martes, 22 de junio de 2010

Mis olores

Siempre entro en el blog de mi amiga Miryam, (http://40aneraunamas.blogspot.com). En esta ocasión ha escrito algo, como siempre muy bueno, sobre el olor.

No puedo mejorar su talento narrativo, pero si contar mis experiencias al respecto.

Toda mi familia tiene una pituitaria excepcional, diría yo, para reconocer y definir sensaciones olfativas, ya que tenemos ese don especial de tamizarlas a través del celebro.


Mis recuerdos olfativos me llevan a una edad muy temprana de la cual recuerdo sobre todo, el olor al jabón verde, ahora llamado “Marsella”, con el cual mi madre además de emplearlo para cocina, suelos, baños y todo lo de la casa, lo empleaba también para el aseo sabatino al que nos sometía cada mañana de dicho día, que era cuando también nos cambiaba de ropa interior, precedida la acción por la plegaria: “Bendita sea tu pureza/y eternamente lo sea, etc.…

También recuerdo el olor indefinido de mi madre, entre un perfume que se llamaba “Maja”, y el sudor de después de los quehaceres diarios. Como el de mi padre, que usaba un “fijador” en polvo que había que mezclarlo con agua, y que tenía un olor muy peculiar.

Ese olor de mi clase del Colegio de Los Maristas, a madera de los lápices, a goma de borrar, a tinta de tintero en banca, de tiza, de sotana de cura que eran nuestros enseñantes y otros olores inconfesables de quinceañeros de hormonas revueltas.

Todo eso lo guardo en mi memoria olfativa de tal forma que cuando los percibo, vuelvo al sitio donde los olí por primera vez, e incluso identifico a compañeros de mi clase del colegio.

También lo vivo cuando recuerdo la primera vez que mi mano abrió la blusa de mi primer amor, las cuales no me lavé hasta después de mucho tiempo, y aún hoy su recuerdo olfativo me pone “palote”.

Había veces que por el olor, identificaba en un pub, quien tenía ganas y quien con ella era inútil intentarlo. Casi nunca me equivoqué.

Pero sobre todo adoro el olor a limpio de mi mujer, aún antes de echarse colonia. Creo que de lo primero que me enamoré cuando la conocí en un guateque de los sesenta y pico, fue de su exquisito aroma a mujer. Y por supuestos me encantan las colonias carísimas que usa mi hija, aunque el olor humano de ella es una autentica fragancia de flores exóticas e inolvidables.

El mañanero olor a café recién hecho, el olor de los cocidos de los sábados, los adobos del pescadito frito.

Alguna vez me invitaron a catas de vinos y de aceites de oliva. Hasta una vez participé en un hotel de una cata de aguas minerales.

Ese olor a tierra mojada, césped recién cortado o a incienso de los altares.

Lo mismo que había ciertos olores que no podía soportar: El olor a sucio, el olor a pié sin lavar, el olor de la naranja o el del pescado me sofocaba y no podía por menos que alejarme. También el de las esencias de colonias de mercadillo, el de wáteres públicos, incluso el olor a mi propio sudor no podía aguantarlo, a pesar de ducharme cada día una o dos y hasta tres veces.


Me encantaba sin embargo, el olor a colonia infantil de los bebés, e incluso el de leche agria de los rebocitos. Incluso no me importa el olor de mi nieta cuando se hace lo más grande.

Lo mejor que he leído sobre esto, es el libro de Patrick Süskind, “El Perfume”, que incluso se ha llevado al cine, el cual os recomiendo si no lo habéis leído.

Incluso tú Miryam, tienes tu propio aroma que identifico aunque no nos veamos.

Esta narración te la dedico especialmente a ti, pues escribiste antes y mejor sobre esto.

Me huele que esto se acaba.Por ahora me huelo que sí.



En Villanueva del Ariscal a 22 de Junio del 2010



domingo, 20 de junio de 2010

LA MALA VIDA

Éramos dos perdedores que dependíamos el uno del otro, ya que nuestras cómplices miradas analizaban cualquier cambio en nuestro quehacer diario. Habíamos llegado a esa edad donde tanta piel nos habíamos dejado en el camino, tanta sangre en la refriega de las palabras, que ya solo nos quedaba odio y rabia. Habíamos aprendido a tener guante de seda y mirada de águila real. No nos reconocíamos a nosotros mismos. Nos sabíamos en ese tramo del tobogán de la vida en que ya no esperas nada bueno. Nos conformábamos con amanecer cada día e ir cumpliendo una a una todas las rutinas de otros años, otros meses y otros días iguales a este. Éramos incluso rutina para nosotros mismos.

