existir más allá de este encapotado firmamento, pues al no
“movernos de lo nuestro”, ni la posibilidad tenía cabida en las
oscuras dudas de aquel deambular atento a cualquier cambio, para
maldecir, eso sí, de pensamiento callado y sin esfuerzo, lo que
desconocían, lo que les era negado no fuera a ser que se les
ocurriera abandonar el maldito lugar y escapar a otro tiempo. Pero
¿Existía otro lugar?
Podía
ser ese otro sitio donde se decía iban los muertos, pero ir de esta
infra utilizada vida directamente a la tumba, sin vivir ni un
aliento, ni un momento, sin tenerse un sentimiento para este o ese
que rozan sus manos, sin verle la cara y sin escuchar sus pasos ni su
aliento, sin saber si tampoco ve más allá que nosotros, que está
tan atado aquí como Yo, aunque me crea prisionero si es que
recordara otro sitio, alguna vida pasada, algún celeste cielo antes
de que llegara, a este siniestro agujero.
Si.
Horrible agujero.
Morirme
aquí, ya que muerto estoy, y resucitar bajo un azul firmamento con
sol, y muchos pájaros cantores, y un enorme prado verde donde pasten
vacas y corderos, que venga la luna después del día, y conocer y
amar todo lo que se me negó en el encierro, donde por fin pueda
olvidarme del cruel cautiverio en la maldita Penumbra y que maldita
sea por los Tiempos.
En
Aljaraque, a 10 de noviembre del 2014
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