martes, 26 de junio de 2012

La vida viene como viene


Era uno de tantos  días lluviosos que anteceden a la primavera y como siempre en los últimos meses, Carmen me esperaba en la parada del autobús para dar una vuelta después de acabar  nuestro horario escolar. Ambos teníamos alrededor de los quince años, y llevábamos paseando nuestras simpatías hacia ya varios meses de ese año de 1965.
La recuerdo con una rebeca gris, menuda, casi rubia y más bien bajita. Solíamos dar un largo paseo hablando del colegio, de lo que nos gustaría hacer en el futuro y de todas esas tonterías que los chavales suelen hablar en esa edad que decían del “pavo”.

                                                              
Me impresionaba de ella como contaba de una forma tremendamente expresiva las penalidades de su padre, que había trabajado  en el duro trabajo de  minero allá en Nerva,  y que ahora arrastraba una enfermedad propia del trabajo que había tenido. Eran gentes humildes como casi todos lo  éramos en aquellos años, siempre luchando por mejorar la vida de la familia y sobre todo empecinados en que los niños estudiáramos para ser mejores y llegar a más que nuestros padres.
No llegué a saber si ella me gustaba o yo a ella para haber llevado nuestra relación a algo más, pero la realidad es que en todos los días que nos estuvimos viendo jamás se nos deslizó ni a ella ni a mí una palabra en ese sentido, y eso que como es bien sabido, en esas edades las hormonas hacen estragos.
En algunos momentos antes de dormirme, me preguntaba si sería capaz de cogerle la mano y abrazarla, o aprovechando las zonas de menos luz de la calle, arrinconarla hacia algún portal y besarla, más que nada por saber a que sabían aquellos contactos que tanto ponderaban los mayores y que tan idealizados estaban en las novelas o en el cine.

                                                              
Algunas veces hablábamos de cocina, pues nos gustaba inventar platos nuevos. Un día en su casa hicimos un yogurt natural que me encantó.
Ella utilizaba leche condensada, pero yo que lo he hecho muchas veces utilizo leche vaporizada “Ideal”. Salen tres o cuatro copa según el tamaño.
Se coge la leche y se le añade azúcar al gusto y la fruta que desees pasándolo todo por la batidora. Se le añade el zumo de medio limón y se mete a la nevera hasta que esté frío. (Es en este proceso cuando la leche se corta y se hace yogurt)
Una vez para servir se le puede añadir trocitos de fruta o lascas de chocolate negro. Riquísimo.
Recuerdo que un día ya próximo el verano, me dijo que se mudaba a un chalecito en una barriada nueva, de forma que quedamos en vernos una tarde de la semana siguiente en una parada de autobús cercana a su casa.

                                                              
Fui a la cita aquel tormentoso día poniéndome empapado y esperé durante hora y media pero ella no acudió, y como ninguno teníamos teléfono perdimos el contacto y nunca más la volví a ver a pesar de intentar por todos los medios localizarla.
Pasaron muchos meses de aquello, pero un día en casa salió cierta conversación sobre las relaciones que yo debería tener y cuáles no, y mira por donde mi hermana confesó que aquella amiga mía Carmen, estuvo en casa preguntando por mí en dos ocasiones y que ella la había despedido de malas maneras, ya que consideraba la jodida solterona, que era poca cosa para mí.
Que mentalidad más curiosa la de ciertas familias  entonces, pues aunque eran pobres igual que el resto, bien por tener sonoros apellidos o pasadas grandezas, miraban a los demás por encima del hombro.
El destino y sólo el destino nos lleva hasta donde hoy estamos, sin poder llegar a imaginar lo que hubiera sido de nosotros si hubiésemos tomado otro camino o relacionado con otras gentes, o llegado a unirte a otra persona.

