Por ahora, no voy a tener fuerzas para decirles la
verdad. No quiero parecer acorralado porque haya perdido el trabajo. Pero… ¿Qué
hago?
Mi mujer, mis hijos y sus caros colegios, la
hipoteca de la casa, los dos coches. El tren de vida a lo que se han
acostumbrado y yo he querido darles, ¡Siento tanto peso sobre mis espaldas!
Tantos años en un puesto de demasiada responsabilidad, partiéndome el alma en el
empeño para que todo marchase, para que cada uno de los que tenía a mi cargo
respondieran a las exigencias de la empresa, pero sobre todo el esfuerzo
adicional que yo siempre les pedía.
“Seríamos los mejores. Éramos los mejores”. ¿Y ahora
qué?
Por qué todo se fue a la mierda si teníamos ese
espíritu combativo y conseguíamos todos los objetivos que nos marcaba la
dirección, ¿Nuestra empresa? Ya no. Todo se acabó.
Once meses después.
No me reconozco. Yo que era tan prepotente, seguro y
hasta un poco chulo, mendigando de puerta en puerta de mis conocidos, amigos y
familiares un trabajo. De lo que sea y por lo que sea, pero ya no puedo más con
este sin vivir, con esta tremenda humillación que se produce cada vez que me
cierran una puerta o me niegan una capacidad para ocuparme de algo.
Me he puesto al día de todo lo que hoy te exigen
como importante: Informática, inglés, marketing, gestión y dirección, liderazgo
y un largo etcétera por el que muchos habréis pasado. He intentado incluso
hacer oposiciones a los organismos oficiales, pero con esto último no he
podido, pues mi retentiva a los cincuenta años ya no es la que era.
Mi familia me ayuda en todo lo que puede, que no es
mucho, dándome ánimos. Mi mujer cada día habla con todo el que conoce para
conseguir algo para mí o para ella. Mi hijo antes de ayer, le dio a su madre
cien euros porque había vendido su bicicleta. Cuando por la noche me lo contó
mi mujer, rompí a llorar como una plañidera.
Muchos de los amigos de siempre, algunos que
creíamos inseparables, vemos como se van retirando poco a poco, de uno en uno,
de cuando en cuando. Parecen molestos por mi situación, y eso que no les
pedimos nada más que nos encuentren un trabajo.
Diecinueve meses después.
¡Por fin un trabajo!
Después de mucho suplicar y pasarme de pesado para
convencer al hermano de un ex compañero de colegio, he conseguido el trabajo.
No tiene nada que ver con mi cualificación ni con lo
que hice antes, pero son 1600 € mensuales por catorce pagas. Soy el flamante
nuevo portero-recepcionista-telefonista-recadero, del Real e Ilustre Colegio de
Notarios y Agentes de la Propiedad.
No me querían dar el puesto porque con un currículo
como el mío, decían que no me correspondía tan humilde trabajo, pero tanto he
dado la lata que lo he conseguido.
A parte de esto, mi mujer ha abierto con una amiga una floristería, con lo cual
parece que empiezan a cambiar las cosas.
Hemos malvendido la casa y nos hemos trasladado a un
pisito la mar de coqueto, pero por lo menos ya no tenemos los 900 € mensuales
de hipoteca. Nos hemos quedado sólo con el coche de mi mujer, ya que yo voy a
ir y venir al trabajo en autobús y los días que haga bueno iré andando dando el
paseo. Los niños siguen en sus colegios y con las clases particulares de
inglés, ya que en educación no hemos querido escatimar.
Así que hemos empezado una nueva vida. Tenemos menos
lujos pero ahora le puedo dedicar más tiempo a mi familia y estoy hecho un
experto amo de casa, sobre todo en lo tocante a la cocina.
Me han reciclado y estoy relativamente contento.
Hay unos cuantos casos como el que relatas, besos Roberto.
ResponderEliminarCuando te dan el despido a esa edad, mejor morirte, pero hay cosas peores en la vida, y a veces es una oportunidad. Gracias por tu comentario.
ResponderEliminarJosé Manuel