domingo, 29 de junio de 2014

Inesperada herencia (y IV )

(Continuación)

Me encerré en la biblioteca e intenté concentrarme en lo que leía con la 1ª Sinfonía de Gustav Mahler de fondo,  pero mi cabeza ya os imaginareis dónde estaba.
La llamé al móvil varias veces, pero no me contestaba, por lo que decidí dar una vuelta por los alrededores a la luz de aquella luna nueva que brillaba esplendorosa en el cielo.
Empecé a caminar sin rumbo definido, cuando escuché que me llamaban, y al volver la cara vi que era Aurora que venía corriendo hacia mi sonriente.
-¿Qué haces tan tarde y con tanto frío por los terrones?
Y en ese momento lo tuve todo claro, y mis palabras avasallaron mi mente:
- Aurora, te quiero de una forma que creía no volvería a sentir, le dije agarrándole ambas manos.
Ella se quedó muy seria mirándome a los ojos, diciéndome:
- A mi me pasa también contigo, pero me da miedo. No estoy preparada para más sufrimiento.
La atraje hacia mí, y nos besamos abrazados durante un tiempo congelado en la nocturna luz  que nos envolvía.
                                                                                   
  
Sin decirnos nada, sólo con el lenguaje de los imperiosos sentimientos, nos dirigimos a la vivienda que me acogía, donde no sólo toqué el cielo, sino varias galaxias y otros mundos que no conocía a pesar de mis muchos años.
Cuando desperté aquella mañana siendo un hombre nuevo, ella ya no estaba, pero su aroma continuaba en las sábanas y en mi  piel.
Al bajar a desayunar después de una gratificante ducha, capté cómo las mujeres de la casa me miraban con medias sonrisas cómplices sin decir nada, y al acabar el ágape, me dirigí al despacho de Antonio en la bodega.
Nos saludamos y le pedí que llamara a su hija que no estaba muy lejos, pues la vi por el rabillo del ojo cuando entraba en la gerencia.
                                                                                  


Ella llegó muy sonriente, besó a su padre y me tomó de la mano de la forma más natural del mundo, mientras yo decía un poco envarado:
- Amigo mío, te tengo que decir que quiero a tu hija y el sentimiento es mutuo. Quiero estar con ella el resto de mi vida.
-¿Por qué será que la noticia no me coge por sorpresa? Si que habéis ido rápido.
-Bueno, ya no somos tan jóvenes, sobre todo yo, y no quiero perder más tiempo para estar  juntos
Antonio salió de detrás de su mesa para darme un fuerte abrazo, y luego besó a su hija que con lágrimas en los ojos, dijo:
-Papá  quiero a Fernando con toda mi alma.
Y nos fuimos los tres a contárselo a su madre, que aunque estaba en el ajo por las confidencias de su hija, me abrazó y me besó diciéndome que la noticia la había llevado a uno de los mejores días de su vida.
Aquel mismo día se improvisó una pequeña fiesta a la hora del almuerzo, donde Antonio para evitar murmuraciones, comunicó a los empleados y a los mejores amigos la buena nueva.
No hay que decir que ya estuvimos juntos el resto del día y de la noche, y qué felicidad cuando al despertarme estaba a mi lado aquel ángel que había aparecido inesperadamente en mi existencia. ¡Cómo había cambiado mi vida en tantos aspectos y en tan poco tiempo!
                                                                              


Desayunamos juntos y me conminó a bajar con ella a la maravillosa gruta de los vinos, pues quería que viera una cosa que le había llamado la atención, y es que en un rincón apartado de la bodega, junto a varias botellas de Château Lafite Rothschild, había una botella con una etiqueta ilegible que estaba como pegada a la madera, pues no se podía mover.
Yo la intenté manipular de todas las maneras, hasta que ya lo iba a dejar cuando sonó un “clic” que abrió una pequeña ranura entre la pared y los botelleros. Tiré hacia fuera y me traje la estantería, que dio lugar a una puerta de un metro y medio de alta por setenta centímetros de ancha aproximadamente, donde entramos a la luz de una mortecina bombilla que colgaba de aquella cueva.
Allí solo había unas estanterías corridas en forma de doble U llenas de cajas cuadradas, unas de latón y otras de madera, pero todas más o menos de la misma medida.
-“¿Qué será esto?” Nos preguntamos los dos a la vez. Como no se veía bien, Aurora fue a buscar una linterna, pero yo con el  corazón palpitando y sin aguantar la curiosidad, tomé una de aquellas cajas sacándola a la mesa de fuera y la abrí.
Me sentí morir de la impresión, pues lo que vieron mis ojosera dinero, billetes de 500 € en fajos perfectamente ordenados y que llenaban total y ajustadamente la caja.
                                                                                


