miércoles, 31 de julio de 2019

¿Qué pasa aquí? II


Nuestro amigo Beni estaba muy intranquilo con la desaparición inesperada de su amiga Carmen, por lo que sin pensárselo dos veces, llamó a la puerta del despacho del director para informarse de primera mano.
Era el gerente de aquel internado un tipo, que aunque correcto en sus modales y en sus palabras, tenía un no sé qué de siniestro, que no ocultaba su eterna media sonrisa.
                                                                       
   
Y así sin preámbulos, nuestro entrañable amigo le preguntó directamente a D. Octavio por su amiga, a lo que este le respondió lo mismo que ya sabía, que se había jubilado y que no sabía su paradero.
Salió de allí dispuesto a llegar al fondo del asunto, por lo que quedó con sus amigos más cercanos, Juan, Javi y Venancio, en verse cuando todo el mundo se hubiese acostado en la habitación de dos de sus compañeros, a pesar de saber que esto estaba prohibido, y  que si los cogían podía caerles un castigo.
                                                                        


Cuando ya todo estaba tranquilo y los estudiantes dormían hacía un par de horas en sus habitaciones, dos sigilosas sombras se deslizaron pegadas a la pared y entraron sin llamar en un dormitorio, donde se encontraron los cuatro amigos en pijama y con una pequeña linterna como única claridad.
Después de discutir en susurros qué harían en su investigación, llegaron a la conclusión que como no podían entrar en la habitación de Carmen por la llave echada y el candado, quedaron en que uno de ellos se deslizaría por la cornisa del edificio entrando por una ventana que daba a la escalera, y verían la habitación de Carmen a través de  su ventana, y que los demás vigilarían al personal y sobre todo al director, pues no se podían  fiar de nadie.
                                                                        


En eso estaban, cuando la puerta se abrió y apareció el director en batín y una gran linterna, dejando a los amigos petrificados.
“¿Qué hacéis aquí? ¿No sabéis que teníais que estar durmiendo cada uno en su habitación?”
Como ninguno sabía que decir, fue Beni quien dijo: “Estábamos reunidos para preparar nuestra estrategia para la próxima olimpiada de matemáticas, ya que como sabe usted, nuestros oponentes son muy superiores a nosotros”.
D. Octavio se los quedó mirando con una mirada entre cruel y desconfiada, terminando por decir: “Cada uno a su habitación, y el próximo fin de semana no podréis salir a vuestras casas de permiso, así os da tiempo de prepararos mejor la estrategia del equipo, de ese grupo de mediocres que sois”.
                                                                     


Cada uno se fue con el pensamiento claro de lo que había planificado el grupo, y además al día siguiente durante el desayuno, quedaron en hacerlo el fin de semana que no saldrían por el castigo impuesto por aquel bellaco de director.
Desde la noche de la reunión clandestina, se sentían los amigos vigilados por el director y sus secuaces, por lo que habría que ir con cuidado.
Había llegado el día y el momento, por lo que organizaron una estrategia de distracción en la cara opuesta del edificio, con varias tracas de cohetes y petardos escondidos entre los macizos de hortensias del jardín, que irían explotado paulatinamente con intervalos de tres minutos, idea de nuestro pirotécnico particular Javi.
                                                                       


Ya estaban cada uno en sus puestos; Venancio y Beni en la ventana, Juan controlando los pasillos, y en el momento en que Beni ya estaba en la cornisa, empezaron  a sonar los petardos, con lo que el `poco personal que había, corrió hacia la trasera del edificio, dando tiempo a nuestro amigo a llegar hasta la ventana de la habitación de Carmen, y pudo ver que el cuarto estaba como si no hubiese ausencia, pero cuando ya se iba a retirar, vio un pequeño papel entre la ventana y el marco, donde ponía: “Vienen a por mí. Sé cosas. Rescátame. Beni, Vidi, Vici:”

(Continuará)

miércoles, 24 de julio de 2019

¿Qué pasa aquí?