Ya veníamos de vuelta de muchas cosas. Solo queríamos que nos dejaran hacer todas las tontas “fechorías” que ahora hacíamos. ¿Era pedir demasiado?

Levantarnos o muy temprano o muy tarde, comer a deshora, sentarnos a ver crecer las plantas, mirar los peores programas de televisión, incluso quemar el guiso de verduras y no acordarnos de tirar de la cadena del wáter, esas cosa que solo se hacen cuando no hay nada mejor que hacer y los años todo lo perdonan.

Pero no se me olvidaba el pasado. El odio lo conformaba el antiguo recuerdo del día en que ya pasados los cuarenta y pico, perdí el magnífico empleo y con él la arrogancia y la agresividad propia de la juventud; y lo de ir sobrado de prepotencia en todo lo que hacía, decía, o me acontecía. Ahí empezó mi deterioro corporal, psíquico y mental. ¿Cómo renunciar a lo mejor de mí? ¿No querían que fuera competitivo?

El sujeto que llenó mi vida de ese sentimiento negativo y vengador, era un auténtico lobo estepario, otra persona estúpidamente joven, más preparada, más agresiva que yo, y por supuesto dispuesto a todo con tal de no esperar mucho para trepar a lo alto, sin importarle los cadáveres que dejaba en tan meteórica carrera ni las dentelladas a dar. Ya le pasaría a él también como ahora sé.

Con dinero, pero sin trabajo ni ego, me encontré en la puta calle.



                                                                                         

Ver como se me cerraban las puertas aún antes de llamar. Gente que me había insistido para que me fuera a su empresa y que ahora le resultaban molestas mis llamadas y aún más mis visitas inesperadas para hablar de “lo mío”. Ya era viejo para el mundo laboral, aunque fuera muy joven para jubilarme.

El orgullo había superado a todo lo demás. No podía aguantar tanto pasotismo de imbéciles que creían estar delante de un derrotado. No. No lo iba a consentir. Siempre me había revelado contra la estupidez humana y ahora no iba a ser una excepción. Llegó un momento en que decidí que ya no llamaría a ninguna puerta más, que me abriría a otras opciones ayudado por mi mujer, que era quien nunca me fallaba.

Me costó mucho trabajo cerrar relaciones, olvidar teléfonos e incluso mirar hacia otro lado cuando veía alguna cara de antaño. Ya estaba decidido. Me reconvertiría en otra persona sin por ello renunciar a todo el poso de rabia que llevaba dentro porque todo y todos habían sido tremendamente injustos conmigo.

Me preparé a conciencia para cambiar totalmente el rumbo laboral de mi vida. En adelante sería autónomo no solo en mi empleo, sino que también en las amistades y relaciones. Solo rescaté de esa época anterior a una pequeña parte incondicional de mi familia. A partir de ahora yo abriría y cerraría las puertas que quisiera, ya que había pasado a ser un depredador por decisión propia. Mi propio yo iría siempre lo primero.

Luché y luché contra todo y todos, pues mi orgullo me iba en ello, y no pediría ayuda nunca jamás a nadie. Lo que no esperaba era que me tropezara con la enfermedad y que esta empezara a vencer mi orgullo.

Es en estas circunstancias donde te das cuenta que tenemos límites, por muy chulamente que envistamos los problemas y sus soluciones.

Estuve casi un año trabajando con dolores tremendos que solo remediaba con una medicación cada vez más agresiva. Hasta el día que caí por unas escaleras al fallarme las piernas. Perdí el sentido y me desperté en el Hospital.

Fue mi mujer la que se impuso a mis protestas y me dijo: “Se acabó. Hasta aquí hemos llegado”.

A pesar de intentar retomar mi actividad, esta se hizo imposible. Médicos, tratamientos, rehabilitación y muchos padecimientos hasta llagar a la incapacidad.

Aún así conseguí un trabajo de tele operador desde casa. Hago encuestas para empresas y partidos políticos e instituciones. Pero estoy cansado. Tanto que ya no tengo orgullo, solo me sigue quedando odio contra casi todo y rabia por no poder ver pasar por mi puerta el “cadáver de mi enemigo”, ya que mañana a las diez de la mañana me llevan al cementerio. Me fui hacia el otro barrio sin tener ni puta idea. No he podido ni con la jodida muerte. No me tuvo en cuenta.

¿Descansaré en paz?



En Villanueva del Ariscal a 20 de Junio de 2010

viernes, 11 de junio de 2010

IRME

Qué sentido de la vida

Cuando estás ya casi muerto.

Te sitúas casi en la nada,

Ni tienes ganas, ni aliento.

¿Por qué me miras tan seria?

¿No ves que no tengo sueño?

Tu silencio me traspasa

¿Me querrás después de esto?

Solo yo te veo ahora.