Al llegar mi pareja y con sólo mirarme sin ver el contenido de la caja, supo lo que había encontrado. ¡El dinero físico de mi tío!
Estuvimos abriendo todas las cajas, y todas menos dos contenían  dinero, en las otras había documentos y las acciones que mi pariente tenía en gran cantidad de empresas.
La realidad es que ya me daba igual el dinero y las riquezas heredadas, pues el verdadero tesoro que había propiciado la herencia inesperada de mi tío, se llamaba Aurora, y junto a ella no me daban miedo ni los problemas ni el futuro.



En Zizur Mayor, a 29 de junio del 2014

domingo, 22 de junio de 2014

Inesperada herencia ( III )

(Continuación)

Me retiré a media tarde, quedando para vernos a la mañana siguiente, pues necesitaba descansar, relajarme y pensar un poco en aquella mujer que se había colado por mis poros y venas.
Con el pretexto de que me enseñara el sótano de la casa donde se encontraba la bodega privada, ahora mía, quedé con Aurora en vernos desayunando juntos al día siguiente, y pensando en ella me quedé dormido con una primera edición de poemas de Borges abierto por los primeros versos:

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor tan misterioso
como el mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.”

Me desperté con un regusto dulcemente tierno en mi cabeza, pero sin acordarme de mis sueños como siempre sucede con los más hermosos.
                                                                          


Bajé con la mejor de mis sonrisas, pues ya estaba esperándome mi onírica dama.
Charlamos largamente sobre vinos, pues al preguntarle por su preparación, me comentó que había estudiado biológicas, que se había especializado en enología, y que actualmente trabajaba en la bodega con su padre, como técnico. Todo esto me agradó sobremanera al ver a mi bella involucrada en mis negocios.
Bajamos las empinadas y crujientes escaleras de madera, y llegamos al portalón de entrada donde abrió con la llave que traía diciéndome.
-Aquí no se entra desde la última vez que vino D. Rafael, pues aunque la llave siempre la tiene mi padre, nadie estaba autorizado a bajar aquí sin que él estuviera presente.
Entramos en silencio sobrecogido, pues aquello era un verdadero santuario, dirigiéndonos hacia el “Sanctasanctórum”, sitio donde se sentaba mi benefactor y sus pocas visitas, presidido por una enorme mesa de cerezo con sus sillas correspondientes, donde aún había una botella casi media de un magnífico vino australiano y dos catavinos vacíos.
                                                                                  


-Bueno, pues habrá que empezar por saber qué es lo que tenemos aquí, dije y nos encaminamos a recorrer los pasillos y la sala principal de aquel tesoro tan amado por mi tío, llevando Aurora libreta en mano y recomendándole que, cuando pudiera, bajara con las mujeres para adecentar todo un poco, pero sin tocar las botellas y su polvo.
Estuvimos casi hasta las tres de la tarde allí y no habíamos catalogado ni la tercera parte de los repletos botelleros, en donde había caldos y cosechas de las mejores del mundo, según mi “técnica” particular, y nos fuimos a comer a un mesón cercano al pueblo, donde me habían dicho que hacían el mejor lechazo del país, no sin tener que insistir en mi invitación, pues ella se quería escaquear sin demasiada consistencia.
Charlamos toda la comida como si fuésemos dos antiguos amigos que se vacían el uno con el otro de todo lo que les bulle en la cabeza, y mantuvimos una larga sobremesa amenizada con muchas copas de un increíble Glenfiddich Gran Reserva, por lo que salimos de allí cerca de las siete de la tarde y un poquito puestos. Menos mal que la vuelta la hicimos campo a través por el camino que conducía a “San Rafael”, mi propiedad.
No se si fueron las copas o el corazón el que nos indujo a besarnos tiernamente en la boca cuando nos despedimos, aunque después ella salió corriendo, como arrepentida hacia su casa, pero a mi me dejó flotando en las primeras estrellas que empezaban alegremente a despertar.
                                                                            