Catorce años, pelirrojo y con pecas, así era nuestro amigo Beni, un muchacho inquieto, simpático, estudiante mediano, pero sobre todo era una buena persona que solía empatizar con todos. Bueno, algunos no lo tragaban por su exitosa popularidad.
                                                                     


Le apodaban el “Beni, Vidi, Vici”, en alusión a la famosa frase “Veni, Vidi, Vici”, que dijo Julio Cesar en el Senado Romano para fardar de su victoria en la batalla de Zeda contra Farnaces II (rey del Ponto), que había sido un correoso problema para Roma.
Llevaba muchos años interno en aquel colegio, ya que al quedarse sin padres por culpa de un accidente aéreo, su tío muy mayor, no encontró mejor solución que esta al hacerse cargo de Beni, pues por la edad que tenía esto ya le venía grande.
                                                                      


Como cada día a las 13,30, se dirigió con un grupo de colegas hacia el comedor del colegio, dedicándole un sonoro saludo a su casi anciana amiga Carmen, que como siempre con su impecable uniforme blanco y su luminosa sonrisa, iba llenando las bandejas de la comida a los alumnos, y pasado un buen rato en la cola cuando le tocó su turno y con gestos cómplices, nuestro amigo Beni le decía a su amiga Carmen de qué le ponía más y de qué casi nada; para eso eran amigos.
                                                                          


Muchos días al acabar las clases, Beni pasaba un rato con su amiga, donde charlaban consumiendo todo clase de chucherías, y donde Carmen algún que otro día  tocaba la flauta, sacando en este sonido toda la pena o la alegría que la embargaba en aquel momento.
Ella había sido muy feliz y muy desgraciada en según qué momentos de su vida, y todo lo expresaba a través de aquel antiguo instrumento que nadie le enseñó a tocar y que  la desahogaba.
                                                                    


Un día a la hora de servir la comida, a Beni le extrañó la ausencia de su amiga, y al preguntar por ella nadie sabía qué le pasaba, por lo que su grupo de amigos se dedicó a investigarlo, y según todos los indicios, la habían jubilado aunque  Beni no se lo creía, ya que el día anterior se habían visto y no le había comentado nada.
Antes de irse a su habitación, se dirigió a la de ella, que estaba cerrada con llave y con un candado. ¡Qué raro le resultaba aquello!
                                                                       


Durmió mal, dando muchas vueltas, y en una de aquellas posturas le pareció oír la flauta de su amiga Carmen. Fue sólo un momento, pero se levantó y con cuidado para que nadie lo viera, se dirigió a la planta tercera a oscuras, muy despacio y sin hacer ruido, y al encontrarse frente a la puerta que permanecía igual, le pareció oír una conversación, casi un susurro, que salía de otra habitación contigua, por lo que pegó la oreja a la puerta por escuchar lo que hablaban, pero sólo pudo entender una frase: “Ella se lo ha buscado”

(CONTINUARÁ)


viernes, 19 de julio de 2019

Aquel tiempo


¿Tanto tiempo había pasado para que todo fuese tan diferente, tan extraño? Era muy pequeño cuando se marchó, un preadolescente, pero recordaba vivamente a sus amigos, a la “seño” del colegio, los baños en el río, el olor de las madalenas de la tía Gertru, y tantos y tantos buenos ratos…
                                                                     


Su madre enfermó al poco de cumplir los diez años, y ya nada fue igual. Recorrió las consultas de muchos médicos sin encontrar remedio ni diagnóstico a sus padecimientos; sólo soluciones paliativas que por lo menos le hacían más soportable los dolores.
No pasaron muchos meses hasta que murió, y menos mal, porque los padecimientos habían llegado  a un punto insoportable, por lo que hubo  que ponerle morfina hasta el final. Su pobre madre se llevó la poca alegría que había en aquella casa y los ahorros.
                                                                    


Pero como las desgracias nunca vienen solas, un buen día de la primavera su casa ardió hasta los cimientos, y aunque no hubo desgracias personales,  ahora sí que se quedaron sin nada. Con la ropa puesta.
Vivieron un tiempo con su tía, que se comportó como si fuera la madre de aquellos niños, pero un día su padre decidió mudarse a la ciudad. Le habían ofrecido trabajo de representante de artículos de ferretería, y allí marcharon padre e hijo, ya que sus dos hermanas aún muy pequeñas se quedaron con la tía.
                                                                      


