Eran dos jóvenes inquietos,
estudiantes del último curso de ingeniería informática, pero que en sus ratos
libres, en vez de copas, ligues y demás cosas que hacían sus compañeros, se
iban a una nave industrial del padre de uno de ello, antigua imprenta de un
conocido rotativo.
Allí investigaban todo lo
que se les ocurría, hasta que un día casi sin querer, dieron mediante
nanotecnología con un procesador con núcleo de grafeno y titanio, y que si
llevaban sus investigaciones hasta donde
querían, podía revolucionar el mundo informático, de la energía solar, eólica,
del automóvil y otras muchas cosas, pero necesitaban financiación.
Ya se habían gastado casi
todo lo que tenían y algunos ahorros de la familia para registrar a nivel
mundial su procesador.
A partir de aquí, recibieron
varias ofertas queriendo comprarles su invento, pero no era eso lo que ellos
deseaban, sino poder terminar sus investigaciones, y lo único que se les
ocurrió, fue poner en una página de internet peticiones económicas, que no
llegaron a mucho, pero suficiente para seguir investigando unos meses.
A pesar de los sistemas de
seguridad que tenían en la nave, habían intentado robarles en dos ocasiones, y
una de ellas habían estado muy cerca de conseguirlo, por lo que repartieron sus
informes y estudios más sensibles entre varias ubicaciones.
Pero todo se precipitó
cuando Mané, uno de ellos, desapareció de forma misteriosa un día saliendo de
clase, y Jose, el otro socio, había recibido en el móvil un mensaje diciendo
que si no entregaban los estudios de su invento, no vería más a su amigo, y que
no llamara a la policía.
Las familias se reunieron
para decidir qué hacer, si entregarlo todo y salvar al muchacho, o ¿qué otras
opciones tenían?
Algunos compañeros de
facultad también se reunieron, y el padre de uno de ellos acabado de jubilar y
que había trabajado en una brigada policial de delitos informáticos, quedó en
llevar a cabo una investigación secreta pero con premura, pues no disponían de
tiempo.
El caso fue, que el chico
apareció sin tener que entregar nada, y por la prensa se enteraron del desmantelamiento
de una peligrosa banda que operaba desde Bulgaria, apresando en Madrid y en
varios otros países a catorce personas.
Pero como su incipiente
invento necesitaba tecnología punta, que no poseían, y mucho dinero, tuvieron
que tragar y asociarse con una multinacional coreana, creando una empresa de la
que ellos sólo tenían el 35%, pero que les respetaba la propiedad del invento y
trabajar en lo que les gustaba.
Sólo el dinero es dueño de
las tecnologías, y nadie sabe cómo la utilizarán las todopoderosas
multinacionales.