sábado, 26 de noviembre de 2016

¡Ay la luna!


La luna, luna que vuela,
la luna que no te espera.
La luna, luna lunera,
sale de noche, 
y llegado el día, vuela.
Se oculta para no verla,
y ella te busca y te encuentra.


¡Vuelve luna!

Que quiero que ella te vea

Sin pena,

Soñando lo que nos queda.
            
           
              

Tú de día, yo la luna

Sin dejarte  duermevela.

Deja la vela encendida,

Deja que caiga la cera,

Escucha esos rumores

Es el viento quien los lleva.

No repitas las palabras


Ni el agua donde yo beba.



¡Ay la luna!

¡Ay la luna!, luna que vuela.


martes, 22 de noviembre de 2016

Una conquista inesperada


Ya se había tranquilizado con los años; sus capacidades en nada se parecían a las que le habían dado fama de muy peligroso para cualquier fémina, sin que ninguna edad fuera óbice para que sus astutas redes les cayeran sin remedio de escape.
Era de una gran cultura que utilizaba en sus “roneos” con las damas, propiciando una conversación fluida, simpática y agradable, pero todas estas estrategias siempre iban encaminadas a llevarse a su víctima a la cama en el menor tiempo posible, para luego, como se dice, “si te vi no me acuerdo”.
                                                               


Los tiempos le habían templado, hasta el punto de que ya, aunque cuidaba su imagen y seguía siendo coqueto, era raro que se enredara en ninguna aventura amatoria.
                                                                   


Nuestro hombre, como cada mañana, fumaba tranquilamente en la puerta del bar donde había desayunado pensando en sus cosas, y siempre murmuraba lo mismo cuando pasaba una bella: “Dios, si me has quitado las fuerzas, por qué no me quitas las ganas”.
                                                                   


En esto estaba acabando su pitillo y a punto de encaminarse a hacer algunas compras, cuando vio a una mujer de mediana edad, o sea ya madurita, que se acercaba hacia donde él estaba con una sonrisa en los labios, y al llegar a su  altura le dijo:
-Tu eres Alberto ¿Vedad?
                                                                  


-Pues sí, pero perdona, es que en este momento no recuerdo de qué nos conocemos. (Repasaba y repasaba mentalmente su larga lista de conquistas pero no la ubicaba)
-Yo soy Mame, hemos chateado algunas veces a través de Facebook, y también he participado contigo en un taller de cocina online.
-Es que yo soy de los incautos que pongo  mi fotografía en el perfil, y así me conoce mucha gente pero yo conozco a pocos. No sé por qué a la gente le gusta tanto disfrazarse con seudónimos y perfiles que no le corresponden. Alguna fechoría se esconde detrás de tanto engaño.
-Pero yo, aunque utilizo el seudónimo de “perita”, no cometo ni pecados ni pecadillos; eso lo dejo para la vida real. La verdad es que lo hago por timidez - contestó ella.
                                                                      


- Sin que te molestes, yo no te veo nada tímida, lo cual me gusta en las personas, ya que si no haces y dices lo que deseas solo vives en tu imaginación, y esa soledad en que vive el que no se atreve, no puede ser buena.
-Es verdad lo que dices, pero ya ves. Eres un hombre interesante, aunque tú ya lo sabrás. ¿Por qué te ríes de mí?
-¿Te apetece que tomemos un café y hablemos un rato? - Le dijo riéndome de lo que acababa de decir, (y eso que no le había echado ningún anzuelo).
                                                                 


Y así fue como aquella pareja, después de que la  belleza le contase a Alberto los avatares de una complicada vida, pasaron a dar un paseo, luego entraron en un local de tapeo donde bebieron unos vinos, bastantes, y acabaron ya los dos un poquito puestos y bastante desinhibidos, en un cercano hotel, donde acompañados de una botella de glamuroso cava y música de Chopin, se amaron como si fuesen adolescentes.

