domingo, 28 de febrero de 2016

¡Ay, Andalucía!

Recuerdo aquel domingo 4 de Diciembre del 1978, como uno de los mejores de mi vida. Salimos a la calle toda la familia, los amigos, compañeros y conocidos, banderas andaluzas y españolas en ristre,  para protestar por aquella discriminación, de nuevo, hacia esta bendita tierra, pues querían, la UCD de Adolfo Suarez y su clientelar derechona en Andalucía que mandaban en España, declararnos ciudadanos de segunda, por lo que nos impusieron un referéndum, leonino por casi imposible, para aspirar a la igualdad con las comunidades histórica.
                                                                  


El Sr. Martín Villa, de infausta memoria, organizó la cosa de forma, que el 50% más uno del censo provincial tenía que salir con el SI, para poder igualarnos a las CCAAA de primera, todo esto con una gran propaganda estatal a favor del No, pagado como no, con el dinero de todos. Se me viene a la memoria uno de aquellos eslóganes, dicho por el folclórico Laurén Postigo: “Andaluz, este no es tu referéndum”.
Al final salió el sí en todas las provincias menos en Almería que se quedó a unas décimas, pero aquello valió para lo que luego se transformó en “café para todos”, aunque eso no es del todo cierto, pues el País Vasco y Navarra, siguen con una serie de privilegios que no tenemos aquí.
                                                                        


Sucede que desde entonces, con mayor o menor acierto y muchos casos de corrupción en los tribunales aparte, nos sigue gobernando el PSOE desde el primer día, para asombro de los muchos bien-pensantes de derechas, que no recuerdan por qué aquí nunca gobernó ni gobernarán los suyos, por lo menos, hasta que aquel agravio propiciado por ellos, no se borre de la memoria de los que vivimos aquella situación descabellada.
                                                                        


Y sí, es verdad, que los andaluces sólo somos nacionalistas en tanto y en cuando, aparecen los agravios comparativos para con nuestra querida tierra. A esto lo denomino yo nacionalismo por defecto.
En la actualidad, seguimos siendo el furgón de cola en cuanto a paro, educación, empresas, inversiones y un montón de cosas más, que como no las solucionemos nosotros, nadie vendrá a hacérnoslas, pues seguimos siendo un grano en el culo para el actual gobierno de la nación. Ya les gustaría a algunos “Rajoys” de aquí, “meternos en cintura” como hoy he leído en algún periódico.
Feliz día de Andalucía a todos, estad orgullosos de ser andaluces, y no olvidar lo que dice nuestro escudo: “Andalucía por sí, para España y la Humanidad”.
                                                                 




En Andalucía, a 28 de febrero del 2016

domingo, 21 de febrero de 2016

Tirar con pólvora agena

Lo que le ocurría se lo había ido ganando poco a poco, ya que nunca pensó en las consecuencias, porque nunca pensó que lo pillarían, le parecía una ocurrencia genial, imposible de pensar que aquello tuviese un fin.
Entró en aquella empresa casi privada, casi estatal, hacía más de quince años, y ¡Qué trabajo le costó! Molestó a los conocidos de su padre, gente poderosa, para que con su licenciatura en económicas bajo el brazo, pudiera ocupar aquella plaza que había quedado libre por jubilación, en la administración de aquel conglomerado donde entraba dinero a raudales, y salía algunas veces no del todo de forma ortodoxa.
                                                                   


Desde el principio cayó bien a todos: compañeros, jefes, y lo más importante: se ganó un puesto de máxima confianza en un nivel intermedio pero de gran responsabilidad, por donde pasaba  dinero, mucho dinero.
Le llegaban a la caja recibos y liquidaciones firmados por sus jefes para proveedores, nóminas, material de oficina, gastos de representación de mandos, compañeros, y del Concejo de Administración, incluso administraba un “fondo de reptiles” de donde salía dinero para pagar voluntades y entraba dinero para “otros fines” que redondeaba las cuentas de los gerifaltes, y él pagaba y recibía  guardando todos los recibos, por lo que su contabilidad siempre estaba ajustada al céntimo y siempre al día, pues tenía que dar cuentas como mínimo una vez al mes ante su superior, y al ver como aquel hombre con demasiados vicios y acostumbrado a un alto tren de vida se gastaba lo suyo y lo de la empresa, tuvo aquella idea para sacar toda la tajada que pudiese en beneficio propio, y esto le llevó a donde estaba, en la cárcel.
                                                                       


Como recibos, había creado una plantilla de liquidación de gastos para cada estamento, cuyas cantidades finales a percibir dejaban abiertas, tan solo firmado por la persona receptora, pues casi siempre y en función del dinero que hubieses en caja, era responsable de rellenar la cantidad final, y él experto informático y adelantado sinvergüenza, redondeaba estas cifras con pequeñas cantidades para que no se notara, y que se embolsaba.
                                                                     


