lunes, 30 de marzo de 2015

¿Volver?




Rayo de luna despierto en tu pelo;

Mujer requerida que guarda   secretos

Desiertos en opacas noches extasiadas.

Mira dentro de ti por si queda algo de aquello,

Rebuscar tranquila o apresuradamente,

Ya ves que cualquier retazo me serviría,

Alguna migaja olvidada, quizás en el bolsillo trasero.

Es un decir, es una aguantada renuncia

Rebelde, sin ignorar la dignidad del sujeto.

Devuélveme siquiera el pensamiento,

La alegría de aquella tarde, tus besos…

Déjalo si no; si, déjalo estarse quieto.

Ya me voy,

Pues no volveré a vivir aquel placentero sueño.

Pero lo que ni tú ni nadie podrá evitar

Es que te siga queriendo.






jueves, 26 de marzo de 2015

No, no lo acepto.

Estaba muy contento después de todo lo que había pasado en su corta vida, pues nació con una deformación congénita de columna, y cuando ya con seis añitos superó esto, le diagnosticaron un tumor en la cabeza que crecía a días vista y lo operaron a vida o muerte a los diez años, siendo muy satisfactorio el resultado.
                                                                  


Era un estudiante brillantísimo y además muy popular entre sus compañeros. El día que cumplía trece años estaba con sus compañeros de excursión en un hotel de la costa malagueña, cuando como broma, lo tiraron a la piscina a la hora crepuscular, pues no sabían que Juan no sabía nadar, y cuando viendo que no salía se asomaron a la piscina, estaba en el fondo y ya no se pudo hacer nada por su vida.
A Rafael le había costado mucho llegar a donde estaba, jefe de servicio de anestesia y reanimación en un conocido hospital sevillano, pues su familia sin recursos económicos como agricultores de un pueblecito del Aljarafe, no le pudieron costear sus estudios de medicina, por lo que toda la carrera la había estudiado con becas y casi  por suscripción popular, pues fueron muchos los que se involucraron económicamente para que pudiese acabar.
                                                                      


Vivía en el pueblo con su mujer y su hijo recién nacido, cuando salió a la carretera con su bicicleta como cada tarde para hacer dos horitas de deporte, cuando al adelantar a un tractor en una carretera secundaria, fue arroyado por un coche que circulaba en sentido contrario, muriendo en el acto.
Todos los Visitadores Médicos que íbamos a la Casa Cuna en Sevilla, la llamábamos “la nena”, pues era una cría de raza negra abandonada allí por su madre y que estaba a la espera de ser acogida por alguna familia, que un buen día se la llevaron para darle el cariño que su madre natural le había negado.
Pues esta niña, Rocío, creció, estudió turismo  y montó su propia empresa, a la que con mucho esfuerzo y dedicación sacó adelante, pues ya se sabe que sin dinero y dependiendo de  los créditos  de los bancos, se tarda más en llegar, pero lo había conseguido.
                                                                      


Haciendo un vuelo de Casablanca a Riad, su avión se estrelló en pleno desierto sin que quedaran supervivientes.
Traigo estos hechos a colación, atribulado por la reciente tragedia del Airbus A320 de la compañía Germanwings, que en la travesía de Barcelona a Düsseldorf cayó destrozado en los Alpes franceses sin que hubiese supervivientes.
¿Hay derecho a que vidas que han superado con éxito todos los problemas que se les han cruzado en su camino, se vean truncadas de golpe, sin más? Y algunas de estas personas aún antes de llegar a la madurez, siendo bebés y  adolescentes. No. Me niego a aceptarlo. El Dios de los creyentes, si existe, no debería permitir tamaña injusticia.
                                                                    


Me rebelo contra la resignación, que como humanos, hay que adoptar según la mayoría bien intencionada.
Me cago…en todo.