martes, 19 de junio de 2012

La masacre de Hipercor


Hoy hace veinticinco años que unos asesinos, en nombre de no sé qué libertades o independencias, mataron a sangra fría a 21 personas entre los que había 4 niños, además de 45 heridos.
Fue en Hipercor de Barcelona, donde estos hijos de la gran puta, pusieron e hicieron explotar un Fort Sierra con 30 kg. de amonal y 100 litros de material inflamable, para intentar producir el mayor daño posible entre gente inocente. Y lo consiguieron. Todas las víctimas fueron civiles.
Y yo me pregunto, ¿En nombre de qué buena voluntad o buen sentimiento piden los políticos de turno que las víctimas perdonen a sus verdugos? ¿Hasta de la sangre han de sacar tajada estos cabrones?
¡Iros a la mierda!

                                                            
Son muy pocos los 790 años de condena a los siniestros terroristas de estas muertes.  
Qué padre o madre, hermano, abuelo o amigo puede perdonar la barbarie ocasionada por estos asesinos entre las familias  o en los sentimientos de tantos inocentes.
Ponte la mano en el pecho como víctima o familiar y di conmigo:
“Ni perdono, ni olvido, ni me creo un arrepentimiento de estos animales que duermen en sus celdas tan tranquilos, esperando que algún ministro oportunista se cuelgue la medalla de la reinserción de estos salvajes.

                                                             
 Y quiera Dios que jamás me los encuentre andando por la calle como gente normal, pues ese día, me tomaré la justicia por mi mano y me iré a la cárcel después de saber que he acabado con el asesino de mi hija, mi hermana, mi madre o mi nieta”. Entonces sí que dormiré a pierna suelta.
Ya está bien de ser buena gente. Si la autoridad judicial no es capaz de  legislar contra tan abominable maquinaria del mal, es que han perdido la autoridad que emana del pueblo.

                                                              
Siento  haber sacado hoy lo peor de mi mismo, pero me lo pedía el cuerpo después de escuchar a las víctimas hablando de la presión que se estaba haciendo sobre ellas para entrevistarse con los asesinos.
Se me dirá que yo lo que quiero es venganza y no justicia.
De verdad, si te hubiese ocurrido a ti ¿Tú qué harías?

Indignado, en el 19 de Junio del 2012

jueves, 14 de junio de 2012

Ámsterdam


Por fin habías acabado el curso y querías hacer un pequeño viaje para desconectar de tanto esfuerzo, pero como siempre el factor económico te limitaba bastante. Echaste alguna ropa en la mochila, el cepillo de dientes y poco más, y te fuiste a la aventura al aeropuerto de Sevilla a ver si había alguna posibilidad de coger alguna ganga.
Una vez visto los vuelos que saldrían en las próximas horas y preguntado los precios y disponibilidad de plaza en sus diversos mostradores, te decidiste por una buenísima oferta de la compañía de bajo coste Ryanair hacia Ámsterdam, con el único inconveniente de que era al aeropuerto de Schipol, que por cierto está situado a 4 metros bajo las aguas del Mar del Norte, en Eindhoven a 70 kilómetros, pero por 75 € ida y vuelta que más querías.

                                                                  
Tenías que resolver dónde dormir, de forma que llamaste a un amigo que recientemente había estado allí y te dio la dirección de un albergue, donde por poco dinero podías dormir, aunque acompañado en la habitación de otras personas de tu mismo sexo.
Bueno, parecía estar todo encarrilado, de forma que llamaste a tu familia para decir que te ibas tres días de viaje y dando vueltas esperaste hasta que saliese el vuelo.
Una vez “encajonado” en el asiento entre un señor mayor y una joven de muy buen aspecto, empezaron las maniobras de despegue. Notaste como la joven de tu lado, que por cierto tenía unos preciosos ojos grises, se ponía blanca y cerraba los puños con mucha crispación, por lo que le preguntaste qué le pasaba.
Te dijo que los aviones la ponían muy tensa y que si te importaba que te diera la mano. Por supuesto que encantado, respondiste, incluso en el momento de iniciar el ascenso la aeronave, se te abrazó al hombro temblado.