Por desgracia, el día después no nos vimos, pues aunque ella continuó catalogando botellas, yo tuve que ir con Antonio a los bancos en el pueblo, para solucionar algunos problemas financieros que requerían de mi conocimiento y de mi firma.
En el camino de vuelta y agotadas las conversaciones de trabajo, vi a mi gerente un poco cortado, como sin saber cómo decirme lo que tenía en mente, pero yo me anticipé a su pensamiento, y le dije:
- Que persona más agradable y guapa es tu hija Aurora.
- Si, ya me he dado cuenta que estás más tiempo con ella que en los negocios.
- Bueno, como sabes me está catalogando e inventariando lo que hay en esa bodega del caserón, pero si tiene algo urgente en el trabajo, me lo dices, pues lo mío puede esperar. Y hablando de otra cosa, te tengo que confesar que me gusta mucho tu hija.
- Ella ya es mayor y sabe lo que hace, pero te ruego Fernando que tengas cuidado con los sentimientos, pues Aurora ha escarmentado ya por algunos fracasos y lo ha pasado muy mal. De todas formas gracias por tu sinceridad.
Y ahí quedó la cosa, pues habíamos llegado. Me dirigí directamente al sótano, pero ya se había marchado y estaba cerrado el portalón.
La llamé para quedar a desayunar a la mañana siguiente, y me dijo que no podría venir hasta media mañana, pero que quería que viera algo raro que había encontrado en la bodega, aunque no quiso adelantarme nada, y así quedamos.

(Continuará)

lunes, 16 de junio de 2014

Inesperada herencia ( II )

Cuando habían pasado ya más de tres semanas, anuncié al gerente de la bodega, al que conocía más por referencias que de las veces que lo vi de pequeño, que haría un viaje hasta allí para saludarnos y conocernos mejor, me pusiera al corriente de todo, y que por favor hablara con quien correspondiese y me prepararan la casa para pasar allí unos días de descanso.
Así que me puse al volante de mi flamante Audi Q-7 recién adquirido, y partí desde Sevilla hacia Toro, provincia de Zamora, casi contento y sin tanta preocupación como en los primeros días en mi nueva vida de terrateniente, ya que me estaba planteando, pues el efectivo no aparecía, vender algunos inmuebles aunque el tiempo no era el más propicio para sacar plusvalías inmobiliarias.
                                                                        


A todo esto decir, que yo Fernando, poseía una pequeña librería y que también soy un cuarentón soltero, ya que mi primer y único amor me rompió el corazón hacía muchos años, y aún no me había repuesto de aquello.
Llegué tres días después a media tarde, pues al final tuve que pasar por Madrid para solucionar algunos temas que no podían esperar, y como me dijo Antonio por teléfono, me estaba esperando para cenar con toda su familia, aunque antes dejé el equipaje y saludé a las dos mujeres que se encargaban de la casa, que encontré perfecta tal como la recordaba, me pegué un baño de casi una hora con un Cardús en la mano y escuchando a Debussy, y con ropa elegantemente informal me dirigí a casa de mi anfitrión.
Me recibieron cariñosamente como yo esperaba, aunque en los ojos de la esposa, notaba algo entre temor y reserva.
Tenían dos hijas, aunque sólo estaba allí la soltera y bellísima madurita Aurora, pues la menor vivía con su marido en el extranjero.
Fue todo muy agradable y distendido, hablamos mucho de mi tío y del pasado, pero inevitablemente llegó el momento en que había que hablar del presente y del futuro, pues había una interrogación en los ojos de las mujeres que no podían disimular.
                                                                               
  