En Villanueva del Ariscal, a 26 de marzo del 2015 
                                                                       
 

miércoles, 18 de marzo de 2015

Terremoto

Cómo, poco a poco, se iba oscureciendo la luminosa mañana, que nada hacía presagiar ni por asomo, lo que vendría después.
                                                                   


Me sorprendí a mismo encendiendo la lamparita del despacho, y al mirar por la cercana ventana, pude observar cómo la luz del sol se había apagado; era como si le hubiesen echado un capote por encima al astro rey, y ya no pude seguir trabajando en el documento que tenía por delante, pues me llegó una especie de lejano murmullo seguido a continuación de violentas sacudidas que me arrojaron al suelo, arrastrándome como por instinto de supervivencia hacia debajo de la mesa.
Sabía y a la vez quería ignorar que estaba a punto de que se me fuera la vida, de que aquí se acababa todo. Acurrucado, abrazándome las rodillas y con los ojos cerrados, esperaba el último porrazo, el postrer hachazo que separara definitivamente mi cuerpo de esta realidad mundana.
                                                                        


En el momento en que pensaba todo esto, tuve conciencia de que era un terremoto, y acto seguido se volcó la enorme librería sobre el sillón donde, hasta hacía un rato, había estado sentado.
El estruendo exterior e interior parecía la misma cosa, aunque de eso sólo tuve conciencia mucho después, ya que en ese momento la realidad era que estaba inmovilizado debajo de la mesa, pues estaba rodeado totalmente de libros, muebles y cachivaches rotos casi todos.
Fui empujando cosas para abrirme camino hacia la puerta, pero ésta estaba cerrada y encajaba rota contra el marco, de forma que como pude, fui rompiendo la madera hasta abrir un hueco que me permitiera salir hacia la entrada de la casa que parecía haber resistido los temblores, aunque nos habíamos quedado sin luz y agua, de lo que me percaté cuando pude empezar a evaluar los daños sufridos.
                                                                      


Intenté llamar con el móvil a mi familia que estaban pasando unos días en el pueblo de los abuelos, pero tardé bastante en encontrar cobertura, aunque después no me cogían el teléfono, lo que me llevó a un estado de ansiedad por enterarme si todos estaban bien.
En la espera estaba, cuando llegó un vecino a interesarse por si nos había pasado algo, diciéndome que el terremoto había sido de siete grados y medio, pero que el epicentro estaba muy cerca, por lo que nos había afectado más.
Por fin pude hablar con mi mujer, que ni siquiera se había enterado de nada, pues allí apenas se había sentido.
                                                                      


La estructura de la casa se había salvado, aunque había varias grietas por algunas paredes, la antena de TV se había caído y un árbol estaba con raíz y todo dentro de la piscina.
En fin, cosas que tienen solución, pero a mi aún me tiemblan las piernas, pues en esos momento piensas en lo que piensas.


miércoles, 11 de marzo de 2015

Primavera...¡Primavera!

Iba a coger el coche, pero ante el magnífico día que hacía, decidí dar un paseo por mi pueblo, pues los olores a naturaleza se te metían por los poros pidiéndome salir al campo y disfrutar de lo auténtico.
Pero aún no había puesto un pié en el verde, cuando empecé a estornudar reiteradamente y se me pusieron llorosos los ojos, pero no era que me hubiese resfriado, sino la jodida alergia que atacaba de nuevo.
                                                                  


Acababa de empezar a andar entre olivos y naranjos cuando mis pies fueron a posarse sobre una olvidada mierda que no podía ser de persona humana por su enormidad, por lo que con el cabreo correspondiente me dirigí hacia lo que era una acequia de riego que corría por allí para limpiar mis zapatos de los excrementos de aquel maleducado animal doméstico, seguramente pastosa vaca.
La porquería del primer zapato salió sin problemas, pero me estaba costando más el pié izquierdo, y en un raro movimiento sobre el agua, me encontré inmerso en el líquido elemento hasta las mismas rodillas.
                                                                   


Bueno, aquello iba de mal en peor, pero lo soporté deportivamente, pues tampoco salía mucho al campo y seguramente lo que me estaba pasando era por falta de oficio.
Me senté sobre una piedra para que se me secaran zapatos y pantalones, aunque la realidad era que me estaba molestando el sol, pues padezco de rosáceas y debería haber llevado sombrero para que no me salieran esas feas manchas rojas de la cara, que me salieron por cierto.
                                                                   


Aunque apenas me había secado fui volviendo a la civilización, cuando me metí por acortar por un huerto de naranjos y limoneros, y como conocía al dueño, decidí llevarme unos frutos de aquellos, con tan mala suerte que fui a tocar un panal de avispas, que al sentirse atacadas, salieron en tropel para picarme rabiosas en la mano y en el cuello.
                                                                    


