Irene y Nora habían ido con
sus compañeras de curso a un vivero, y ya un poco aburridas de las
interminables explicaciones de su maestra, se fueron quedando rezagadas en una
zona sombreada en donde podían hablar de sus cosas:
-Nora, dijo Irene, me
gustaría saber más sobre las plantas, y tú que eres una experta en Ciencias
Naturales, me podrías contar alguna de tus historias sobre ellas.
-Vale, dijo Nora, te contaré
algo sencillo para que sepas cosas, y
aprendas súper rápido sobre plantas y te lo pases genial.
“Había una vez un pequeño
enanito de jardín que se llamaba Lordio. Vivía en una caseta, y como no tenía
amigos, no era feliz.
Una mañana, Timbel, el
profesor de nuestro amigo, le enseñó una planta de romero y cómo crecía.
El Romero, le
dijo,
sale de una semilla que nace en un vivero, y despierta con el calor de los
rayos del sol:
“Despierta, dijo el calor
alumbrando; despierta, dijo la fría lluvia mojándola con sus gotas.”
Y la planta, que sintió las
llamadas, quiso ver qué ocurría ya que era muy curiosa, y para salir guapa la muy presumida, se puso
un vestido verde y estiró el cuerpo hacia arriba.”
De toda planta que nace,
esta es la historia sencilla. Sería más complicado explicarte los infinitos
vestidos y flores que pueden adornar las especies de cualquier jardín, basta
con que vayas aprendiendo cuando mires a tu alrededor.
Y gracias al milagro de la
naturaleza, Lordio tuvo muchos amigos cuando al fin, todas las plantas de
alrededor de donde habitaba le hablaban, jugaban, y se reían con él.”
-¿Sabes Nora?, dijo Irene,
me encantan las mates, pero también me empiezan a gustar las plantas, gracias
al bonito cuento que me has contado.
-Bueno Irene, pues tú me
tendrás que ayudar con las matemáticas, que ya sabes que se me dan fatal. ¿Trato
hecho?
Vale, dijeron las dos
abrazándose con risas, y salieron corriendo cogidas de las manos en busca de
sus compañeras.
Y potorrón, potorrón, contar
cuentos me gusta un montón.
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