Para que luego digan que los sesentones solo juegan al dominó o la  petanca, y que se mueren de aburrimiento contándose batallitas unos a otros cada vez adornadas con más mentiras del embellecido pasado.

martes, 15 de noviembre de 2016

Machacona publicidad

Cuando pequeño, eran tan pocos los anuncios radiofónicos o televisivos, que hasta nos los sabíamos de memoria, pasándonos el día canturreando las pegadizas cantinelas, con lo cual la comparación con el bombardeo actual es pura anécdota.
                                                                    


Soy poco aficionado a la televisión, aunque últimamente llevo enganchado un tiempo a alguna serie policiaca, pero se me acaban de quitar las ganas de seguirlas, pues cada vez soporto peor la catarata publicitaria a la que nos someten si queremos ver algún capitulo.
                                                                  


Y ya no se trata de que sea hora de “máxima audiencia”, sino que para cada hora te seleccionan los anuncios en función del tipo de personal que en ese momento está pendiente de “la caja hipnótica” o de la “charlatana radio”, así que si son por caso las ocho de la mañana y en estas fechas, la visión insoportable se centrará en juguetes, colonias o productos de niños y de padres  camino al trabajo; si son las doce o la una, nos hincharán a spots de detergentes, de comida rápida y de medicamentos para adelgazar o pastillas para el dolor de cabeza o el resfriado.
                                                                      


Mención aparte merecen las horas de publicidad a partir de las dos de la tarde. Es ya aquí en esta franja horaria donde los reclamos publicitarios llegan a 10, 15 y hasta a veinte minutos, y es curioso como hay veces, que acaba de reanudarse la serie, cuando te vuelven a cortar el hilo para que te tragues otros diez minutos de seguros, bancos, préstamos a intereses engañosos, y hasta lavavajillas capaces de lavar los platos de un colegio con una gota.
                                                                    


Mención aparte se la lleva internet; pues da igual que entres en tu correo, hacer alguna consulta a hacienda, que quieras ver alguna noticia, o que te informes de tu cuenta bancaria o busques el precio de una secadora. Hasta que llegues a lo que te interesa, tendrás que haber saltado por encima de tropecientos mil anuncios.
                                                                    


Tiene que ser cierto que es la única forma de que consumamos más, pero el dinero, y más en estos tiempos de penurias económicas, no lo echan los árboles y las plantas por más que las reguemos.
                                                                      


Pero esto a lo que me refiero sólo es en los grandes medios de comunicación, ya que si hablamos de los buzones particulares (buzoneo lo llaman), de las ofertas de Grandes Superficies o del supermercado de la esquina, también nos agobian con efectos acumulativamente perniciosos.
                                                                       
 
Señores Publicitarios: El dinero que ingreso al mes siempre es el mismo, y que aunque en la actualidad esté rodeado de súpers y de atrayentes comercios, no compro más. Sólo, a lo mejor, pues ahora tengo tiempo, diversifico más mis pocas compras.                                                                    

¡Ah! Y no engañen poniendo en letritas minúsculas lo que verdaderamente interesa. Sean por lo menos un poco éticos, ya que el que más y el que menos tiene su culturilla.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Defended la alegría

No sé si mi percepción está equivocada y difiere de la vuestra, pero en estos días del otoño, cuanto menos extraños,  de calor y al siguiente frío, en que ni hemos agotado por lo que se ve el verano, pero ya tenemos los mantecados en Mercadona, veo a la gente ir de aquí para allá con prisas, colgadas de interminables chateos o sesudas conversaciones de móvil, y me parecen de una seriedad extraña, se las ve solitarias; tristes.
                                                               


Decía Mark Twain que “la raza humana tiene un arma verdaderamente eficaz: la risa”.

   ilumina la mañana de un nuevo día
al compás de una sonrisa
regálate la magia de lo incierto
del futuro y lo venidero
mientras enjuagas en la ducha
los crueles miedos de la noche
dejando atrás cada reproche”
            
        

Las madres y padres, a primera hora de la mañana llevando a sus hijos al colegio entre riñas y reproches, y los pequeños serios, muy serios o llorando, enfadados, cuando la chiquillería siempre ha sido alegre y gritona. Lo mismo cuando lleguen a sus aulas, ya con sus compañeros, renazca esa alegría infantil, pero hasta llegar ahí se me antoja un camino lastimero.
                                                                  


