viernes, 27 de diciembre de 2013

El guateque

Era el cumpleaños de mi amigo Roberto y me había invitado a su fiesta, por lo que preparé un regalo de conveniencia entre las cosas que no me gustaban o me sobraban, y me dirigí al evento de la mano de una amiga de facultad con la que me veía hacía un par de semanas.
Había ya bastante gente bailando y bebiendo, por lo que entregué el regalo a mi amigo y me dispuse a tomar algo, cuando vi como mi amiga se iba con un chaval que yo no conocía y que resultó ser un antiguo novio, dejándome planchado con la copa y con cara de imbécil.
                                                                        


Llevaba ya un tiempo bebiendo copa tras copa, cuando sentí unas ganas tremendas de hacer “pis” y me dirigí al servicio, pero había una enorme cola y yo no podía aguantar, así que cuando mi vejiga iba a estallar, tomé la decisión de hacerlo en una botella de ron vacía y mediante un embudo que cogí de la cocina. Al acabar dejé el recipiente disimuladamente en la mesa de donde lo había tomado y fregué y puse el embudo en su sitio, pero cual no fue mi sorpresa al volver al baile, ver como un invitado escanciaba del envase que yo había dejado un buen chorreón sobre hielo y le añadía Coca-Cola.
                                                                            


Estaba desmelenado bailando en medio de la pista y bastante beodo, cuando me vinieron ganas de una “ventosidad” tremenda, que vino a coincidir con un inesperado silencio después de acabar un tema, por lo que el efecto fue que mi trueno se escuchó alto y claro, observando cómo nos mirábamos unos a otros sin disimulo y como se hacía un cerco a mi alrededor, por lo que decidí pasar desapercibido a partir de aquí.
Después de esto seguí bebiendo como un cosaco hasta que sentí que ya no me cabía más alcohol, pues unas nauseas repentinas encendieron mis alarmas, para dirigirme dando bandazos pero rápido hacia el servicio, en donde abrí la puerta de un fuerte empujón en el momento que me venía inconteniblemente el vómito, que fue a caer sobre una chica que estaba sentada en el inodoro, saliendo yo en estampida de allí después de susurrar una disculpa ante los feroces gritos de la doliente.
                                                                              


Como pude salí del fiestón por piernas, tomé un taxi que tuvo que parar dos veces para que yo descargara la vomitera y por fin llegué a casa, pero sobre todo a mi cuarto, donde me acosté sin desnudarme pero con la precaución de cerrar la puerta para que nadie viera lo perjudicado que estaba.
Por lo demás, decir que varios amigos y amigas dejaron de hablarme, entre ellos Roberto, y debo de reconocer que con toda la razón después del espectáculo que di.
Con el paso del tiempo esta anécdota etílica se llegó a contar como una gracia mía, pero la realidad es que yo no volví a beber desde entonces y eso que esto pasó hace ya muchos años.
Quien no sepa mear el alcohol que no beba.


sábado, 21 de diciembre de 2013

El conseguidor de sueños

El día que se jubilaba, reunió a su familia y les dijo:
“Hijos, me jubilo para dedicarme a devolver a la sociedad todo lo que he recibido en tantos años de lucha. Ustedes se dedicaran a las empresas, mamá y yo haremos algo que ya tenemos hablado”.
Durante estos últimos años de dura crisis, había visto como se cerraban negocios y mucha gente se quedaba sin trabajo, a parte de la cantidad de jóvenes muy preparados, que se tenían que ir al extranjero para trabajar, pues aquí no había futuro.
Empezó asesorando a pequeñas empresas que iban mal, salvando a algunas de una segura quiebra. A otras les cambiaba el rumbo de los negocios, diversificando la oferta y a otras que ya no tenían remedio les ayudaba a cerrarlas ordenadamente, recolocando a su personal en lo posible o ayudándoles a montar pequeños negocios a los mas emprendedores, a los que incluso prestaba dinero sin intereses.
                                                                              


