Pasaron esos días
entretenidos en la charla con los amigos, las cenas y barbacoas al aire libre a
la tenue luz de las velas, los gritos y las risas de los niños jugando, y el de
retomar aquel libro (obra maestra nos dijeron) que siempre abandonamos y que
hemos dejado nuevamente inacabado.
Estamos en otro tiempo del
que no nos dimos cuenta, hasta que al ir a coger el coche una mañana, observamos que está
cubierto de hojas secas, esas que un día fueron savias de un enorme árbol para
luego vestir en todo su esplendor un verde lujurioso como es la propia
primavera en su despertar.
Un día pasamos del vestir
ligero y fresco, a abrigarnos un poco en las mañanas, hasta que de nuevo un sol
del que creíamos habernos librado, nos recuerda que aún no está vencido, que todavía
nos dará medios días y tardes calurosas.
Aquellos jóvenes adolescentes
que se escondían de las miradas en los acantilados, que se juraron amor eterno
y se prometieron que no caducarían sus besos, que lo suyo era serio, que era
para siempre, aún no saben que al verano siguiente ya no se verán igual, que
algo ha pasado, que el tiempo les ha jugado una mala pasada, aunque no serán
conscientes de todo esto hasta mucho después.
Es lo que tiene el devenir
de lo humano, acontecimientos encadenados nunca iguales, a veces ni semejantes,
pero que van enderezando las líneas sinuosas de nuestra vida que nunca es
recta, sino que va encadenando punto tras punto en una quebrada hasta aclarar
qué trayectoria llevamos, aunque esto difícilmente sea visto introvertidamente; siempre será otro, con mayor
o menor fortuna, el que defina lo que hicimos y acertamos, o que cuente
nuestros fracasos y negaciones.
En esta nueva estación en
que volvemos a la realidad después del relajado verano, seamos nosotros mismos,
disfrutemos con lo que hacemos sabiendo que no somos el mejor de la clase
aunque aspirábamos a serlo, a tomarnos deportivamente que aquel puesto que
creímos merecer se lo dieron a otro, a retomar todas las cosas que son
importantes y que nos producen satisfacción, sin mirar con envidia o melancolía
lo de los demás.
Disfrutar, divertirse a ser
posible con lo que hacemos, contemplar sólo lo positivo de las situaciones y de
las cosas, sacar partido a todo. Aún en lo peor, hay algo positivo.
Que el nuevo tiempo os
traiga el desarrollo de todo lo bueno que tenemos y que muchas veces ignoramos.