De
momento acordaron entre ellos vigilar la casa y ver quien la habitaba
para llegar a un plan seguro, de forma que en sucesivos días se
fueron disfrazando de mendigo, de músico ciego, de afilador y otras
cosas.
Mientras
tanto Olivia, en la nueva casa, no podía dejar de estar algo
triste, se abrazaba a Nico su inseparable compañero que le daba
calor y seguía oliendo a hogar. No era capaz de recordar cómo llegó
Nico a su vida, pero lo que si sabía es que aquel peluche algo
estropeado ya, contenía todo el amor de su corta vida y el secreto
de su origen. Fue un regalo de bienvenida.
Su
papá el rey y su mamá la reina que vivían en un castillo enorme,
habían visto truncado su reinado en aquellas lejanas tierras, pero
habían hecho realidad a la princesa de este cuento.
De
repente una conocida melodía llegó a sus oídos. “…cuando
la tuna te dé serenata no te enamores compostelana…”.
¡Eran los tunos! Sin poder evitarlo se sonrojó recordando a Lucas,
aquel jovencito de ojos grandes que cuando cantaba y le miraba le
hacía olvidar aquel encierro en casa de su tío, que nunca llegó a
entender.
La
música lo invadía todo, los acordes traspasaban los muros de
aquella enorme casa hechizando a sus habitantes, incluso su guardiana
no pudo evitar abrir la ventana de la habitación donde Olivia se
encontraba.
La
princesa recordó todas las veces que su imaginación vivió
situaciones imposibles y “¡la ventana abierta sería su gran
oportunidad”!.
Sin
pensarlo demasiado llamó a su Caballo Volador, aquel que siempre la
permitió imaginar viajes alucinantes a remotos lugares, por lo que
una vez más y para su sorpresa vio, como Lucas bien sujeto a las
crines del animal, no dejaba de sonreírle mientras le tendía la mano
a Olivia y a su inseparable Nico, y una vez acomodados salieron
raudos para volar en un intensísimo viaje por campos, ríos y
ciudades, donde todo era nuevo para ella… pero cuando mejor estaba
y más feliz se sentía, despertó en su precioso cuarto atiborrado
de juguetes. ¡Había sido un sueño!
Olivia
no pensaba que hubiera sido secuestrada, ya que la persona que se la
llevó del palacio no fue otra que su niñera que la cuidó desde el
momento de nacer y era como una hija para ella. No podía soportar
ver cómo la pequeña estaba cada día más triste al no poder salir
a jugar con los demás niños.
Sin
embargo ahora empezaba a verla más feliz lejos de aquellas paredes
llenas de cuadros que la aterrorizaban y también lejos de tantos
criados que la seguían a todas partes.
En
esta casa de Triana tenía todo lo que había soñado; patios llenos
de flores, bebía el agua del pozo que había en el centro del patio,
pero sobre todo había NIÑOS con los que podía jugar al esconder, a
cantar, al corro de la patata… y eso no era todo, ya que descubrió
que tenía un hermanito pequeño que se llamaba Santiago y que
también había estado oculto para todos. ¡Toda su vida cambiaba!
Esto
si era un palacio para ella aunque no tuviera tantos lujos, por lo
que empezaba a sentirse una niña afortunada.
Mientras
tanto ya los tunos iban a entrar en acción, cuando apareció D.
Santiago el tío de la princesa, en el portón de entrada con Olivia
de la mano, llamándolos para hablar con ellos.
Una
vez ya dentro de la casa y acomodados todos en el gran salón, empezó
dándoles las gracias por sus desvelos, y comenzó a contarles la
historia completa.
Aquello
no había sido ningún secuestro, ya que la casa donde se
encontraban pertenecía a la auténtica tita de la niña que se
llamaba Doña Victoria, era una afamada médico del país y que el
traslado había sido para mejorar el entorno de la pequeña.
Habían
desaparecido las circunstancias del aislamiento, pues ya los
amenazadores hombres malos estaban todos a buen recaudo en la cárcel,
con lo que Olivia podía empezar a ser una persona normal.
El
día siguiente a esta reunión, apareció toda la casa engalanada y
con sus puertas abiertas para que todos los vecinos que quisieran y
por supuestos los tunos, se alegraran con Olivia y su familia del
principio de una vida normal y así fue como la alegría inundó cada
rincón de aquel entrañable y antiguo barrio de Triana, donde a
parte de las canciones de la rondalla de los tunos, se escucharon
sevillanas, fandangos y alegrías que en sus letras hablaban de
nuestra princesa.
Y
ya todo fue bien, sobre todo cuando al pasar de los años nuestra
princesa Olivia se casó con aquel tuno Lucas, que tan feliz la había
hecho con sus canciones durante aquel olvidado cautiverio, pero algún
día contaremos esa preciosa historia de amor.
A
punto de salir para París y a 26 de agosto del 2013
Gracias
a todas y a todos los que habéis procurado que este cuento llegue a
su fin.
Perdona José que te lo diga, no eres la ostia sino eres la reostia, muy bueno el relato, me siento muy orgulloso de conocerte, besos, desde Pamplona.
ResponderEliminarMuchas gracias Roberto. Un abrazo para ti y toda tu familia. Ya pronto nos veremos.
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