Pero lo que verdaderamente le valió el apodo de “conseguidor”, fue que escuchaba a las personas que iban a verle y las orientaba en cómo montar un pequeño negocio, conseguir una licencia de algo, recolocar a muchos y ayudar financieramente a otros en lo que necesitaban.
Había fundado dos cooperativas: una de reparto de paquetería y otra de compraventa de coches de segunda mano y nuevos.
A parte de esto, había ayudado a montar una treintena de pequeños negocios: tiendas de comestibles, de ropa, de arreglo de calzado, dos bares, un taller mecánico, tres lavanderías, dos licencias de taxis, otra de coches para bodas y eventos, una agencia de viajes, y un largo etcétera imposible de enumerar.
                                                                            


Estas eran sus primeras Navidades jubilado y se sentía muy satisfecho con lo que se había conseguido, con la inestimable ayuda de su mujer y dos personas que vinieron a echarles una mano desinteresadamente.
Había pensado pasar la Noche Buena con sus hijos, pero cambió de parecer y en un enorme bar que cerró hacía un tiempo, montó un turno de cenas para los “sin techo” y todo el que quisiera y no tuviera recursos, en donde fue ayudado por un montón de gente que casi ni conocía. Los alimentos los consiguieron del Banco de Alimentos, y se dio de cenar a más de trescientas personas.
Al acabar la noche estaba muy cansado pero tremendamente feliz por lo que había hecho, pero aún le quedaba otra sorpresa.
                                                                                    


Al salir de aquel comedor improvisado y a pesar de lo fría de la noche, se encontró rodeado de sus hijos y de casi toda la gente a la que había ayudado, que le aplaudían y vitoreaban como si de un actor o de un futbolista se tratara.
No podía con tantas emociones, por lo que rodeó a su esposa con el brazo y se echó a llorar en su hombro, y así tan felices y satisfechos, llegaron a su casa acompañados de todos los que le querían.
Qué gran ejemplo de altruismo y de bien hacer; tomen nota por favor, ricachones de siempre y millonarios ocasionales, pues nada de lo conseguido aquí sirve para la otra vida, suponiendo que la haya. Dentro de nosotros mismos tenemos el cielo y el infierno.


viernes, 13 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad

Estaba leyendo tranquilamente en mi burbuja, cuando me llamó Sonia, amiga desde el instituto y enamorada ocasional, pero quiero decir en mi descargo sentimental, que mi rechazo instintivo no iba relacionado contra ella prioritariamente, sino contra su corrupta familia, que no compensaba mis concupiscencias hormonales propias de aquella edad.
                                                    


Su padre, gran prohombre en una determinada época, ya no era él mismo, pues lo habían encarcelado según ella injustamente, ya que el sólo miraba por su negocio que era a todas luces un poco extraño.
Era un “conseguidor” que llegó a ser alcalde de su pueblo, e incluso lo puso en el mapa de España, más por los escándalos urbanísticos que por lo pintoresco del sitio.
Total, el sólo se quedaba con el 15 o el 20% de lo conseguido, por lo cual no entendía que fuera un chivo expiatorio de todo en lo que había participado.
También creó un fondo piramidal donde ofrecía el 12% de ganancia al que le confiara sus ahorros. Aquí cayeron un montón de jubilados que depositaron su confianza en semejante y “listo” individuo. Una autentica joya del zoológico humano.
                                                 


La Navidad se presentaba triste, pues aunque nunca les faltaría de comer y la familia sabía de dónde había que coger el dinero, tenían que tener cuidado con los lujos que se permitían,sobre todo para que la justicia no se enterara nunca de donde salía el dinero actualmente, por lo que este año no habría angulas de Aguinaga, ni percebes, ni bogavante marinado a las finas hiervas. Habría que conformarse con comidas más sencillas.
La cocinera Luisa junto con la criada Lola, pertrechadas con dinerito fresco recién salido del “horno”, se fueron al “Club del Gourmet” del Corte Inglés, a comprar las “pobres” viandas de una cena de Navidad discreta:
Medio cordero lechal, un poco de jamón de Sánchez Romero Carvajal de 5 jotas, algo de foie gras francés de oca, surtido de Ibéricos, salmón noruego ahumado, una tarrina de caviar iraní, y algunas veleidades que no vienen al caso descubrir.
De vino escogieron unas botellas de Vega Sicilia, unas pocas botellas de champán francés y dos botellas de “Chiva Regal “ de 25 años.
                                                   


