A la mujer de mi
vida
-Pero si hasta mañana no me operan ¿Por qué no te
vas a casa a dormir?
-Ni hablar, me quedo contigo
Después de toda la noche medio durmiendo en una
butaca, me ayudó a ducharme y a prepararme para la operación.
Mientras estuve en quirófano no se separó de la
puerta (cuatro horas). El cirujano le comunicó que todo había ido bien.
Cuando salí de la sala del “despertar”, allí estaba
para darme besos y preocupada por si me dolía.
Seis días de estancia en el hospital, de donde no se
separó de mí ni de noche ni de día. Todas mis impertinencias, propias de un
doliente, eran atendidas por mi ángel con prontitud, amabilidad y muchísimo
cariño.
Me despertaba a media noche, y allí estaba siempre
ella para avisar a la enfermera, para darme la medicina o ponerme la cuña y
hacer mis necesidades. A las ocho de la mañana, me traía un café del bar y mi
periódico. Siempre con una sonrisa, un beso y mucho agrado. Todo para mí
olvidándose de ella misma.
Me ayudó a dar los primeros pasos por el pasillo de
la planta con mi andador, preocupada de ponerme abrigado para evitar los
resfriados. Subiéndome del bar cualquier cosa que se me apeteciera.
Ya en casa, cuando me dieron de alta, dormía a los
pies de mi cama en un sillón, de cualquier forma, siempre atenta a cualquier
dolor que tuviera o para cambiarme de postura, o darme agua o el bote del pipí.
No se quitaba ni el “sonotome” para así estar atenta a cualquiera de mis
deseos.
Con que
cariño y dedicación me lavaba y me secaba llenándome de besos por todo el
cuerpo, de rodillas para secarme los pies o ponerme los calcetines,
escogiéndome la ropa que me quería poner, sirviéndome el desayuno o las comidas
sin separarse de mí por si se me ocurría algo.
Después de cuatro meses y ya muy mejorado, he
aprendido a subir las escaleras y dormimos en nuestra cama juntos, casi toda la
noche abrazaditos.
Sigue atenta a todo lo mío, lleva casi cinco meses
sin salir un día de tiendas o de relajo, hasta ayer que me dejó solo por
primera vez, pero me llamaba al móvil casi cada hora.
¡Cómo no la voy a querer! Es mi vida, mi sueño y mi
alimento.
Te quiero Pili, cada día más y después de cerca de
cuarenta años casados es un suspiro el tiempo a tu lado.
Gracias por tu amor y perdóname la mala vida que te
he dado estos últimos meses con mi enfermedad.
Estas letras son un homenaje a ti en el día de San
Valentín. Un beso.
Te quiero.
José Manuel a 13 de febrero del 2013
Pilar solamente decirte, guapa, guapa y guapa. Besos Blanca y Roberto
ResponderEliminarEs que no te la mereces...
ResponderEliminar...o si.
Un besote para los dos
Yo creo merecérmela, si no no estaría conmigo. El que siembra recoge.
ResponderEliminar