sábado, 26 de febrero de 2011

Atrapado

Era el mes de Julio en Sevilla. Una barbaridad de calor. El Dr. Martínez, pediatra, me había citado en su casa a las cinco de la tarde, para hablarle de los productos de Nutrición Infantil del Laboratorio Farmacéutico al que yo representaba.

Estábamos a 41º en la sombra, y yo con traje y corbata, uniforme que por los años 70 del siglo pasado, era obligatorio en nuestro gremio de Visitadores Médicos.

Tenía la consulta este doctor por el barrio de San Lorenzo, una casa de dos plantas, azotea y trastero, con su patio central interior y su fuente rodeada de plantas, como entonces eran las casas sevillanas.

Llegué un poco antes y la enfermera me hizo pasar a una habitación del patio, separada del bullicio infantil de la sala de espera.

Ya sabía que me quedaba un rato allí, pues D. Juan no me recibiría hasta que acabara con el último paciente. Me quité la chaqueta, me aflojé un poco la corbata y me senté en un mullido sillón. El frescor del lugar, la música del agua de la fuente al caer, unido a mi falta de sueño propiciaron que me fuera quedando dormido.

Me desperté sobresaltado sin saber donde estaba. Poco a poco, me fui poniendo en situación y acordándome de todo.

No se escuchaba ni la fuente ni nada. Me acerqué a la puerta y mire por el patio llamando a la enfermera, primero con un susurro, después casi a gritos. Luego me acerqué a la puerta entreabierta de la consulta. Allí no había nadie.

Fui inspeccionando todas las habitaciones de la casa sin encontrar ni a la enfermera, ni al médico. Los muebles cubiertos con sábanas me recordó que este hombre tenía una finca por el Aljarafe sevillano, donde pasaba los casi cuatro meses de verano.

                                                                                
Fui hacia la cancela de la entrada que estaba cerrada con llave, al igual que la puerta exterior, pues desde mi posición veía el cerrojo echado.

¿Qué hacer? Me dirigí hacia el despacho del médico para buscar el teléfono. Por entonces no teníamos teléfonos móviles ¿A quién llamar? En mi casa aún no nos lo habían puesto.

Busqué por si encontraba el número de teléfono de la finca del Aljarafe; nada. En las recetas solo venía el número de aquí, y en las guías de teléfono no venía tampoco, ni por apellido ni por dirección.

Llamé a mi jefe, pero no lo cogían. En casa de un compañero su hijo me dijo que sus padres estaban en una misa de difuntos.

Se me ocurrió subir a la azotea y pasarme a la casa de al lado para salir por allí. Iba sudoroso, despeinado y con la camisa por fuera. La boca y la garganta seca como estopa.

Al pasar a la azotea contigua y dirigirme a la puerta de bajada, constaté que también esta puerta estaba cerrada.

Me senté en un poyete para tranquilizarme y pensar en algo.

En ese momento empecé a oír una sirena que me pareció la de una ambulancia, pero al asomarme a la calle vi que eran dos coches de policía.
                                                                             
Me vieron y a gritos me dijeron que no me moviera de donde estaba. Al momento salieron por la puerta de la azotea contigua cuatro o cinco policías, uno de ellos con el arma reglamentaria en la mano, instándome a que no me moviera.

Me pusieron contra la pared sin dejarme explicarles nada, me cachearon a conciencia y me pusieron unas esposas como si fuera un criminal. Al bajar las escaleras, un señor mayor y dos mujeres de edad avanzada, empezaron a gritarme improperios de lo más variado y una me arrancó una manga de la camisa.

Ya en la calle, le pedí a un inspector que por favor me escuchara dos minutos. Se me quedó mirando y me dijo: “Te escucho dos minutos”.

Le expliqué todo lo que me había pasado y que por favor avisaran al médico y a la enfermera para que les informaran. Que vieran mi chaqueta con la documentación, la corbata y mi cartera de trabajo que estaba en la sala de espera y que todo se aclararía.

Me llevaron a una comisaría de policía y me encerraron en un cuartucho que olía a todo menos a limpio. Serían ya las diez de la noche cuando un agente vino a quitarme las esposas y a llevarme a un despacho donde no había nadie. Al rato entró el inspector que ya conocía. Me dijo que me habían visto saltando por la azotea desde los pisos de enfrente, y que le repitiera mi versión, pero dándole nombres de las personas que me conocieran y pudieran responder por mí.