Tranquilicé a la familia sobre la permanencia en el puesto del cabeza de familia, pero no era ni el lugar ni el momento de hablar de otros temas, pues ya habría tiempo de sobra para conocer todo y a todos, y hablar del futuro que por desgracia dependería de una liquidez financiera realista, y que se aclararía quince días después en una reunión con el círculo de confianza heredado de mi tío.
Al día siguiente Antonio estaría muy liado en la bodega y me acompañaría en cuanto pudiera, por lo que Aurora se ofreció a enseñarme la finca, la bodega y toda la casa solariega.
A las siete de la mañana me desperté y como ya no tenía ganas de dormir, me lié en un viejo batín seguramente de mi tío, para bajar a la cocina por un café, pues al ser aún de noche pensé que las empleadas de la casa dormían, pero cual no fue mi sorpresa al encontrar a ambas en la cocina, donde con buenas maneras me echaron llevándome a la biblioteca en espera del desayuno, que me sirvieron con rapidez aunque yo sólo quería café, pero había tal cantidad de cosas deliciosas que se me abrió el apetito.
                                                                                  


Estuve un rato hojeando libros maravillosos de aquella gran colección de incunables y obras maestras tan querida de mi feudo, hasta que me preparé para la excursión de la mañana con Aurora, la cual llegó puntual a nuestra cita, con un ajustadísimo vaquero y una camiseta que marcaban toda su preciosa anatomía.
Montamos en su viejo todo terreno para visitar las viñas, las cuales casi ni vi atontado por la dulzura en el habla y los celestes ojos de aquella mujer, pero cuando aún no había aterrizado, ya estábamos en el patio de entrada de la bodega, donde Antonio hablaba con dos señores que me presentó como de nuestros mejores clientes, dedicados a la exportación de vinos de calidad.
Aurora se marchó con un pretexto, para dejarnos solos a su padre y a mí.

Estuve en la bodega hasta el mediodía, en que nos trajeron cuando ya me iba a marchar, un montón de comida que acompañada con un magnífico vino Gran Reserva 2007 Don Rafael, consumimos charlando sobre cómo veía Antonio el futuro, que por cierto nos deparaba sin remedio una gran inversión para superarnos en competitividad y seguir creciendo. Y si el dinero no aparecía, a ver de donde.

viernes, 13 de junio de 2014

Inesperada herencia ( I )

Ahora, después de su muerte, hasta casi parece querido por la larga familia lejana recién aparecida y muchos que, se dicen, eran sus amigos. Hablo del “bueno” del tío Rafael, hermano de mi difunta madre, que era un solterón meapilas, alto y delgado cual espárrago, amargo de carácter y cortante en las tercas frases que muy pocos le oyeron en su larga vida.
Conmigo, sobrino de sangre y única descendencia que tenía, siempre se comportó como mi segundo padre y casi como un amigo, quizás debido a nuestras largas parrafadas sobre historia y literatura, que siempre iban acompañadas por buenos vinos tintos o blancos, de España o de cualquier lugar del mundo que tuviese cepas del gusto más refinado que encontrarse pudiera.
                                                                           


A su fallecimiento, debido a los noventa y tantos años que tenía, me encontré con la sorpresa de que todos los bienes que poseyó en vida los había puesto a mi nombre y declarado “heredero universal”, incluso pagó los derechos reales o de herencia que comportaban sus posesiones, según me comunicó su otro único amigo, el notario del Ilustre Colegio de Madrid, D. Miguel Téllez y Olabarría; a saber:
Una casa en el barrio de Santa Cruz de Sevilla, un ático con jardincito y piscina frente a la Giralda, un piso en la Gran Vía de Madríd, tres apartamentos en diferentes playas, y la perla: una enorme finca de viejos viñedos con una tremenda y señorial construcción en piedra, aneja a la bodega que pisaba y comercializaba el néctar envidiado de aquellas uvas.
                                                                            


