Estaba sentado en la terraza
de mi acostumbrado bar esperando mi desayuno, (café con leche y pan integral
tostado, con un ajo refregado, aceite de oliva y jamón) cuando desde que vi
venir a lo lejos a mi amigo Sebas, con su sombrero, bastón y perro, constaté
que venía contrariado por algo, pues el rictus de su cara no era la
acostumbrada media sonrisa caustica. Una vez sentado a mi lado, encendido su
primer cigarrillo y pedido el desayuno, le pregunté:
-Algo te pasa hoy ¿No?
-Anda,
que he empezado la mañana bien.
-
Cuenta -le dije.
-Es que las cosas que me pasan son que parece que me las invento de tan
extrañas.
-Cuenta-le
repetí.
-Pues
lo primero que me pasó fue, que al sacar del armarito los avíos de afeitar, se
me cayó el bote del masaje facial, y tuve que recoger los cristales estando
descalzo, y luego fregar el suelo, que se había quedado pegajoso y resbaladizo.
(Ya había empezado a reírme
bajito para no cabrearlo)
-Luego,
siguió, me metí en la ducha y estando
enjabonándome, noté algo extraño en la espalda, me refregué en el sitio y cayó
al agua una salamanquesa. ¡Qué asco!
Salí
de la ducha tal como estaba, y pegué un resbalón que casi me mato. ¡Qué porrazo
me pegué en la rodilla!
(Mis carcajadas me
impidieron seguir comiendo, casi me atraganto)
-Mientras
tanto el bicho siguió corriendo, y yo persiguiéndolo con el chorro a presión de
la ducha para tirarlo de los azulejos, de donde cayó al fin, pero ahora el
problema era que no cabía por el sumidero y seguía coleando, hasta que cogí un
trozo de papel higiénico, lo agarre
rabeando y todo, y lo tiré al wáter, en donde el bicho parecía submarinista, ya
que tuve que tirar tres veces de la cisterna para que se fuera por la cañería.
Pero
antes de ver como mi enemigo era engullido por el agua, me volví a resbalar hasta
quedarme de rodillas frente al inodoro, así que vengo cabreado por dentro y por
fuera. No veas los moratones que tengo.
Yo seguía riéndome, y él muy
digno, empezó a desayunar sin mirarme.
-Bueno, le
dije, ya que habías cogido al animal, por
qué no lo tiraste por la ventana para que siguiera viviendo; es un bicho que solo
come insectos y mosquitos, y te aseguro que no ataca a nadie. Pobrecita.
-¿Es
que tú no ves los programas de animales de la televisión?-contestó. Yo he visto a esos lagartos cuando son
grandes, como atacan al hombre o a cualquier animal por grande que sea para
comérselos.
-Eso
que tú has visto, son cocodrilos, que no tienen nada que ver con lo que has
matado.
-¡Que
enterao eres! Yo he visto hasta un reportaje en donde salía un bicho enorme de
esos saliendo de una alcantarilla. Cuando esto te pase a ti, tú les echa de
comer si quieres, pero yo los mato por si acaso.
Yo seguía riéndome sin poder
acabar el desayuno, pero él consumía el suyo con la rapidez acostumbrada.
En un receso continuó:
-Ahora
va a resultar que yo soy tonto y tú el listo.¡Enterao!
Pedí otro café porque el
anterior se había enfriado, y seguí dándole la vara hasta que se despidió con
gesto de cabreo, que ya era por mis pullas y por las carcajadas incontenibles.
-Ahí
te quedas, so listo –me dijo dándome la espalda con toda la
dignidad que pudo, y mirando al perro no fuera a ser que también se estuviera
riendo.
Cuando ya iba un poco lejos,
le grité:
-Sebas,
que no has pagado y hoy te tocaba a ti.
Se volvió, me dio un corte
de mangas, y siguió su camino.
¡Joder con el Sebas!