jueves, 5 de marzo de 2015

Cita no tan "a ciegas"

Llevaba demasiado tiempo solo y estaba buscando desesperadamente una relación femenina, pero mis habilidades por internet no me habían servido de nada, ya que las tres citas conseguidas por este medio no habían superado mis expectativas, por lo que después de mucho dudarlo decidí intentarlo por el antiguo medio que yo había practicado en el pasado y que me había dado muchas satisfacciones; esto es, el llamado ligue de “barra-bar”.
                                                                   


Estaba bastante desconectado de la información de bares de moda donde fueran mujeres en edad de merecer, la mejor hora para mis propósitos, si ir solo o con amigos, etc., o sea, que me dispuse cual pavo real para la conquista de la “Pava” descuidada.
Llegué a la barra del primer pub, sobre las nueve de la noche de aquel viernes, pero estaba vacío, por lo que después de tomarme una cervecita me marché hacia otro local cercano, dispuesto a recorrer el circuito del conquistador. Pero la cruda verdad, era que mi ánimo no estaba por la labor.
                                                                  


Me había bebido varias cervezas y seguía sin entrarle con éxito a ninguna dama, pues o no había ocasión, o no me gustaban, o no les gustaba yo, por lo que decidí tomarme la última copa en el primer local al que fui aquella noche, para retirarme a mis “lares” a continuación.
Aquello estaba ahora tan animado, que me costó bastante llegar a la barra donde pedí un güisqui, pues ya estaba saturado de cervezas, cuando al girarme para otear el ambiente, me encontré de frente con dos ojos castaños que me miraban con media sonrisa.
-¿Te acuerdas quién soy?-me abordó aquella dama.
-Pues la verdad es que tu cara es preciosa, tus risueños ojos maléficos me encantan, pero no tengo ni idea quien eres y donde hemos coincidido, contesté con mi mejor aire depredador del que fui capaz.
                                                                     


-Pues que sepas que llevamos casi un año coincidiendo casi todas las semanas.
-Ya, pero creo que no, pues no eres ni de las empresas que hay en el edificio alrededor de la mía, ni amiga de alguno de mis compañeros o conocidos…y el caso es que ahora empieza a sonarme tu cara, pero no te ubico.
-Piensa, piensa, pero pídeme una coca-cola por favor, que estás junto al camarero.
Ya con las bebidas en las manos de ambos, nos retiramos a una mesa de la terraza que estaba semivacía, no sin antes avisar a sus amigas, de que ahora volvía.
Loreto, pues así se llamaba mi dama, siguió jugando conmigo a los acertijos de tal forma, que me sacó lo mejor de mi historia personal sin desvelar por ello el secreto de por qué conocía tanto de mi, coño, hasta mis gustos en la comida, y cuando yo ya me las prometía feliz con mi conquista, se despidió, pues al día siguiente tenía que trabajar, y nada, que adiós, “que ya nos veríamos”.
Y así me dejó, con la miel en los labios y las dudas en la mente, cuando me fui a dormir.
                                                                    


¿Por qué no me dejó el teléfono? Y cómo se me fue. Se despidió dejándome en ascuas con aquel “ya nos veremos”, que no admitía réplica.
Pasaron los días y tan metido estaba en el trabajo aquel final de mes, que apenas me acordaba de aquello, pero estando con la compra semanal en la cola de la caja del supermercado, la vi:
“Joder, si es la cajera”, dije mirando hacia ella con risas, pues ya me había visto y no apartaba los ojos de mi.
Una vez hube pagado la compra, me deslizó en la mano su número de teléfono para que la llamara…
Y esa llamada fue lo mejor que ocurrió hasta entonces en mi vida.
Algún día os contaré el resto.


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