Ahora, después de mucho
tiempo y enrevesadas vicisitudes, le quedaba un regusto amargo en el paladar y
una moderada satisfacción en su alma, pero el camino había resultado para nada
gratificante.
Era hijo de Carmen, viuda
desde edad joven que no había querido volverse a casar a pesar de haber tenido
varias oportunidades, para concentrarse en el trabajo y en su hijo, y ella que
no trabajó en la calle nunca hasta que murió su marido, se reinventó así misma
de una forma formidable.
Antonio fue desde pequeño un
chaval despierto aunque nunca brillante,
que rentabilizó al máximo los sacrificios de su madre siempre con aceptables
notas, lo que le permitió acudir a la universidad y cursar la carrera de
derecho alternándola con trabajos ocasionales para ayudar.
Estando en el segundo de
carrera conoció a Sandra, congeniando desde el primer momento y entablándose
una relación amorosa casi desde el principio, pero al enterarse el padre de
ella de que esta relación iba en serio, comenzaron los problemas.
Aunque él nunca le reconoció
a su hija que estaba en contra de esta relación, hizo todo lo posible por meter
palos en la rueda de este romance que en privado decía “de principiantes”,
empezando por mandar a su hija a Estados Unidos casi al final de la carrera, ya
que quería una preparación especialmente exclusiva para su hija, a la que pondría
al frente de sus negocios de juguetería, ropa infantil y ludotecas infantiles.
Aunque Antonio y Sandra
pusieron todo su empeño en que su relación no se enfriara, la realidad es que
no lo consiguieron, ya que sus caminos laborales les fueron separando cada vez
más, hasta que cada uno formó su vida en ámbitos y relaciones diferentes.
La verdad es que aunque no
tenían contacto directo, ambos siguieron mutuamente los altibajos vivenciales
de cada uno, por eso cuando un día después de treinta años se encontraron por
casualidad en unos grandes almacenes, se saludaron como lo más natural del
mundo.
Ella, después de los
triunfos iniciales al frente de las empresas heredadas de su padre, la cosa se
le empezó a complicar con las sucesivas crisis, por lo que fue malvendiendo
todo el conglomerado. En la actualidad, trabajaba para El Corte Inglés como mando
intermedio en la gerencia. Se casó y se divorció a los pocos años, y tenía un
hijo adolescente.
Él, había trabajado durante
muchos años en un importante bufete de abogado, hasta que lo había dejado
asqueado de la justicia; quemado al fin y al cabo. Ahora dedicaba su tiempo a
lo que siempre le gustó, la ecología, por lo que con sus ahorros había comprado
una bodega donde hacía un vino sin estridencias, pero bueno y sano. Después de
muchas relaciones, seguía viviendo solo con sus dos perros.
Se saludaron, se dijeron palabras
corteses, anotaron sus respectivos números de móvil, y eso fue todo.
¡Qué pena! Pero nunca
retomaron su relación.
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