Estaba plenamente integrado
en mi empresa, estaba bien pagado y era feliz a pesar de la presión de la
dirección. Era un mando intermedio del área de ventas, cuando un día fui citado
a la dirección de Recursos Humanos porque querían hablar conmigo, y aunque iba
escamado, yo mis ventas las llevaba bien y había sido felicitado recientemente.
Me despedían, con todos los
honores, pero me indemnizaban y me despedían, y yo pensé que no podía ser
verdad, que estaría dormido y esto era una pesadilla, pero no, era la dura
realidad.
(Ya
habíamos firmado el finiquito y era el principio de mi paro)
Día uno:
Rehíce mi currículo, y en
los días sucesivos lo fui enviando a todas las empresas que buscaban gentes de
mi perfil, y a muchas empresas de selección de personal, y lo fui comunicando a
conocidos, amigos y familia para ver si alguien requería mis servicio.
A la vez, empecé a
reciclarme en mis puntos débiles: inglés, informática, cursos de actualización
etc...
A los quince días:
Me había presentado a varias
entrevistas, había hecho multitud de llamadas a gente relacionada que me dieron
ánimos, pero lo que más pesaba para que no me contrataran era que tenía 45
años, aunque en casi todas ellas me dijeron que era el perfil idóneo, pero la
edad…
Seis meses después:
Seguía manteniendo
entrevistas, aunque en menor número y en alguna de ellas pretendían que
trabajara por míseros salarios, a lo que me negué por dignidad. Me sentía humillado
a estas alturas y ya mi ánimo no era el mismo de los primeros días de búsqueda. ¿Sería posible que
esto me estuviera pasando? Muy preparado, con mucha experiencia y capacitado
para cualquier puesto de ventas, ¡pero era viejo!
Todo estaba empeorando: mi carácter
por lo común jovial se me volvió agrio, la relación con mi esposa se enfrió de
tal forma que me dejó al poco y se fue con un antiguo novio, mi hijo se fue con
su madre aunque siempre lo podría ver (en eso ni tengo ni creo que tendré problema)
Viendo que no salía nada de
nada, alquilé un local en una zona residencial de nueva creación y monté una
ferretería aunque es un gremio que jamás he tocado y a ver qué pasa.
Han pasado tres años:
Sigo entre tornillos,
cables, bombillas y pequeñas herramientas, he montado mi página de venta en línea,
y esto empieza a gustarme. Ya no me siento un advenedizo, tengo una nueva relación
que me ayuda en lo que puede y que me quiere, y creo que voy rehaciendo mi
vida.
Lo importante es vivir.
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