Pero la “avaricia rompe el saco”, que decía mi padre, y como también a él le gustaba la buena vida, empezó a sacar ya cantidades importantes con cargo a los concejeros y jefes más gastosos, así como a sisar en algunas de las entradas, que durante bastante tiempo nadie notaba, pero llegó un día, ¡Dios! Que la jodida prensa “marxista” empezó a meter las narices por allí, y levantó un gran escándalo mediático que salpicó a media jerarquía de máximos responsables.
                                                                    


En prevención de lo que pudiese pasar, había creado una copia de todo que mantenía en lugar seguro, y debido a las presiones del fiscal anticorrupción que llevaba el caso, empezó a señalar a todos aireando los trapos sucios que salpicaron a políticos, funcionarios y…a él mismo, pues la auditoría que se llevó a cabo insistía en que se habían malversado alrededor de noventa millones de euros, de los cuales, y esto no lo sabía nadie, el guardaba un importante pellizco.
Se llevó por delante a mucha gente, pero del dinero malversado nunca más se supo.
Aunque le rebajaron la pena por su colaboración en destapar el escándalo, de los siete años que le cayeron no lo libró nadie.
                                                                     


Todos se pusieron contra él, la policía tuvo que protegerlo, pues incluso fue amenazado de muerte, y además, la paliza que le pegaron el día antes en que se lo llevaron a declarar.
                                                                       


Tenía que acostumbrarse a su nueva vida, y esperaría a su salida del “trullo” para disfrutar de sus “ahorros” que estaban salvaguardados muy lejos en lugar seguro.
Lo peor fue que su mujer se divorció, todos le dieron la espalda, y ya  no le quedaron ni familiares ni amigos. Estaba apestado. Sólo.
Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.

                                                                      



viernes, 12 de febrero de 2016

¡Vaya corte!

Para que una mentira parezca verdad, sólo hay que envolverla con un bonito papel. Y eso fue lo que hizo  Javier. Os cuento.
                                                                       


Le habían dado una buena oportunidad al concederle una  plaza de profesor de literatura en la universidad estatal de Ohio (USA), y allí llevaba ya unos meses viviendo en un precioso chalet del campus con su mujer, y rodeados de césped y de otras viviendas parecidas a la suya,  queriendo la casualidad, que en la parcela vecina vivieran una pareja de investigadores con lo que ya habían cogido amistad a base de varias invitaciones mutuas a lo típico de allí, las barbacoas chorreantes de carnes grasas y regadas con abundante cerveza.
                                                                   


Ella era una mujer exuberante y excesiva en todo, pues no desperdiciaba momento de enseñar sus preciosos atributos personales y curvas con procaces vestimentas, de tal suerte, que al pobre de Javi lo tenía soliviantado.
                                                                     


En el último encuentro con algunas birras de más y en un aparte, le dijo: “Pero que buena estás”, respondiéndole ella con risas, “y desaprovechada; mi marido se lanza poco, y el vecino que tengo ni caso”, a lo que él le respondió, “cuando quieras”, y ella, “pues mi marido no viene hasta el miércoles y la llave ya sabes dónde está”.
                                                                   


Aquella noche cuando ya su mujer dormía a pierna suelta después de tomarse para relajarse un “Valium 5”, salió despacio y sin hacer ruido de su casa, entrando en casa de la vecina con la llave que estaba en una macetilla junto a la ventana, y con oscuridad y alevosía se metió en la cama de la susodicha, pero cual no fue su sorpresa, que al abrazar al durmiente cuerpo que encontró, se topó con carnes de hombre, y allí empezaron los qués y porqués, los dimes y diretes, pues el hombre acababa de llegar a su casa adelantando el regreso inesperadamente sin notificarlo a su esposa, y esta también reaccionó asombrada ficticiamente, a lo que nuestro personaje muy serio se explicó más cortado que un fraile en una botellona, “he salido a dar un paseo porque estaba mareado de tantas copas, y al volver a casa y como todas las viviendas son iguales y en la oscuridad para no despertar a nadie, me he equivocado de chalet y me he metido en vuestra cama creyendo que era la mía”.
                                                                    


Y después de un rato pidiendo perdones muy serio, lo tomaron con risas a una equivocación sin maldad, así que todo quedó zanjado por este lado. Ahora había que convencer a la “contraria”, lo cual fue más trabajoso y hasta tuvo que jurar varias veces para que su amada esposa lo creyera.
De buena se había librado, aunque decir, que ya pasado un tiempo de aquello, estuvo varias veces en apasionados encuentros con su vecinita, que era puro fuego y él un experto bombero hispano.
¡Tened cuidado con las citas tan a ciegas!
De las mentiras, ni hablamos.