                                                            
Una vez aquello se estabilizó, te contó que se llamaba Sofía y que trabajaba en Ámsterdam y que había venido a España a visitar a su familia.
Seguisteis una distendida conversación durante todo el vuelo y tomasteis junto en el aeropuerto el tren que os llevaría a la ciudad sin parar de hablar durante todo el tiempo.
Una vez en el destino, os disteis los teléfonos para salir juntos al día siguiente y tomaste el camino de tu residencia para dejar tus cosas y pagar la cama.
Todo lo que estabas viendo de esta ciudad con su arquitectura de los siglos XVI y XVII te tenía encantado, sobre todo los canales, los tenderetes y la alegría que respirabas por cada rincón de la ciudad.
Tomaste “prestada” una bicicleta de un gran aparcamiento como te habían aconsejado, y después de comprarte un bocado de pescado marinado, te dirigiste al museo de Van Gogh y al Stedelijk Museum, en donde pudiste disfrutar de las obras de Cézanne, Monet, Picasso y Chagall.

                                                              
Era ya anocheciendo cuando te decidiste a dar una vuelta por la “Zona Roja”, famosa por sus luces y por las prostitutas que se exhiben en vitrinas o escaparates para que el posible cliente escoja. Estabas por la calle De Wallen, cuando te pareció que una de aquellas mujeres muy pintadas y en ropas menores te sonreía, y que esos ojos te recordaban a alguien. Empezaste a darle vueltas al coco y al final caíste en que era la muchacha que venía contigo en el avión y que habíais quedado para el día siguiente.
¡Qué corte, dios! ¿En eso trabajaba? Se había quedado más cortado que un kilo de mortadela.
Durmió poco aquella noche, ya sea por los extraños sueños que tuvo relacionados con su amiga Sofía o por la docena de cervezas que se bebió en uno de los “Coffee Shops”.
Eran las 9.30 de la mañana cuando el repiqueteo del teléfono lo sacó de las garras del sueño. Era ella. ¿Qué hacer?
Después de que sonara la tercera vez, descolgó y respondió a la llamada de su amiga:
-Oye ¿Sigue en pié nuestra cita o has cambiado de opinión?, me dijo.
-Bueno sí, es que acabo de despertarme.
-Si te parece, quedamos sobre las 12.00 en el Tropen Coffee, que está en una callecita detrás del Palacio Koninklijk, en la plaza Damm.
-De acuerdo, si no te llamo allí estaré.
-Hasta luego, no me falles.


                                                               
Y con este diálogo se vio comprometido a la cita y aunque en principio no pensaba acudir, allí estaba a las doce.
Se saludaron como si tal cosa, hablaron de cosas intrascendentes, volvieron a coger “prestadas” un par de bicicletas y empezaron un recorrido por la ciudad empezando por el Mercado Flotantes de Flores, el barrio judío, el puerto con su museo marítimo Scheeppreaat Museum, montaron en una barcaza para navegar por los canales y Sofía lo invitó a comer en un pequeño restaurante regido por españoles.
Después de tres ginebras en el postre, ella contó un poco de su vida.
Había estudiado decoración y quería montar su propio negocio en Madrid, por lo que a falta de nada mejor, se propuso trabajar en “eso” hasta juntar el dinero que necesitaba.
La realidad es que a estas alturas de la cita, se planteaba alguna reunión más íntima, pero desistió sin saber muy bien el por qué.
El resto de la tarde y el principio de la noche, lo empleó en beber y fumar con sus nuevos amigos del albergue.
Ya de vuelta a Sevilla y pasado un tiempo, intentó comunicar con Sofía, pero o había cambiado el número de teléfono o simplemente nunca más quiso responder a su llamada.
Le quedaba el sabor de una extraña aventura en la que quizás no supo estar al nivel adecuado.

