Harto, cansado, aburrido,
asqueado, encendido, impotente. Así me siento cada vez que, en este maldito
otoño de sangre, sudor y lágrimas, pongo la televisión o escucho la radio o se
me ocurre ojear un periódico.
Siempre lo mismo. De un
tiempo para acá, siempre lo mismo y en cantidades ingentes.
Aburrido de escuchar
argumentos a favor y en contra de la posible independencia de Cataluña. ¡Que se
vayan si quieren! A todas luces será peor para ellos, y no son cantos de
sirena; los individuos que hoy se envuelven en la estelada, lo mismo se
tienen que vestir de barras y estrella cuando les falte ropa con que tapar sus
vergüenzas, cuando su cobertura de sanidad no exista, cuando sus jubilados no cobren
sus pensiones. Entonces los culpables de todos sus males no será España. ¿A
quién le cargarán la cuenta de los despropósitos?
Como si a esa mayoría
silenciosa, aborregada según quien pretenda arrancarlas de su mutismo, les diera
igual qué río le arrastre hacia sus procelosas aguas, quien manipule desde la
sombra su mutismo e indolencia. Decidirán otros por ellos, ¡Que se jodan!
Sólo saldrán ¿Beneficiadas?,
sus clases políticas, esa tropa de advenedizos que siempre están ahí para sacar
tajada, “pillar cacho” de lo que venga, como auténticas garrapatas.
Después, te parece todo esto
una gilipollés comparándolo con el grave problema de esas miles de personas que,
desesperadas, pues les va la vida en
ello, acuden a nuestras fronteras huyendo de la masacre de la guerra siria y
que ya puestos, les da igual morir en el intento, mientras las mezquinas
naciones europeas, se las reparten vergonzosamente como si fuesen residuos
nucleares.
Esto si es un problema que
hay que solucionar por encima de todo, pese a todo, y en contra o a favor de
todo.
Hombres, mujeres y muchos
niños tristes, llorando, preguntándose en sus pequeñas vidas que qué es esto,
que cómo los rechazan en todas partes hacinándolos en trenes o autobuses hacia
ninguna parte.
Me recuerdan los reportajes
donde se veían a los judíos en vagones de ganado conducidos hacia el crematorio
de los campos de exterminio nazis.
Y los que nos mandan, esos
que tanto se ríen cuando se dan la mano o se reúnen entre ellos, en esta
comunidad de egoísmos inapelables en beneficio de su cortijo, planteándose
reuniones o posibles encuentros sin prisas, a ver si mientras tanto esta gente
se muere y desaparecen.
¡De puta pena!
Tenemos que revelarnos,
vencer nuestra cobarde actitud, gritarles a esta panda de cretinos e impostores
que no los hemos elegido para que se paseen en sus Audis de lujo, ni en sus
aviones pagados por el contribuyente, que se tiene que mojar, que se tienen que
dejar la piel en el intento de solucionar nuestros problemas, que su trabajo es
el de servidores, no de casta con privilegios intocables, que es una vergüenza
que sea la sociedad civil y las ONG, la que esté dando la cara.
Si no son capaces, que se
vayan. Pero ya.
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