Como cada mañana, entro a desayunar al bar de siempre, y observo que la gente que hay, o está pendiente del televisor, con una de esas tertulias de aplaudidores o enviados del epatante mundo político, o enfrascados en sus periódicos y móviles engullendo tostadas de forma autómata, sin conversaciones ni risas, casi no se escuchan ni palabras más allá del “buenos días” protocolario, y algunos ni eso, pues en educación algunos van sobrados.
                                                                       


¿Dónde se nos perdió la alegría?
Las gentes del sur siempre tuvimos fama de indolentes, hedonistas, de displicentes con lo abstracto, pero también de conversadoras, simpáticas, y con ese encaje irónico entre la verdad,  la mentira, y la verdad a medias, pero sobre todo nos hemos caracterizado por nuestra alegría, por nuestras risas, que por supuesto y a pesar de lo que opinen algunos, no significa ni falta de seriedad ni ligereza.
                                                                   


Sin embargo no sé si será por los problemas económicos, o por la falta de expectativas que asolan nuestra tierra, el caso es que se nos ve cada vez más serios, como si las preocupaciones y las carencias nos impidieran disfrutar de lo poco o mucho que nos ha dado la vida.
                                                                      


 Por que no hay razones para ver la cara oscura de la vida,
lo más importante es siempre mantener alta la alegría,
como la flor más preciosa que crece en mi jardín,
me preocupo por el presente, no por el fin.

Pensad que la película de la vida es corta y que la palabra fin llega sin avisar y que las prórrogas no existen.
                                                                      


Defended la alegría, que no pase un día sin sonreír con ganas, que aunque nos sintamos desheredados de la fortuna, al menos tenemos vida, nada más y nada menos.

                                              Soneto del vino (Borges)

¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?
Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto

Otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia

jueves, 3 de noviembre de 2016

De las plantas (Basado en una historia escrita por mi nieta Olivia)

Irene y Nora habían ido con sus compañeras de curso a un vivero, y ya un poco aburridas de las interminables explicaciones de su maestra, se fueron quedando rezagadas en una zona sombreada en donde podían hablar de sus cosas:
                                                                  


-Nora, dijo Irene, me gustaría saber más sobre las plantas, y tú que eres una experta en Ciencias Naturales, me podrías contar alguna de tus historias sobre ellas.
                                                                   


-Vale, dijo Nora, te contaré algo sencillo para que sepas cosas,  y aprendas súper rápido sobre plantas y te lo pases genial.
“Había una vez un pequeño enanito de jardín que se llamaba Lordio. Vivía en una caseta, y como no tenía amigos, no era feliz.
                                                                  


Una mañana, Timbel, el profesor de nuestro amigo, le enseñó una planta de romero y cómo crecía.
El Romero, le dijo, sale de una semilla que nace en un vivero, y despierta con el calor de los rayos del sol:
“Despierta, dijo el calor alumbrando; despierta, dijo la fría lluvia mojándola con sus gotas.”
                                                                    


Y la planta, que sintió las llamadas, quiso ver qué ocurría ya que era muy curiosa,  y para salir guapa la muy presumida, se puso un vestido verde y estiró el cuerpo hacia arriba.”
De toda planta que nace, esta es la historia sencilla. Sería más complicado explicarte los infinitos vestidos y flores que pueden adornar las especies de cualquier jardín, basta con que vayas aprendiendo cuando mires a tu alrededor.
                                                                     


Y gracias al milagro de la naturaleza, Lordio tuvo muchos amigos cuando al fin, todas las plantas de alrededor de donde habitaba le hablaban, jugaban, y se reían con él.”
-¿Sabes Nora?, dijo Irene, me encantan las mates, pero también me empiezan a gustar las plantas, gracias al bonito cuento que me has contado.
                                                                    

                                                                        
-Bueno Irene, pues tú me tendrás que ayudar con las matemáticas, que ya sabes que se me dan fatal. ¿Trato hecho?
Vale, dijeron las dos abrazándose con risas, y salieron corriendo cogidas de las manos en busca de sus compañeras.

Y potorrón, potorrón, contar cuentos me gusta un montón.