Le repetí más detallado todo y le dí el nombre y los apellidos del médico, de mi jefe, de mi novia, de mis compañeros y la dirección de mi casa.

Me dejaron nuevamente en el calabozo, después de que se apiadaran de mí y me dieran una botella grande de agua, que me bebí entera.

A la hora y media aproximadamente me volvieron a llevar al mismo despacho y me dejaron solo. Al rato entró el inspector a decirme que quedaba libre, pues varias personas me habían reconocido y habíase aclarado todo.

Al salir, en la sala de entrada, estaba mi novia, el médico, la enfermera, mi jefe y mis compañeros que me daban palmadas y bromeaban con lo que me había pasado. Les dí las gracias a todos. El médico y la enfermera me pedían disculpas y perdones.

Yo cogí a mi novia, nos montamos en su coche, y ya cuando salimos fue cuando me hundí pensando en todo lo que me había pasado. Rompí a llorar desconsoladamente a borbotones.

Paramos a tomar algo, ya más tranquilo, pues no quería llegar a mi casa en ese estado. Me lavé un poco y me peiné para estar más presentable.

Menos mal que mis padres, ya mayores, no se habían enterado de nada.

No guardo rencor a la policía, pues me trataron sin amabilidad pero correctamente. Sin embargo lo que más me afectó y aún después de muchos años recuerdo, son las miradas de odio y la agresividad de las dos ancianas cuando bajábamos las escaleras.

Desde aquel día, el médico y yo nos hicimos muy amigos, incluso fue el padrino de bautizo de mi primer hijo. Pero lo que nunca más volví a hacer, fue sentarme en ninguna sala de espera por muy despierto que estuviese.



lunes, 21 de febrero de 2011

¿Qué está pasando...?

Aquí.

Tenemos la tasa de paro más alta de la Europa Comunitaria, casi cuatro millones y medio de personas sin empleo, y casi una cuarta parte sin ningún ingreso en su unidad familiar. La mayoría del paro, propiciado por la burbuja inmobiliaria y a la alegría de dar créditos de los bancos, dados como quien reparte caramelos.

Problemas: Impago de hipotecas, falta de liquidez en el crédito, bajo consumo interno, miedo de los inversores, etc., etc.

Mientras tanto, el Sr. Zapatero cambia de opinión tres veces cada día; va como un barco sin brújula, y el Sr. Rajoy no sabe, no contesta. Se conforma con dejar caer la breva cuando esté madura y quitarse la careta de defensor de los pobres cuando llegue el momento.

                                                                            
Tenemos que hacer individualmente un esfuerzo para salir del hoyo, cada uno en lo que sea capaz de mejorar de su entorno, pues lo que no hagamos por nosotros, nadie lo hará.

Allá.

En la Comunidad Europea a la que pertenecemos en unión de otros veintiséis países, cada uno va a lo suyo, con una defensa acérrima de sus mezquinos nacionalismos.

En esta guerra de intereses en lo que se ha convertido la CE, priman los más ricos, que imponen a los demás sus puntos de vista y ordenan qué tienen que hacer para no disgustar a sus intereses inconfesables.

                                                                                
¿Qué peso tiene la Comunidad Europea a nivel internacional entre los más grandes? Ninguno. Sigue mandando Obama, los chinos y algún país europeo a título personal.

Preguntaría en la calle al ciudadano los nombres de los dirigentes europeos, y apostaría que el 99% no sabrían ninguno. Lo que se desconoce no existe, ¿Verdad?

Por este camino nadie nos tomará en serio. ¿Cuando naceremos a la realidad?

A cuyá.

Estamos asistiendo a una gran revolución en todo el norte de África: Túnez, Egipto, Argelia, Bahréin, Libia, Irán, Siria, Jordania, Yemen, y ahora Marruecos.

Todos estos movimientos y manifestaciones se han convocado por los jóvenes a través de Internet.

Muchos muertos y heridos contra las dictaduras y la corrupción en sus países, asesinados por la policía o el ejército al servicio del monigote que manda.