Pero el verdadero misterio estaba, en que no había por ningún sitio dinero en efectivo ni cuentas bancarias, y nada se sabía de las múltiples acciones que constaba que tenía. Sólo existían las cuentas que gestionaban su bodega y las que su administrador tenía abiertas para los pagos de los gastos de sus inmuebles y los sueldos de su personal, y que se nutrían de los dividendos que recibía, pero incluso esta última, sólo disponía de dinero para pagar los gastos más apremiantes.
Como podréis imaginar, aunque en un principio me puse muy contento por lo que aquello aliviaba mis penurias económicas, me encontré con un problema que no sabía cómo iba a afrontar, pues la realidad sea dicha, todo me venía un poco lo siguiente de muy grande.
En estas estaba, cuando mi primera actuación fue confirmar a todo el mundo en sus puestos incluido el administrador, y es de justicia decir que este hombre también mayor, sería mis manos y mis ojos hasta que once años después de aquello, falleció.
                                                                             



En las largas conversaciones tenidas con D. Arturo, pues ese era su nombre, me aseguraba que en alguna cuenta de España o en el extranjero tenía que haber mucho dinero, pues era imposible pensar otra cosa a pesar de que llevaba un gran tren de vida y realizaba generosas dádivas, por lo que de común acuerdo encargué a una empresa especializada en estos menesteres, una profunda investigación. ¿Donde habría guardado el dinero Rafael?

(Continuará)

martes, 3 de junio de 2014

Renuncio, pero...

A sus setenta y nueve años y después de treinta y nueve dirigiendo la Empresa, estaba cansado y decidió retirarse, pero con una exigencia: Quería que lo sucediera en el puesto su hijo que estaba muy preparado para esa responsabilidad, ya que había pasado por todos los departamentos de abajo-arriba, aparte de tener las carreras de Económicas y Empresariales, Derecho, dominar perfectamente varios idiomas y el CFA hecho en USA.
Ya lo tenía hablado con los dos principales accionistas del Concejo de Administración y estaban de acuerdo, y tenían poder para hacerlo, aunque los accionistas minoritarios, el Comité de Empresa y los trabajadores en general, prefirieran que se hiciera una selección entre todo el que quisiera presentarse y estuviese preparado para cubrir dicho puesto.
                                                                             


Juan, que se así se llamaba nuestro hombre dimisionario, había entrado en la Empresa propiciado por el “dedo” del anterior Director Gerente, que fue el primero que llevó su puesto, por cierto, de forma dictatorialmente abusiva durante los cuarenta años que duró en el cargo, interrumpido sólo por su muerte.
Nuestro nuevo director cambió totalmente de talante, permitió que hubiese representantes sindicales entre los trabajadores, y lo cierto es que aunque entró como entró, había sido todo un acierto, pues las ventas habían aumentado exponencialmente, los obreros en su mayoría estaban contentos, y el Concejo de Administración lo alababa a todas horas, aunque lo controlaba en todas las acciones que se llevaban a cabo.
                                                                           


Llegó el día en que todo el Concejo se reunió para hablar y votar a un nuevo Director Gerente, y el hijo de Juan, Felipe, salió elegido con los votos de los mayores accionista que poseían el 75% de la Compañía.
Ante el nombramiento de Felipe como nuevo director, hubo bastante contestación por parte de los trabajadores, que aunque consideraban a éste suficientemente preparado y con credibilidad, veían por otro lado como no tenían ningún poder para influir en la elección de sus dirigentes, que les venían impuestos por el poder de los accionistas mayoritarios.
Hasta tal punto llegó el malestar, que el presidente del Concejo, hizo una reunión con la mayoría de los trabajadores, donde les dijo:
“A ustedes se les paga para trabajar, y creo que en ese aspecto estáis contentos. El que quiera tomar decisiones a otro nivel, que compre la Empresa y marque cómo hacer las cosas, pero mientras estemos nosotros aquí, las haremos como creemos que es mejor para todos, y si pensáis en como estábamos y como estamos, y sois sinceros con vosotros mismos, tendréis que reconocer que todo a ido a mejor en todos los aspectos”.
                                                                              


Y ahí acabó todo, no sin dejar cierto mal sabor de boca en algunos, pero todos pensaban en qué les depararía el futuro con el “heredero” Felipe.
Cualquier paralelismo o semejanza con cierta acción política actual, es pura coincidencia.


En Villanueva del Ariscal, a 3 de junio del 2014