Tiré naranjas y limones para salir corriendo hacia el ambulatorio cercano, en donde irrumpí presa del pánico pidiendo auxilio.
Todo el mundo se quedó callado y sorprendido mirándome, pues venía ya os podréis imaginar cómo, llevándome a continuación una enfermera al interior para curarme asustada, preguntándome que de donde salía y qué me había pasado.
                                                                     


Estaba con toda la cara roja y los ojos irritadísimos que se querían salir, los pantalones y zapatos chorreando, y la mano y el cuello hinchados de las picaduras; para resumir, estaba hecho un Cristo, vamos.
Como siempre, me prometí no volver a salir al campo nunca más, pero seguro que cuando llegue la primavera del año que viene se me habrá olvidado.
Dice el refrán, “que el hombre es el único animal que mete los pies en la misma mierda dos veces”.



jueves, 5 de marzo de 2015

Cita no tan "a ciegas"

Llevaba demasiado tiempo solo y estaba buscando desesperadamente una relación femenina, pero mis habilidades por internet no me habían servido de nada, ya que las tres citas conseguidas por este medio no habían superado mis expectativas, por lo que después de mucho dudarlo decidí intentarlo por el antiguo medio que yo había practicado en el pasado y que me había dado muchas satisfacciones; esto es, el llamado ligue de “barra-bar”.
                                                                   


Estaba bastante desconectado de la información de bares de moda donde fueran mujeres en edad de merecer, la mejor hora para mis propósitos, si ir solo o con amigos, etc., o sea, que me dispuse cual pavo real para la conquista de la “Pava” descuidada.
Llegué a la barra del primer pub, sobre las nueve de la noche de aquel viernes, pero estaba vacío, por lo que después de tomarme una cervecita me marché hacia otro local cercano, dispuesto a recorrer el circuito del conquistador. Pero la cruda verdad, era que mi ánimo no estaba por la labor.
                                                                  


Me había bebido varias cervezas y seguía sin entrarle con éxito a ninguna dama, pues o no había ocasión, o no me gustaban, o no les gustaba yo, por lo que decidí tomarme la última copa en el primer local al que fui aquella noche, para retirarme a mis “lares” a continuación.
Aquello estaba ahora tan animado, que me costó bastante llegar a la barra donde pedí un güisqui, pues ya estaba saturado de cervezas, cuando al girarme para otear el ambiente, me encontré de frente con dos ojos castaños que me miraban con media sonrisa.
-¿Te acuerdas quién soy?-me abordó aquella dama.
-Pues la verdad es que tu cara es preciosa, tus risueños ojos maléficos me encantan, pero no tengo ni idea quien eres y donde hemos coincidido, contesté con mi mejor aire depredador del que fui capaz.
                                                                     


-Pues que sepas que llevamos casi un año coincidiendo casi todas las semanas.
-Ya, pero creo que no, pues no eres ni de las empresas que hay en el edificio alrededor de la mía, ni amiga de alguno de mis compañeros o conocidos…y el caso es que ahora empieza a sonarme tu cara, pero no te ubico.
-Piensa, piensa, pero pídeme una coca-cola por favor, que estás junto al camarero.
Ya con las bebidas en las manos de ambos, nos retiramos a una mesa de la terraza que estaba semivacía, no sin antes avisar a sus amigas, de que ahora volvía.
Loreto, pues así se llamaba mi dama, siguió jugando conmigo a los acertijos de tal forma, que me sacó lo mejor de mi historia personal sin desvelar por ello el secreto de por qué conocía tanto de mi, coño, hasta mis gustos en la comida, y cuando yo ya me las prometía feliz con mi conquista, se despidió, pues al día siguiente tenía que trabajar, y nada, que adiós, “que ya nos veríamos”.
Y así me dejó, con la miel en los labios y las dudas en la mente, cuando me fui a dormir.
                                                                    


¿Por qué no me dejó el teléfono? Y cómo se me fue. Se despidió dejándome en ascuas con aquel “ya nos veremos”, que no admitía réplica.
Pasaron los días y tan metido estaba en el trabajo aquel final de mes, que apenas me acordaba de aquello, pero estando con la compra semanal en la cola de la caja del supermercado, la vi:
“Joder, si es la cajera”, dije mirando hacia ella con risas, pues ya me había visto y no apartaba los ojos de mi.
Una vez hube pagado la compra, me deslizó en la mano su número de teléfono para que la llamara…
Y esa llamada fue lo mejor que ocurrió hasta entonces en mi vida.
Algún día os contaré el resto.