Cientos de miles de jóvenes desesperados por la miseria y el paro desean cambiar y mejorar, y las corruptas oligarquías que gobiernan sus respectivos países, no quieren soltar la teta del estado hasta dejarlo seco.

                                                                             
En algunos de estos países, hasta el 30% del PIB, estaba en manos de los dictadores y sus familias. Una vergüenza que justifica la desesperación con que los manifestantes se entregan a la defensa de sus derechos no reconocidos.

Ante todo esto que sucede ahora mismo y que cambiará el mapa político de estos países y del mundo ¿Cuál ha sido la respuesta internacional?

EEUU defiende la democracia, pero luego tiene grandes intereses económicos y logísticos con los sátrapas de oriente próximo, medio y lejano, y la presencia de sus tropas es muy significativa. La supeditación en la mayoría de los casos, a los intereses de Israel, su representante en la zona.
Es la doble vara de medir.

China calla, pues su dictadura comunista también está reprimiendo a golpe de humo y balas, las manifestaciones que reclaman libertad y derechos.

                                                                           
La Comunidad Europea se define poco, sobre todo después de saberse que franceses y alemanes venden armas a estos países, y que algunos de sus políticos tienen intereses comerciales, e incluso veranean invitados por los reyezuelos de estos pobres estados.

El apoyo a los dictadores ya es insostenible.

Como decía hoy un periódico nacional:”Europa recela ante el tsunami africano”. Miedo a la inmigración y al terrorismo islamista.

Desde este blog vaticino que después de esta revolución en el norte de África, y con Internet de principal protagonista, ya nada será igual en este mundo cada vez más globalizado.

Quién sabe si será para mejor, pero para peor es imposible.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Colores

Cuando me levanto, antes de que amanezca, me abrigo y salgo al balcón para ver el magnífico amanecer de Pamplona, con permiso de la meteorología. Al tropezar los primeros rayos del astro sol con las nubes, se produce la primera explosión de colores en todos los tonos posibles de amarillos. El fondo son montañas ya con sus picos nevados, que me parece que son la Peña Izaga, y más lejos creo reconocer al Irulegi, de 893 m.

                                                                              
Toda esta visión se mezcla con las columnas de humo de las chimeneas que suben hacia el cielo como si de una fumarola volcánica se tratara, mezclándose con las nubes y coloreando en otros tonos de dorados el cielo de esta bonita ciudad, donde aún no ha llegado la contaminación, y si viene, que tarde mucho, por favor.

Son los primeros colores de la mañana que retiene nuestra retina.

Es un auténtico milagro que tengamos incorporado esta magnífica e inigualable máquina de fotos que son nuestros ojos. ¿De cuantos mega pixels?

También nuestro celebro interviene en identificar esos colores y clasificarlos de muchas formas a las cuales atendemos en forma de agrado o desagrado según un código personal.

Por eso identificamos el negro con la muerte, el protocolo, la oscuridad y la noche:”He caído en un profundo pozo negro”.

                                                                                
Así cuando decimos:”Lo tienes negro”, es que las cosas pintan mal.

Y es en contraposición que atribuimos al blanco, al que muchas personas niegan la categoría de color, el día, la limpieza, la pureza y la alegría del renacer a lo que sea.

En toda la escala cromática ponemos un sentimiento o una sensación en función del color que visualizamos.

El verde lo identificamos con la naturaleza, el rojo con la pasión, el rosa con el amor, el azul con el cielo y el mar.

Luego hay colores que empleados en la “jerga” que hablamos, y le damos otras connotaciones.

Si en el coche decimos:”Verde”, es que el semáforo ha cambiado del rojo y podemos pasar.

“Estás amarillo”, es que estás enfermo de algo. De ahí la frase: “Que mal color tienes”. “Amarillo como el oro”, otro color que ha dado parte de su nombre.

Cuando se escucha:”Vaya marrón”, es que algo dificultoso o jodido nos ha tocado o que le va a pasar a alguien.

El color naranja perdió algo de identidad cuando salió la bombona de gas butano, y todo el mundo empezó a decir: “color butano”.

“Me he puesto morado”, es que hemos comido mucho o hartado en demasía de algo.

“Amarillo como el oro”, otro color que ha dado parte de su nombre.