El día 24 estuvieron en la cárcel viendo a su padre, por consolarlo en fechas tan señalada, sorprendiéndose por que estaba de buen humor, pues sabía, les dijo, que cuando saliera de allí, lo cual ocurriría en pocos meses, cambiarían de aires para no tener que pasar calamidades en este país de desagradecidos.
No le remordía la conciencia por haber arruinado a tanta gente, ni por haber echado a todo el personal de sus empresas a las que había vaciado de dinero anteriormente.
Era él o los demás . Que se jodieran, pero a su familia no les faltaría nada en varias generaciones, aunque claro está, en algún desdibujado y tranquilo país de otro continente.
Pero todo se fue al garete, cuando el mismo día 25, el padre de mi amiga murió en la cárcel de un aneurisma que fue irreversible.
Que Dios me perdone, pero a cada cerdo le llega su San Martín.


viernes, 6 de diciembre de 2013

Corrupción

No hay día ni hora, en que al abrir un periódico o escuchar las noticias en la radio o en la televisión, no nos enteremos de algún nuevo caso de corrupción.
Este problema que nos envuelve en todos los niveles de la vida, no se ha creado sólo, sino que ha ido evolucionando y enquistándose en la sociedad como si de una cosa normal se tratara. Y es que no hay estamento o institución que no se haya visto involucrada en los escándalos económicos y hasta también de otras índoles de delitos.
                                           


Pero con ser malo esta pérdida de valores tanto éticos como morales, no lo es menos la percepción de que todo el mundo en cualquiera de los ámbitos, mete el cazo en lo ajeno sin que de ello se deriven consecuencias graves a los mismos, pues lo máximo que les caen son algunas semanas de cárcel donde viven como dios, para luego salir a gastarse el dinero que robaron allí donde nadie les conoce.
Porque esa es la realidad; nadie devuelve el dinero que robó o defraudó, como si este se hubiera esfumado en el momento en que se descubrió el pastel, pues la justicia aparte de ser lenta, o es ineficaz o es de una indolencia rayana en la permisividad, pues también los mismos jueces tienden a tapar a sus afines en ideas políticas sin sonrojarse por ello, ya que si no lo hacen caen en desgracia para tener una carrera brillante en las “cosas del Estado”.
                                                


Sin embargo, en estos tiempos de penurias laborales y económicas, también percibimos como en algunos asuntos de delitos menores, esos mismos jueces se emplean con saña con la madre que utilizó fraudulentamente una tarjeta de crédito ajena, para sacar dinero y poder pagar la hipoteca, o el padre de familia que sale de un supermercado llevándose cosas sin pagar. Esas son gente invisible en donde el peso de la ley cae con todo su rigor.
                                            


Un día, y Dios quiera que me equivoque, la gente va a salir a la calle desesperada para acabar con este estado de cosas lamentables, y ni el endurecimiento de penas del Sr. Ministro del partido de la gaviota contra el que se manifieste, discuta o apedree, podrá con una riada humana que está viendo como las cosas sólo mejoran para los poderosos de siempre.
Mas grave sería que cualquier mañana al levantarnos, nos enteráramos que nos han prohibido protestar o manifestarnos, pues es muy molesto para la autoridad competente que el ciudadano discrepe, pues deteriora la imagen de la marca España. ¿Qué van a pensar, por Dios, de nosotros en el extranjero?

En la madrugada del 6 de diciembre de 2013, día de la Constitución.