Siempre entro en el blog de mi amiga Miryam, (http://40aneraunamas.blogspot.com). En esta ocasión ha escrito algo, como siempre muy bueno, sobre el olor.
No puedo mejorar su talento narrativo, pero si contar mis experiencias al respecto.
Toda mi familia tiene una pituitaria excepcional, diría yo, para reconocer y definir sensaciones olfativas, ya que tenemos ese don especial de tamizarlas a través del celebro.
Mis recuerdos olfativos me llevan a una edad muy temprana de la cual recuerdo sobre todo, el olor al jabón verde, ahora llamado “Marsella”, con el cual mi madre además de emplearlo para cocina, suelos, baños y todo lo de la casa, lo empleaba también para el aseo sabatino al que nos sometía cada mañana de dicho día, que era cuando también nos cambiaba de ropa interior, precedida la acción por la plegaria: “Bendita sea tu pureza/y eternamente lo sea, etc.…
También recuerdo el olor indefinido de mi madre, entre un perfume que se llamaba “Maja”, y el sudor de después de los quehaceres diarios. Como el de mi padre, que usaba un “fijador” en polvo que había que mezclarlo con agua, y que tenía un olor muy peculiar.
Ese olor de mi clase del Colegio de Los Maristas, a madera de los lápices, a goma de borrar, a tinta de tintero en banca, de tiza, de sotana de cura que eran nuestros enseñantes y otros olores inconfesables de quinceañeros de hormonas revueltas.
Todo eso lo guardo en mi memoria olfativa de tal forma que cuando los percibo, vuelvo al sitio donde los olí por primera vez, e incluso identifico a compañeros de mi clase del colegio.
También lo vivo cuando recuerdo la primera vez que mi mano abrió la blusa de mi primer amor, las cuales no me lavé hasta después de mucho tiempo, y aún hoy su recuerdo olfativo me pone “palote”.
Había veces que por el olor, identificaba en un pub, quien tenía ganas y quien con ella era inútil intentarlo. Casi nunca me equivoqué.
Pero sobre todo adoro el olor a limpio de mi mujer, aún antes de echarse colonia. Creo que de lo primero que me enamoré cuando la conocí en un guateque de los sesenta y pico, fue de su exquisito aroma a mujer. Y por supuestos me encantan las colonias carísimas que usa mi hija, aunque el olor humano de ella es una autentica fragancia de flores exóticas e inolvidables.
El mañanero olor a café recién hecho, el olor de los cocidos de los sábados, los adobos del pescadito frito.
Alguna vez me invitaron a catas de vinos y de aceites de oliva. Hasta una vez participé en un hotel de una cata de aguas minerales.
Ese olor a tierra mojada, césped recién cortado o a incienso de los altares.
Lo mismo que había ciertos olores que no podía soportar: El olor a sucio, el olor a pié sin lavar, el olor de la naranja o el del pescado me sofocaba y no podía por menos que alejarme. También el de las esencias de colonias de mercadillo, el de wáteres públicos, incluso el olor a mi propio sudor no podía aguantarlo, a pesar de ducharme cada día una o dos y hasta tres veces.
Me encantaba sin embargo, el olor a colonia infantil de los bebés, e incluso el de leche agria de los rebocitos. Incluso no me importa el olor de mi nieta cuando se hace lo más grande.
Lo mejor que he leído sobre esto, es el libro de Patrick Süskind, “El Perfume”, que incluso se ha llevado al cine, el cual os recomiendo si no lo habéis leído.
Incluso tú Miryam, tienes tu propio aroma que identifico aunque no nos veamos.
Esta narración te la dedico especialmente a ti, pues escribiste antes y mejor sobre esto.
Me huele que esto se acaba.Por ahora me huelo que sí.
En Villanueva del Ariscal a 22 de Junio del 2010
Me huelo que esto tiene algo que ver conmigo, jajaja!!!. Me alegra haber sido tu musa y despertar recuerdos de narises, me alagan tus efluvios a mis humildes letras y aplaudo las tuyas perfumadas de recuerdos.
ResponderEliminarMil besines con aromas de amistad compañero.