jueves, 29 de diciembre de 2011

Acabemos con el año


-Vamos, vete ya. ¡Deseo tanto perderte de vista!
-Ni que yo fuera el culpable de todo lo malo, respondió. ¡No irás a matar al mensajero!
-Por ti han pasado todas las calamidades que nos afligen: Paro, ruina, corrupciones diversas, machacarnos los ahorros. Hemos perdido un montón de ventajas sociales… Y que se yo cuantas cosas más, le dijo.


                                                                            
-Los tiempos y los años son siempre los mismos, sólo llevamos o traemos lo bueno o lo malo que hacéis las personas. Tenéis la responsabilidad sobre vuestros actos, para eso sois libres ¿No? No me culpéis a mí de vuestras dejaciones y meteduras de pata.
-Parte de lo que dices es verdad, le respondió. Pero hemos tenido muchos años buenos, felices o casi, y es normal que no nos resignemos a estos malos vientos que soplan en nuestras vidas. Casi nadie ha tenido ocasión de evitar lo que se nos ha venido encima. ¿O crees tú que somos culpables de tantos descalabros? 
-Hombre, quizás no todos seáis culpable de esta debacle, le argumentó. Pero ¿Quién si no, es responsable de tanto desatino y tanta rapiña? Es verdad que solo un puñadito de lo que llamáis “gente importante” lo manejan todo, pero alguien tendría que haber parado tanta especulación y tanta avaricia. Tenéis políticos que habéis elegido libremente y en quien habéis confiado. ¿Por qué no los castigáis ante su dejación de responsabilidades? Es que en muchos casos no solo no le recrimináis nada, sino que encima lo habéis vuelto a elegir a pesar de sus imputaciones y de sus juicios por robos de lo público en general y de lo tuyo en particular. Es una auténtica vergüenza, en algunos casos, que encima los hayáis premiado con la reelección hasta con más votos que antes.


                                                                             
-Todo lo que dices es verdad. Pero si no podemos confiar en nuestros gobernantes, ¿En quién si no? Buenos o malos son nuestros, nuestros inoperantes y golfos gestores de lo público. ¿En quién creer? Ahora muchos creen que los “tecnócratas económicos” nos sacarán del bache, y resulta en muchos casos, que esos mismos técnicos fueron los culpables de tanto desatino, y por otro lado, no querrás que venga algún dictador como los que propiciaron las grandes depresiones económicas del pasado siglo a solucionar todo esto. Eso es lo que les gustaría a algunos, que después de habernos quitado el trabajo, el dinero, las conquistas sociales, etc., llevarse por delante también  nuestra libertad en nombre de una vuelta a la tranquilidad y a los años felices. ¡No por favor! Vuelta atrás no. Creo que esa lección ya la tenemos aprendida.


                                                                              
-Bueno pues no te cabrees conmigo. Soy sólo el viejo año que se va. La alegría o la ruina que el año próximo traiga dependerá de vosotros, no del tiempo. El tiempo  siempre deviene, se sucede a sí mismo periodo tras periodo. Algún día se acabaran los amaneceres y los crepúsculos, los meses y todos los años, y ya no tendréis de que quejaros.
-Bueno, que eso sea lo último. Mientras tanto tendremos que buscar soluciones entre todos. Y poner en cuarentena a los “tecnócratas solucionadores” o a los “caudillos de la felicidad”, que son sólo y más que nada mentira. Sólo la ilusión en lo nuestro y el trabajo serio nos sacará de esto. Dejemos de echar la culpa a todo y a todos. Tú y yo somos el problema y la solución.


En Sevilla ,a punto de acabar el 2011

sábado, 24 de diciembre de 2011

DUERMEVELA



Quise escuchar el susurrante frío

Que,

Los azules malvas del naciente día

Atravesaron,

Encontrando el irritante amargor del desvarío

Tan

Sin que aquel pájaro que en floridas primaveras

Rápidas,

Recorriera trotando el camino tortuosamente incierto.


Que de aquel olvidado tiempo de vacío

Obcecada,

Como estabas, pendiente del recuerdo, en esencia deprimida,

Inconclusa.

Embargándote de pesares cual tortuoso rio.

Nebulosa

Estampa aparecida, desdibujada, comedida

Y tal vez

Fracasada

 Que en otros tiempos fuiste dolorida

Vida.


