Aunque hermanos de padre y madre, genéticamente de la misma sangre, ahí acababa todo, pues no podían ser más diferentes en todo.
Uno, el menor, de constitución fuerte, rubicundo de mediana estatura, dado a los deportes, siempre rodeado de amigos, buen estudiante, aunque inconstante, alegre, abierto, dicharachero.
Fue bastante rebelde durante la adolescencia y juventud, siempre preguntando los porqués de todo, lector incansable de cuanto libro caía en sus manos, y sin acabar sus estudios universitarios, empezó a trabajar muy joven en una empresa dedicada a maquinaria industrial con mercados por toda Europa y América, lo que le obligó a viajar bastante y a relacionarse con todo tipo de personas.
Se casó joven y ya tenía un hijo apenas cumplidos los veinticuatro años, ya que decía que no quería que lo separara muchos años de sus hijos, para que no le pasara como a su padre, del que lo separaba además de “todo” más de cincuenta, por lo que jamás se entendieron.
Era un hombre de pensamiento abierto, y aunque lo tachaban de izquierdista e incluso peyorativamente de “rojo”, la realidad que era social demócrata moderado, y a pesar de lo que decían sus allegados y algunas malas lenguas, jamás se afilió a ningún partido político.
Le gustaba las charlas con familiares y amigos, en donde escuchaba y definía su pensamiento sobre cualquier tema, pero se retiraba inmediatamente cuando empezaban los gritos, las descalificaciones y si había alguno que se le “hinchaba la vena”.
Su hermano mayor era un desgarbado flacucho, alto y moreno, obediente a los dictados paternos de los que jamás dudaba ni discutía, y del no se pudiera decir que fuera una persona cerrada, aunque tenía pocos amigos.
Era un estudiante un poco torpe, pero que, con gran esfuerzo y fuerza de voluntad, acabó su carrera de medicina y se casó con la primera y única mujer con la que intimidó después de un largo noviazgo, y ya era casi cuarentón cuando empezó a tener hijos.
De ideas muy conservadoras, no admitía opiniones diferentes a la suya, por lo que cualquier discusión o charla con él, no conducía a nada, pues enseguida se ponía a chillar como un energúmeno, intransigente, y ahí acababa todo.
En las reuniones familiares los hermanos habían llegado a estipular no hablar de política, ni de religión, e incluso de sus padres y de las vivencias tenidas con ellos, sus opiniones no eran coincidentes, por lo que tampoco era un tema de charla.
Bueno, pues a pesar de todas las diferencias que había entre ambos, se querían, respetaban y se preocupaban el uno del otro, ayudándose en todo lo que estaba a su alcance.
Lo único que los unía era el amor. ¿Os parece poco?
El cariño todo lo puede si hay voluntad.
Efectivamente, el amor va más allá de toda diferencia, el amor y la voluntad del amor, la perseverancia en él, la tolerancia.
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