miércoles, 18 de abril de 2018

Cosas que pasan


Ahora, después de mucho tiempo y enrevesadas vicisitudes, le quedaba un regusto amargo en el paladar y una moderada satisfacción en su alma, pero el camino había resultado para nada gratificante.
Era hijo de Carmen, viuda desde edad joven que no había querido volverse a casar a pesar de haber tenido varias oportunidades, para concentrarse en el trabajo y en su hijo, y ella que no trabajó en la calle nunca hasta que murió su marido, se reinventó así misma de una forma formidable.
                                                                



Antonio fue desde pequeño un chaval despierto aunque nunca  brillante, que rentabilizó al máximo los sacrificios de su madre siempre con aceptables notas, lo que le permitió acudir a la universidad y cursar la carrera de derecho alternándola con trabajos ocasionales para ayudar.
Estando en el segundo de carrera conoció a Sandra, congeniando desde el primer momento y entablándose una relación amorosa casi desde el principio, pero al enterarse el padre de ella de que esta relación iba en serio, comenzaron los problemas.
                                                                   


Aunque él nunca le reconoció a su hija que estaba en contra de esta relación, hizo todo lo posible por meter palos en la rueda de este romance que en privado decía “de principiantes”, empezando por mandar a su hija a Estados Unidos casi al final de la carrera, ya que quería una preparación especialmente exclusiva para su hija, a la que pondría al frente de sus negocios de juguetería, ropa infantil y ludotecas infantiles.
Aunque Antonio y Sandra pusieron todo su empeño en que su relación no se enfriara, la realidad es que no lo consiguieron, ya que sus caminos laborales les fueron separando cada vez más, hasta que cada uno formó su vida en ámbitos y relaciones diferentes.
                                                                          


La verdad es que aunque no tenían contacto directo, ambos siguieron mutuamente los altibajos vivenciales de cada uno, por eso cuando un día después de treinta años se encontraron por casualidad en unos grandes almacenes, se saludaron como lo más natural del mundo.
                                                                   


Ella, después de los triunfos iniciales al frente de las empresas heredadas de su padre, la cosa se le empezó a complicar con las sucesivas crisis, por lo que fue malvendiendo todo el conglomerado. En la actualidad, trabajaba para El Corte Inglés como mando intermedio en la gerencia. Se casó y se divorció a los pocos años, y tenía un hijo adolescente.
                                                                         


Él, había trabajado durante muchos años en un importante bufete de abogado, hasta que lo había dejado asqueado de la justicia; quemado al fin y al cabo. Ahora dedicaba su tiempo a lo que siempre le gustó, la ecología, por lo que con sus ahorros había comprado una bodega donde hacía un vino sin estridencias, pero bueno y sano. Después de muchas relaciones, seguía viviendo solo con sus dos perros.
Se saludaron, se dijeron palabras corteses, anotaron sus respectivos números de móvil, y eso fue todo.
¡Qué pena! Pero nunca retomaron su relación.

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