En Bilbao, a 16 de Diciembre del 2011

martes, 20 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD



                                                                                 
Feliz Navidad. Feliz Navidad a todos. También a los que sé que no la van a disfrutar por que no quieren, o no pueden o no se la merecen o no los dejan, ya que están o son o fueron: 
Cabreados de larga duración, huérfanos, leprosos, rencorosos, parados,  sin papeles, funcionarios, cuatrocientoseuristas, traumatizados, pilotos, senegaleses, presos, huérfanos, viudos, inadaptados, ultras, piojosos, ministrables no elegidos, harapientos, victimas, sin techos, incomprendidos, cornudos, sin escaño, afganos,  maltratadas, víctimas de abusos,  estafados, esclavos de…, perseguidos, torturados, perdidos, terroristas, intolerantes, usureros, okupas, indignados, secuestradores, dictadores, canallas, drogadictos, arruinados, quemados, sevillistas, inquisidores, envidiosos, ladrones, odiosos, avaros, crápulas, enfermos, opositores sin plaza, desheredados, ansiosos, náufragos, autistas, miserables, desplazados, afectados,  forasteros, irascibles, acorralados, neonatos, imputados, bandidos, mahometanos, corruptos, sicarios, blasfemos, insolidarios, abusadores, malvados, budistas, zombis, maquinadores, capullos, puteros, chivatos, malpensados, violadores,  y demás malas personas o buenas gentes que tienen que pensar en otras cosas más apremiantes o más chocantes o más obligatorias, de tal forma que están incapacitadas involuntaria o voluntariamente al desapego de la felicidad humana, ya que su vida está comprometida con otros fines o por alguna causa ajena al común de los especímenes terrícolas.


                                                                                
A los que quedan, PAZ, FELICIDAD y PACIENCIA  para aguantar lo que nos venga en el jodido 2012.

                                                                                   

domingo, 11 de diciembre de 2011

LA VENGANZA


Habían pasado más de veinte años desde entonces, pero aún lo vivía como si hubiese sido ayer. Tanta fue la angustia sentida por aquel chaval en el instituto que hasta se inventaba enfermedades para no ir a clases y es que aquel chulillo del curso, Dámaso, lo tenía amargado.
Y no eran sólo las agresiones por cualquier tontería, sino la facilidad con que lo ponía en ridículo ante cualquier compañero o compañera, esto último aún le era más doloroso.


                                                                                
Por fin el día de su venganza estaba cercano, y es que tenía delante el currículo de este individuo pidiendo trabajo. De entre las cerca de cincuenta peticiones para ocupar la plaza de conductor en el camión de reparto, le habían seleccionado cinco para entrevistar, y esta era una de ellas.
Había investigado a fondo toda la historia, y así se había enterado cómo a este pobre infeliz casi todo le había salido mal en la vida. Su madre murió muy pronto y fue un niño maltratado hasta que en una de aquellas palizas, el padre borracho, casi lo mata si no llega a ser que los vecinos llamaron a la policía.


                                                                               
A partir de ahí dejó los estudios y se fue a vivir con una hermana de su madre, que lo puso a trabajar de inmediato.
Muchos trabajos temporales hasta que se sacó el carnet de conducir de 1ª y se compró un camión con un crédito que le concedieron.
Desde entonces había trabajado como autónomo, pero ahora con la crisis le faltó el trabajo y no tenía dinero para pagar las letras del nuevo vehículo, por lo que se lo habían quitado, y estaba desesperado buscando empleo de lo que fuese, ya que tenía mujer, dos hijos pequeños y la vivienda hipotecada. Un cuadro que, no por normal en estos tiempos, era menos dramático.


                                                                                
Había pensado tantas veces en la venganza, que ahora cuando se presentaba la oportunidad, la realidad es que no le producía placer ni alegría, sino una inquietud que lo hacía no sentirse bien.
Por fin le dijo a la secretaria que pasara el último candidato, Dámaso.
Entró una persona que no  le recordó  en nada al compañero del instituto, pues casi no tenía pelo, extremadamente delgado y con muchas y profundas arrugas,  que le hacían parecer diez años mayor que él.
Intentó hacer la entrevista lo más fría posible y sin salirse de las preguntas normales que se le hacían a todos los candidatos, aunque Dámaso nunca se daría cuenta de quien estaba detrás de la mesa. Es más; creyó probable que el otro ni se acordara de sus actuaciones canallescas del pasado.
Cuando se marchó se quedó pensativo mirando por la ventana a los transeúntes. ¿Qué hacer?
La realidad es que cualquiera de los candidatos le servía, pero casi estaba decidido a darle el trabajo a su antiguo compañero y hacerle pasar un calvario después. ¿Era esto lo que quería?
Pues no. No se quería reconocer buena persona, pero quería darle el trabajo porque pensaba que todos los sufrimientos de aquella persona le habían redimido de las muchas cabronadas que había hecho en el pasado.
Incluso se sentía culpable por haber tenido él una vida feliz, aunque hubiese sido conquistada con sacrificios y renuncios.
Ahora que no sentía rencor ni odio se sentía bien consigo mismo.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Pecadillos juveniles


Era una “Maruja” en todo el sentido peyorativo de la palabra. Por eso apareció aquel día por la habitación mas oculta de la casa para cogerme “In fraganti”, liado con la chica que venía a ayudar, Toñi,  metiéndole mano de forma inequívoca, pues tenía la falda levantada, las bragas en las rodillas y uno de sus magníficos pechos , al que yo ensalivaba con fruición, fuera de la blusa.