No sé. Te quiero y te siento.

Tu silencio me traspasa

Como si me culparas de miedo.

Tú me quieres aún con vida,

Yo sé que casi estoy muerto.

No tengo hambre ni gestos,

Ya se me pasó ese tiempo.

Ni frío ni ahogos me afligen;

Solo quiero estarme quieto,

Sin que nadie ya me obligue

A miradas sin consuelo.

No me violentes las horas

De cuerpo presente quieto.

Ni al ruido de la acera

Ni a los pájaros inquietos.

De los gritos que ya fui

Y ahora me llegan de lejos.

Déjame suelto que vuele,

Mira que me viene el miedo.

No te enfades si no entiendes

Que ya vuelo porque puedo.

Esto se hace una vez

En la vida y sin repuesto.

Adiós para siempre amor

Quererte fue mi consuelo.

Me da igual adónde iré.

Tu sigues siendo mi cielo.


En Villanueva del Ariscal a 10 de Junio del 2010

miércoles, 9 de junio de 2010

Un día cualquiera

Cuando más sueño tenía va mi madre y me despierta. No sé si sabría que eran las 7,30 de la mañana y casi de noche. Ahora que me gustaba lo que estaba soñando… Bueno, pues pondremos la mejor de las sonrisas y arriba.

Menos mal que mi desayuno ya está preparado.

Pero soy una maleducada que no me he presentado. Me llamo Olivia y ya soy mayor pues tengo quince meses y aunque todavía ni hablo ni ando, lo entiendo todo y con lo de andar no tengo prisas, pues me llevan en el carro o si es mi abuela, en los brazos. ¿Qué más quiero?

Ya estamos llegando a la Guardería, donde me dejan mi padre o mi madre que luego van a trabajar. Cuando ellos no están, me acercan mi abuela y mi abuelo. Y ahora a aguantar hasta las tres y media que vienen a buscarme.
                                                                                 
                                                                                

Y aquí me tenéis soportando al creído de Nacho que ya es “caminante” y se cree superior a todos. Ya me las pagará por quitarme mi silla favorita y los tirones de pelo. Le queda para ello el resto de su vida, aunque aún no lo sepa. También está mi amiga Ahinoa que es una presumida y le gustan todos mis vestidos, ya que mi madre tiene muy buen gusto con todo lo que me compra.

A ver hoy qué toca, si enfangarnos en pintura, en harina o en ducharnos en leche. Dicen que son nuevos métodos de educación. Más les vale, pues con la pasta que pagan mis padres son para que nos bañaran en champán y nos preparara la comida Ferrán Adrià y sus “quimio cocineros”.

Pero basta de quejas, pues os vais a creer que soy una desagradecida. Me lo paso bien con mis cuidadoras, sobre todo con Maite que siempre está mirándome por si los “depredadores” me atacan y aunque yo me sé defender hay que tener guardadas las espaldas.

También me quiere mucho Amaya, aunque esta me hace trabajar de lo lindo para que empiece a dar pasos y a pintar tonterías en la pared.

Hoy es un día especial, pues han venido dos compañeros nuevos: Carmen y Roberto. Los pobres tienen unas caras de susto, y eso que no saben lo que se les viene encima.

Tendremos que hacerles alguna novatada como también me hicieron a mí. Estos chacales me escondieron uno de mis zapatos y me llevé casi toda la mañana descalza, así que ya veremos qué le hacemos a estos.

Hoy al venir hacia aquí estaba nevando y todo era muy blanco y todo el mundo iba muy abrigado porque hacía mucho frío. Yo con mi bufanda que solo se me veían los ojos. Pero aquí en la Guarde se está muy calentito.

La tonta de Noelia me quiere quitar el puzle que estoy haciendo, así que me pondré a gritar como una histérica para asustarla. Mira como huye. Objetivo conseguido.

Bueno, dentro de poco vendrá el almuerzo, que a mí me lo dan la primera, pues si no cojo una rabieta que asusta. Me encanta toda la comida que nos dan aquí, aunque no esté tan buena como la que me preparan mi madre y mi abuela. Mi abuela me hace unas croquetas de chuparse los dedos, aunque a mí me gusta solo lo de dentro.

Después de la comida echaré un sueñecito y luego en un rato vendrán por mí para volver a casa y que me pongan en la tele el “Cantajuego” con lo que yo me quedo embobada.

Algunas veces, si hace bueno, me llevan al tobogán y a los columpios donde lo paso fenomenal.

Y ya para acabar el día me bañan y después de la cena a dormir otra vez.

El próximo día os traeré el cuento que me ha hecho mi abuelo.

Un besito a todos y os diré lo que me dicen a mí: Portaros bien con todo el mundo.