“Me puse colorado (rojo)”, es que nos dio vergüenza de algo que nos dijeron o en alguna situación que no esperábamos.

A mi nieta que tiene los ojos de un precioso azul intenso, yo le canto el estribillo de una sevillana que dice:

Azules, azules,

Como el color del cielo,

Azules, azules,

Como el color del cielo,

Cuando no hay nubes.

Yo aún recuerdo la primera caja de lápices de colores que me trajeron los Reyes Magos un año, de marca “Alpine”. Los disfruté hasta que se gastaron los colores más importantes.

Así mismo, deberíamos manejar otros colores, como el color ilusión, el color solidaridad o el color ayudar. Pensémoslo.

Y colorín colorado este artículo se ha acabado.

viernes, 4 de febrero de 2011

El perverso arte de la mentira

Hay tres formas de mentiras: La mentira propiamente dicha, las medias verdades y la estadística.

Estas no tendrían importancia si fueran pequeñas y dichas sin mala intención. Esto significa no dañar a nadie y que se dijesen a nivel “casero”, esto es, a familiares y amigos en base de salvar nuestro ego o intentar minimizar alguna mala acción llevada a cabo por nosotros y evitar así la mala prensa o el castigo social.

En el pódium de los grandes embusteros, colocaríamos en primer lugar a los políticos, después vendría el vetusto oficio de abogado y en tercer lugar los vendedores de humo y los otros en general.

Son los políticos los mayores embusteros del mundo, galardón este conseguido durante toda la historia, quizás desde cromañón y sus pintores de cuevas. Estoy seguro que fueron pintadas por gente desconocida, ya que el usurpador de turno, jefe del grupo y por tanto político, se encargaría de hacerlos desaparecer y atribuirse la obra pictórica a mayor grandeza de su reinado.


Si tenemos tiempo de sobra como yo, repasaríamos los programas de gobierno de todos los partidos antes de las elecciones y cuando salieran del cargo ver que han hecho de todo eso que dijeron que harían.

“Prometer antes de meter

Y una vez metido,

Olvidar lo prometido.”

La realidad es que ponemos la TV, y escuchamos a estos embaucadores de las urnas hablar, o leemos en los periódicos tantas y tantas palabras falaces que ni ellos se creen, y decimos:”Será verdad lo que dicen, porque están en televisión y también lo dice la prensa”.

Luego están los “leguleyos”, abonados a la mentira de los intereses inconfesables o no, de sus defendidos o acusados. Siempre me he preguntado cómo se puede defender a un violador, maltratador o asesino confeso de menores o mayores.

Se dirá que según nuestra Constitución, “todos somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario”. ¿Y cuando la evidencia del delito es palpable, como se puede seguir defendiendo hasta el final a un asesino? Hay que tener mucho estómago.
                                                                                
                                                                              
Y si hablamos de los grandes ladrones económicos, defraudadores, ladrones de guante blanco, que con dinero corrompen todo lo que tocan y si los pillan, acuden a los mejores bufetes de abogados nacionales o extranjeros, cuesten lo que cuesten, para manipular todo lo posible e imposible, y darles la vuelta a las leyes en beneficio de su cliente.

“Poderoso caballero es Don Dinero”, que diría nuestro Góngora.

Nuestro tercer pódium es para los vendedores que ofrecen gangas imposibles; perdón para los honrados que nunca han mentido, pues no se merecen el título grandioso de vendedor.

                                                                                  
¿Te han leído alguna vez la letra pequeña de los contratos de seguros, ventas a plazos y garantías del producto? A mí desde luego no. En una ocasión me compré hasta una lupa para poder leer la cláusula de rescate de un seguro de jubilación.

Todo son facilidades y garantías hasta que firmas o compras; luego “Que la suerte te acompañe”. Siempre te envuelven las mentiras entre bonitas palabras.

Solo falta decirle al vendedor o promotor, que es como les gusta que lo llamen ahora, lo del chiste:

“Bésame, por favor.

¿Por qué?

Es que cuando me joden, me gusta que me besen”.

Nada es verdad ni es mentira,

Todo es del color

Del cristal con que se mira.

Es triste saber que todo el mundo miente, y los que dicen decir siempre la verdad, están mintiendo desde ese momento.