jueves, 3 de noviembre de 2016

De las plantas (Basado en una historia escrita por mi nieta Olivia)

Irene y Nora habían ido con sus compañeras de curso a un vivero, y ya un poco aburridas de las interminables explicaciones de su maestra, se fueron quedando rezagadas en una zona sombreada en donde podían hablar de sus cosas:
                                                                  


-Nora, dijo Irene, me gustaría saber más sobre las plantas, y tú que eres una experta en Ciencias Naturales, me podrías contar alguna de tus historias sobre ellas.
                                                                   


-Vale, dijo Nora, te contaré algo sencillo para que sepas cosas,  y aprendas súper rápido sobre plantas y te lo pases genial.
“Había una vez un pequeño enanito de jardín que se llamaba Lordio. Vivía en una caseta, y como no tenía amigos, no era feliz.
                                                                  


Una mañana, Timbel, el profesor de nuestro amigo, le enseñó una planta de romero y cómo crecía.
El Romero, le dijo, sale de una semilla que nace en un vivero, y despierta con el calor de los rayos del sol:
“Despierta, dijo el calor alumbrando; despierta, dijo la fría lluvia mojándola con sus gotas.”
                                                                    


Y la planta, que sintió las llamadas, quiso ver qué ocurría ya que era muy curiosa,  y para salir guapa la muy presumida, se puso un vestido verde y estiró el cuerpo hacia arriba.”
De toda planta que nace, esta es la historia sencilla. Sería más complicado explicarte los infinitos vestidos y flores que pueden adornar las especies de cualquier jardín, basta con que vayas aprendiendo cuando mires a tu alrededor.
                                                                     


Y gracias al milagro de la naturaleza, Lordio tuvo muchos amigos cuando al fin, todas las plantas de alrededor de donde habitaba le hablaban, jugaban, y se reían con él.”
-¿Sabes Nora?, dijo Irene, me encantan las mates, pero también me empiezan a gustar las plantas, gracias al bonito cuento que me has contado.
                                                                    

                                                                        
-Bueno Irene, pues tú me tendrás que ayudar con las matemáticas, que ya sabes que se me dan fatal. ¿Trato hecho?
Vale, dijeron las dos abrazándose con risas, y salieron corriendo cogidas de las manos en busca de sus compañeras.

Y potorrón, potorrón, contar cuentos me gusta un montón.

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