viernes, 7 de agosto de 2015

Wampi

Ya desde el colegio, había sido un niño solitario que siempre se quedaba en un rincón mirando como sus compañeros y compañeras jugaban o simplemente charlaban entre ellos, pero él nunca se integró en ningún grupo, ni tenía amigos, ni los quería. Sacaba regularmente los cursos, siempre muy justito, pues según sus profesores, era un niño inteligente pero que no quería dar de sí más de lo necesario para ir aprobando. Vivía en un mundo de fantasías alimentado por la gran cantidad de comic que leía, y donde se imaginaba como héroe de hazañas que no eran las suyas, pero así le funcionaba su cabeza.
                                                                     


Era un niñito muy blanco, casi transparente y enclenque, que con los años no había mejorado. Ya en su adolescencia, se sintió identificado con los chicos que se autollamaban los “góticos”, y empezó a utilizar ropas negras y a maquillarse como sus vampiros de los tebeos, por lo que empezaron a llamarlo en su barrio “Wampi”.
Salía de su casa al anochecer, ataviado de murciélago para dejarse ver sólo en lugares solitarios, donde se refugiaban las parejitas para robarse besos y caricias, incluso alguna intentaba llegar a más, si no fuera porque en lo mejor, aparecía “Wampi”, asustando con sus colmillos postizos y su negro atuendo que resaltaba su cadavérico aspecto.
                                                                        


Esto, le había proporcionado pocas satisfacciones y varios disgustos, pues en una ocasión, lo habían abofeteado y quitado sus colmillos, que acabaron mezclados con excrementos cánidos. Otra vez, lo esperaron un grupo de chicos tras una tapia, y cuando apareció, lo dejaron desnudo y cubierto de orines de los hilarantes mozalbetes.
Hacía poco, lo tuvieron que ingresar en traumatología, pues no se sabía bien si fue por efecto de algún alucinógeno o que se hubiera fumado alguna sustancia prohibida, el caso  fue, que se tiró desde un balconcillo que tenía en su dormitorio, pensando que podía volar; menos mal que vivía en un primero, si no sería un cadáver esta vez de verdad.
                                                                       


Ni que decir, que sus padres preocupados por sus nefastas correrías, lo sometieron a vigilancia, lo llevaron al psiquiatra, le impusieron castigos, pero nada de esto  hizo  que el aprendiz de Drácula cejara en su empeño, ya que por otro lado se creía tocado por la magia de sus héroes del papel, para lo cual incluso se había introducido en el mundillo de los ilusionistas, para aportar sus trucos en sus puestas en escena.
Todo esto siguió hasta bien cumplidos los veinte años, donde sus nefastas correrías le siguieron causando más palizas que satisfacciones, y un buen día sin que pasara nada especial, desapareció del barrio, de su casa y de la vida familiar, dejando una nota diciendo sólo: “adiós a todos”.
                                                                        


El barrio siguió su vida normal, la realidad que un poco más tranquilos con la deserción de su “héroe”, aunque la comidilla común, las charlas diarias sobre el “Wampi”, se acabaron.
Pasado algunos años alguien comentó en el barrio, que habían visto a nuestro antiguo noctambulo con traje y corbata como director en una  céntrica sucursal de un importante banco, pero en verdad es que la mayoría del personal decía, que no iban a verlo aunque estuviese regalando los créditos.

¡Qué pena que se estén acabando los  imaginativos héroes!

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