martes, 5 de junio de 2012

El estado de la granja


Erase una madre cerda llamada Patria que tuvo tres cerditos. Los quería mucho y como ella había pasado tanto en la vida, se propuso formar y educar a sus hijitos de tal forma, que nunca pasaran por estrecheces y que a la vez fueran líderes de entre el resto de los animales.
El mayor de ellos se llamaba Pringue y estudió muchísimo porque su madre quería que fuera banquero y como era el mayor, corriera con los gastos de la familia si a ella le pasaba algo.
El segundo de los hermanos era Pringoso, que tenía habilidad para convencer y gustar,  por lo que se decidió a ser político. Con influencias y dinero consiguió su madre que llegara muy joven a ser un verdadero líder en su partido y fue quien primero pudo ayudar a sus dos hermanos.

                                                                 
El más pequeño de los tres, Pringao, “un cochinito lindo y cortés”, sólo quería estudiar, por lo que cogió la carrera de  leyes e hizo oposiciones a las más altas instancias de la justicia, llegando a ser un juez de reconocido prestigio.
La vida le sonreía a esta familia, aunque al resto de sus congéneres las cosas les fueran regular, pues mientras la familia cerda cada vez era más rica e influyente, el resto de animales padecían un paro enorme y los que tenían ocupación cada vez tenían que trabajar más y sin embargo ganaban menos, ya que los impuestos los tenían asfixiados y sus sueldos estaban congelados.
Un día un grupo de animales se reveló contra el estado de las cosas y empezó por analizar la situación. El resultado de su estudio fue el siguiente:
Los bancos tienen al país cogido por los huevos, ya que sus inversiones y especulaciones si resultan positivas las asumen como lícitas ganancias, pero si son créditos fallidos o hipotecas no pagadas, esto es las pérdidas, las asume el Estado y las pagamos entre todos vía impuestos. De esta forma los ricos son cada vez más ricos, desaparece la clase media y sólo queda una gran masa de pobres temerosos de que les quiten lo poco que tienen.
Nuestros gobernantes, los políticos, están tan preocupados por sus prebendas y chanchullos personales que se olvidan de lo que prometieron antes de ser elegidos, por lo que solo reina en el parlamento el amiguismo, los enchufismos y la carrera por hacer dinero de cualquier manera olvidando completamente a quienes los eligieron para gobernar el país. Saben que cuando cesen como gobernantes, les tendrán reservado un puesto importante donde redondear sus abultadas fortunas.

                                                                  
 Aunque aparentemente los políticos de diversos signos dan la impresión que se pelean por nuestro bien delante de las cámaras de televisión, cuando creen que nadie los ve se ríen y se abrazan como amigos, ya que tienen claro cuál es su negocio, que obviamente no redunda en nuestro beneficio.
El poder judicial, es como un gran centro de flores, donde cada partido ha puesto el capullo que le interesa en cada momento. Estos jueces, sabedores de esto, dictan sentencias y legislan a las órdenes de los partidos que los han elegido, complaciendo de esta forma a los poderes del estado.
Es por esto que no se cortan al mostrarse como pavos reales que están por encima del bien y del mal. Sólo preocupados de su corporativismo, es una verdadera casta dentro de la casta dirigente, pues ponen como ley lo que dictan los intereses de los poderosos y si no tienes dinero te jodes porque no existes para ellos.

                                                                   
Así se expresó el grupo de animales allí reunidos, por lo que acordaron hacer un manifiesto y ponerlo en conocimiento de la ciudadanía animal.
Muchos de ellos fueron golpeados y presos en las manifestaciones que se produjeron en el país contra los cerdos que los gobernaban, pero poco a poco se fue abriendo paso  la idea de que todo esto tendría que cambiar y que si nuestros gobernantes eran corruptos e ineptos  había que quitarlos.
¿A quién ponemos al frente de esta granja de país llamado España que no hagan como los otros?
No al “silencio de los borregos”. Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad  con el resto, pues si no elegimos cuidadosamente a nuestros gobernantes, nos podemos encontrar con que el desencanto dé paso a los caudillismos, mesianismos o populismos. Todos, lo siguiente de malísimo.