                                                                            
Por supuesto que lo puso en conocimiento de toda la familia para avergonzarme de mi lujuria, delante de una cortadísima y llorosa Toñi, que de forma interina, había venido a sustituir por unos días a su madre enferma de gripe.
Esta chivata y metomentodo era mi tía Rosa, solterona de cincuenta y muchos años, hipocondriaca, “corre ve y dile” con matrícula de honor, infatigable mandona e histérica de la limpieza y beata meapilas de vocación monjil tardía, que decía rezar por la salvación de mi alma irredenta, lujuriosa y pecadora.
Aquel “pillarme con las manos en… la masa”, tuvo sus consecuencias inmediatas, por esto fue el despido de Toñi y mi reclusión forzosa durante cuatro fines de semana en los ámbitos de la casa, lo que me dio tiempo a mi planificada venganza que iba a poner en acción cuando menos se lo esperara y mas fastidio le causara a esa bruja de hermana de mi madre.


                                                                                 
Habían vuelto, después de casi dos meses, el agua al cauce de la normalidad y el olvido, cuando entendí que había pasado suficiente tiempo como para empezar a servir el frio plato de mi venganza.
Mi adorada tita, tenía la costumbre de quitarse la dentadura postiza antes de acostarse, la limpiaba y cepillaba con meticulosidad, y la dejaba sobre un paño blanco sobre su mesilla de noche junto a una botellita de agua, precaviendo por si de madrugada tenía sed. Una noche aprovechando su profundo sueño, le refregué la susodicha prótesis dental, con unos “chiles jalapeños” picantísimos que casualmente regalaron  a mi padre,  sabedores de que  estas guindillas le encantaban acompañadas en las comidas.


                                                                           
Cuando al levantarse por la mañana se puso la dentadura, se oyó un grito estremecedor en la tranquilidad del emotivo amanecer de mi revancha. Echó mano del agua que yo había cambiado oportunamente por Linimento Sloan que había encontrado en un ropero de la abuela y que ya no se usaba, bebiéndose del tirón casi medio bote del oloroso relajante muscular.
A partir de ahí pierdo el hilo, solo sé que al querer ir al cuarto de baño a enjuagarse la boca, se asustó mucho con el gato que dice que estaba amarrado al picaporte de la puerta, y huyendo de sus zarpazos, se cayó por la escalera partiéndose una pierna y amoratándosele la cara con irisentes tonos intensos de toda la gama cromática. También tenía varios arañazos en los brazos, probablemente del susodicho felino.
Yo casualmente había desaparecido la noche anterior para ir a estudiar a casa de mi amigo Germán, que fue quien me ayudó a entrar de noche a mi casa y perpetrar dicha fechoría, por lo cual no se me pudo culpar de nada. Todo se achacó a un despiste de Rosa que habría limpiado la dentadura con un paño de cocina contaminado, y el linimento es que estaba al lado de la botellita del agua y nadie sabía cómo había llegado hasta allí, y con los nervios... ¡Ah! El gato nadie lo había visto aunque mi tía juraba que era verdad.


                                                                             
Cuando llegó del hospital toda escayolada, tenía que ir a verla a su dormitorio, pero antes tuve que pasar por la cocina y ponerme varias cebollas cerca de los ojos para que así mis carcajadas tremendas, parecieran histéricos lloros de su compungido sobrino. No sé cómo no se dieron cuenta.
Por otra parte y aprovechando el alboroto general, deslicé unas pulgas en la escayola de mi amada tía, con lo que los picores y los gritos no cesaron en muchos días.
¡Con lo limpia que era ella, pulgas!
A partir de aquel día no paraba de mirarme de forma acusadora, a lo que yo le respondía con la mejor de mis sonrisas. Incluso alguna vez cuando nos encontrábamos a solas, le pedía a carcajadas que me contara lo del gato y le aconsejaba lavarse más a menudo para no tener bichos, con lo que conseguía que saliera llorando y llamándome malvado y pecador sobrino endemoniado.
Al estar encamada tenía que hacer sus necesidades en una “cuña” que se introducía entre las sabanas y sus partes pudendas, pues bien, yo puse un montón de comprimidos efervescentes en la susodicha cuña, con lo que se originó un extraño y tremendo espumerío al contacto con el pipí. Se creyó enferma grave, llamando a gritos al médico y encomendándose a todos los santos para que la salvaran de su nueva y terrible enfermedad.
Sólo ella sospechaba de mí, pero no pudo convencer a nadie de mi intervención en sus repetidas desgracias
Bueno, pues hoy lo vamos a dejar aquí, pero ya otro día retomaré nuevamente el tema y os seguiré contando el resto de putadas que le hice a tita Rosa para hacerle la vida lo más jodida posible. Fueron los dos años más felices de mi vida y los más desdichados para ella.
¡Ay! ¡Cómo la echo de menos!