¡Cómo le cambió la vida! Se sentía asfixiado entre tanta mole de pisos y tantos coches; se agobiaba de ver a la gente siempre corriendo y echaba de menos afectos, la consecuencia inmediata de estar muy poco con su padre, aunque tampoco es que le acompañara mucho aquel hombre taciturno. Añoraba la alegría y el cariño de su madre y sus hermanas, aunque la joven que lo cuidaba cuando su padre salía hacia alguno de los lugares de su extensa zona de trabajo, siempre fue cariñosa, aunque él en aquel tiempo lo  viese todo de un gris casi negro.
                                                                     


Siendo ya un joven de dieciocho años, su padre le buscó un Colegio Mayor regentado por jesuitas para comenzar su carrera de médico, y entonces sí que pasaba meses sin saber nada de su familia; siempre era él quien tenía que llamar para saber de sus hermanas, y alguna que otra vez de su padre, aunque los cheques sí que llegaban puntuales.
                                                                        


Un buen día su padre le comunicó que se había vuelto a casar, Así, sin más. Sin ninguna explicación; aunque un buen día reunió a sus hijos para comer y presentar a su nueva esposa.
Y ahora cuando volvía a contemplar el solar de su antigua casa (habían pasado años), habiéndose perdido prácticamente la relación con su padre, estaba allí porque los tres hermanos más unidos que nunca, tenían nuevas ideas para aquello.
                                                                        

Volvió a mirar el panorama. Nada del antiguo prado que desde su casa bajaba hasta el río, nada de los frondosos olivos y alcornocales, nada de los naranjos del jardín. Todo estaba repleto de casitas pareadas y adosadas con algún tímido geranio asomando de alguna ventana, y en medio aquel solar de poco más de dos mil metros en donde los tres hermanos querían construir una casa que recordara que un día tuvieron cariño, alegrías, juegos y un hogar.
Nuestro amigo no estaba muy convencido, pero sus hermanas estaban entusiasmadas. Bueno ¿Por qué no?
Pero el pasado, aunque sea presente, nunca vuelve.

martes, 9 de julio de 2019

Credibilidad

Al día de hoy, donde todos estamos superconectados, y nos creemos por eso que estamos suficientemente informado de todo, es cuando a las almas incautas e ingenuas les cuelan todo tipo de informaciones falsas, sesgadas o interesadas; es lo que se le ha dado en llamar en el magnífico vocablo español las noticias falsas o posverdad, por eso cuando vemos o leemos o escuchamos algo, es muy importante para cada uno de nosotros la credibilidad de la fuente donde procede, aunque muchos de nosotros, debido a la religión que profesamos, o según la tendencia política y a quien votemos, nos cuadre más las mentiras que vienen de órganos afines y que se ajustan con nuestro pensamiento que las que lo contradicen. 
                                                  

La credibilidad va de la mano de la verdad, por lo que una fuente o persona o grupo, `poseerá un mayor grado de credibilidad si no se ha visto involucrada en episodios o en sospechas reiteradas de que ha mentido o simplemente que no ha sido honesta en sus actos y actuaciones. 
                                                    

El uso que venimos haciendo desde 1992 de internet y por tanto debido a la información que nos procuramos muchas veces al no estar supervisada por nadie, nos hacen o intentan que creamos todo tipo de patrañas y mentiras con objeto de lograr sus espurios fines, ya sean en unas elecciones, en algún comportamiento de alguien importante o con la intención de hacernos creer barbaridades de Perogrullo, como que la tierra es plana, que el hombre no llegó a la luna, que no hay cambio climático, o que no vacunemos a los niños. 
Hay personas que se creen a pies juntillas lo que proclama su líder político, religioso o seudo científico, y rechazan todo lo de signo contrario a sus creencias o intereses, y en esto he visto a personas inteligentes y formadas, que se cierran y no quieren oír nada en contra.
                                                       
 
Les pasa a los nacionalistas catalanes y en menor medida a vascos y gallegos, que, dirigidos por una élite atávica y con fines inconfesables, sólo escuchan a estos y son incapaces de dialogar con el que piensa diferente, poniendo en duda todo lo que no abarque su estrecho mundo de ensueño. 
                                                   

Si quieres tener credibilidad con mayúsculas, las reglas son no mentir, no robar, ser honesto y ético, buen conversador y dialogante con el diferente, y sobre todo no intentar convencer con gritos o amenazas; con el que no piense igual, sólo cabe el diálogo educado y el cumplimiento de las leyes.