No, no lo podía aguantar; lo
odiaba y lo sabía, y sin embargo no hacía nada por remediarlo.
Eran hermanos, pero muy
diferentes. Uno brillante y triunfador, el otro oscuro y taciturno. El mayor,
Tomás, muy trabajador y voluntarioso pero nada inteligente, no llegó a terminar los estudios superiores,
aunque trabajaba en la empresa familiar a cargo de las cuestiones
administrativas hacía ya años. Estaba amargado, porque aunque se partía el
lomo, su padre nunca le demostraba que valorara lo que hacía, y en más de una
ocasión lo ridiculizó públicamente cuando cometió algún error.
Su hermano menor, Damián,
era totalmente el reverso de la moneda: Alto, bien parecido, simpático y muy
inteligente aunque algo indolente, es el que estaba por decisión paterna al
frente de la compañía, donde trabajaban más de cien personas entre fijos y
contratados, y a la que había llevado a unos crecimientos espectaculares desde
que tomó las riendas, ya que su padre estaba ya casi retirado, aunque en asunto de inversiones dijera siempre la última
palabra.
La relación entre ambos
hermanos no es que fuera lejana, es que
no existía, de tantos agravios comparativos que los había ido enfrentado en el
transcurrir del tiempo.
Tenía la familia una enorme
finca ganadera y coto de caza en Extremadura, donde solían ir con frecuencia el
padre y los hermanos de cacería acompañados de amigos o de algún cliente, y eso
era lo que los había llevado hasta allí aquel nefasto día.
Cada uno había ocupado su
puesto, y ya los ojeadores y los perros dirigían las posibles piezas hacia
donde se encontraban los cazadores al acecho, cuando sin saber muy bien lo que
hacía, Tomás miró por la mira telescópica de su rifle hacia donde estaba su
hermano, y ya acariciaba el gatillo con el dedo, cuando su padre salió de la
nada y le desvió el cañón de la escopeta
sin dirigirle la palabra, pero con la mirada se lo dijo todo.
Fueron entrando las piezas,
ciervos, conejos, jabalíes, hacia los cazadores, pero cuando Tomás fue a
rematar de un tiro a un jabalí malherido, su hermano Damián se cruzó temerariamente
por delante, de tal forma que este recibió el impacto de su hermano que iba
destinado al animal.
A pesar de que fue atendido
sobre el terreno y trasladado a un
hospital, Damián murió a las pocas horas del suceso, y aunque todo el
mundo entendió que había sido un trágico accidente, las consecuencias no se
hicieron esperar.
Tomás fue echado de su casa,
de su trabajo y odiado por los suyos, ya que en el núcleo familiar lo culparon
del suceso, y sobre todo el padre que había visto el primer intento fallido por
su intervención.
Nunca nadie volvió a saber
nada de Tomás, aunque después de muchos años y desaparecidos casi todos los
protagonistas de esta historia se supo, que este vivía en la selva de Ecuador
entregado a labores humanitarias.
A veces las acciones
preceden a los sentimientos, y los más bajos instintos prevalecen en el
terrible animal que todos llevamos dentro.