En Madrid, a 12 de febrero del 2016


viernes, 5 de febrero de 2016

¡Qué bochorno!

“Diooosss…., que mal estoy, Diossss…¡Que alguien apague esa luzzzz, coñooo, que me estalla la cabezaaaa!
Nada, ni puto caso, ni nadie me oye, o pasan de mí, o yo que sé…No, si me tendré que levantar. Por lo menos reconozco mi cama, aunque huele fatal. ¿Por qué estaré tan mal? Aunque me duele ponerme a pensar, recapitulemos.”
                                                                    


“De lo último que me acuerdo, es de estar cantando en el karaoke del pub de Ramón, que por cierto me tiraron de todo, y que luego empezamos toda la tropa de indeseables que son mis ¿Amigos?, a beber en plan leñador canadiense chupitos de vodka, yo que iba con… ¿Con quién coño iba? Mary Rosa, Rosa María, Rosalía, Rosaura…Yo qué sé, era la segunda vez que salía con aquel pedazo de hembra colombiana.
Con lo bien y prometedora que empezó la noche…”
“Ella, porque no me acuerdo del nombre,  quedó en pasar el fin de semana conmigo en mi apartamento, con lo que me esperaba, creía, dos largos días de sexo desenfrenado. Y eso que me había esforzado en prepararlo minuciosamente para que todo saliera bien. Había limpiado todo a fondo, puesto flores, comprado velitas, champan, y al final no sé, no me acuerdo qué pasó, pero estoy aquí en la paupérrima soledad de mi mini-apartamento.”
                                                                                


“Bueno, pues me levanto y a ver que me voy encontrando, pero lo primero, serán un café solo doble y dos paracetamoles, porque estoy fatal, todo  me da vueltas y la cabeza… Uf…Prometo por mis mulas que esto no me vuelve a pasar. Bueno, despacito arriiibaaa..”
“Y tengo ganas de vomitar; me voy al baño a arrojar lo que sea, y a mojarme la cara.”
“Joder, como está todo, esto parece Waterloo…Junto al ordenador hay una nota…¡Ah sí de Ross! Bueno ya  me acordé del nombre. Luego la leo, antes voy a chorrearme la cabeza y a preparar el café.”
“La hostia, como está el baño de vomitonas, ¿Mías o también de la “bella”? Que me resbalooo… ¡Qué porrazo, lo que faltaba! Ayyy…ay…, mi hombro. ¡Joder!”
“Definitivamente voy a por él cafetito y luego…A ver por donde empiezo”.
“Bueno, a ver si esto se me va pasando con un poco de ejercicio fregonil. Allá voy.”
“Pues el baño ya está, ¡Qué asco! Y ahora ya que estoy aquí una buena ducha, a ver si me repongo.”
                                                                           


“Creo que después de este prolongado remojo, ordenaré un poco en resto. Menos mal que esto es un pañuelo.”
“Ah, la nota, pues si que es larga, parece una minuta de abogado.”
“Imbecil -empezamos bien- tú te lo has perdido, y yo que te tenía por otra cosa.
Como no sé cómo escribir mi indignación, sólo voy a relatarte para que te avergüences, de la noche que me distes. ¡Con todo lo que esperaba de ti!
Hubiese preferido una cenita a solas los dos, pero como no sabes moverte sin tus amigotes, tuvimos que salir con “los tres inseparables” y las estiradas de sus novias o lo que sean.
La cena bien, aunque se pasaron ustedes con el vino. Tu suerte fue que no te hice caso y fuimos en mi coche, pero lo que vino después en el bar de vuestro amigo, eso no tiene nombre.
Hiciste el ridículo cantando, (ahí debí marcharme y dejarte tirado), luego te empeñaste en jugar a los dardos y le distes  a un señor sentado a tres metros, creo que queriendo, pues cuando tirabas me dijiste:”al gordo sapo con ojos”.
                                                                      


¡Vaya la que se lió! Entre todos los camareros te echaron a la calle, mientras yo pedía disculpas a izquierda y derecha. Y tú gritando:”gilipollasss”. Te metí en el coche como pude, mientras arrojabas sobre la tapicería lo más grande, luego nos pararon para un test de alcoholemia, yo no había bebido, y tú cuando me dio negativo querías abrazar  a los guardias, y a rastras logré llevarte a tu apartamento, vomitándolo todo por el camino a la cama.
Cuando te quedaste dormido, empezaste a roncar de tal forma que me levanté del sofá sin poder dormir, y he estado viendo la televisión hasta que fue hora de volver a mi casa.
Ahí te quedas cretino, y no se te ocurra en la vida ni hablarme ni mirarme.
Ross”.
                                                                      


Pues la noche fue redonda. ¡Seré idiota, con la noche que tenía por delante!

Nunca más. Nunca, nunca, nunca.