martes, 15 de septiembre de 2015

Saudade

Y transcurre lenta y pastosa la tarde de este septiembre donde ya siento  cómo se acorta la luz del día, cómo devienen las horas a otro ritmo, con otra cadencia, casi en sonoros minutos alargados en tic-tacs cadenciosos.
Y nada mejor para esta tarde cualquiera, que leer al maestro Borges, tan cercano a nuestro tiempo y sin embargo tan extraño. Y la realidad es que sí, que cuesta trabajo leerlo por todo lo que dice en cada párrafo, en cada palabra y hasta en cada letra.
                                                                         


Que cuando lees sus Cuentos  Completos, no puedes hacer otra cosa que leer; que no te distraiga la música ni la televisión, pues no te enterarías de nada. Hay que leerlo casi con esfuerzo físico, leyendo, releyendo y a cada momento volver atrás para adivinar, acertar con lo que ha querido decir en este renglón maestro, en esta certera frase que casi es ya un libro por su contenido, y seguir pausadamente, sin desesperarse.
Me gusta releerlo sobre todo en este tiempo de melancolías, de cambio de piel climática, de sensación de adioses que nunca vendrán de vuelta.
Paro un momento para tomarme un café, y dejando por un momento de lado la erudita lectura, me apetece escuchar un poco de Serrat, que siempre me pone nostálgico, melancólico, devolviéndome a ese estado decadente en que me siento tan a gusto.
                                                                  


Y se va cerrado la luz…mientras…:

“Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve.”

Me quedo escuchando el viejo vinilo con la mirada perdida, ahogándome en un poso de nostalgias y recuerdos, que es lo único que me  va quedando, pues llega un momento en que ya nos volvemos parcos en palabras, incluso en gestos y maneras.
Que corta es la vida según para qué. No da tiempo a “saber”, es una carrera que cuando hemos acoplado ritmo y zancada, ya se termina, quedándote en la boca ese regusto a nada, a insipidez de vida por lo poco que somos, del sabor ácido de nuestra amargura, de la sombra que soy.

“Pintaron de gris el cielo
y el suelo
se fue abrigando con hojas,
se fue vistiendo de otoño.
La tarde que se adormece
parece
un niño que el viento mece
con su balada en otoño.”

Se me han quitado las ganas de seguir leyendo, no puedo con todo lo que se me ocurre de golpe y a la vez.
                                                                        


Aquellas lejanas conversaciones que nunca acababan, donde se eternizaban en discusiones por esto o por aquello, con un vaso de whisky en las manos y fumando compulsivamente. 
Noches eternas, o que nos parecían así por creerlas trascendentales, porque nos iluminaban el alma y el sentimiento, algunas veces gritando para tirar a la cara frases filosóficas, silogismos, certeras pullas, noches donde estábamos todos, todos. ¿Cuántos se han restado de este grupo, es sólo uno el testigo de lo que aconteció…? Ya no son posibles los párrafos de aprendizaje, ya casi lo aprendimos todo, o peor aún; nos endiosamos. Me  creo casi todopoderoso.

Te podría contar
que esta quemándose mi último leño en el hogar,
que soy muy pobre hoy,
que por una sonrisa doy
todo lo que soy,
porque estoy solo
y tengo miedo.


                                                                         


Mi burbuja, a 15 de septiembre del 2015

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