miércoles, 26 de octubre de 2016

Atrevida opinión histórica

Digo atrevida, porque no soy nadie para enmendar a los grandes historiadores, ni a los mejores autores de novela histórica, pero ello no quita para que tenga mi propia opinión.
                                                                 
                               
He leído a la mayoría de historiadores antiguos que narran las vicisitudes de los grandes protagonistas de Roma: Catón el Viejo, Cayo Salustio Crispo, Julio Cesar, Tito Livio, Plinio el Viejo, Cornelio Tácito, Suetonio, Plutarco y a algunos más, y aunque me llaméis ratón de biblioteca, también presumo de haber leído mucha novela histórica sobre el mismo tema.
                                                                 


Empecé hace muchos años a leer a Collen McCullongh, atrapado por la biografía de Cayo Julio Cesar, para luego seguir con todos sus libros sobre el tema de la antigua Roma, y después empecé con otros autores para ver de cada uno la visión histórica-novelada de los antiguos romanos, por lo que continué leyendo obras de Gore Vidal, Guishert Haefs, Massimo Manfredi, Thornton Wilder, Rober Graves, Marguerite Youcener, Santiago Posterguillo y últimamente he seguido de cerca la obra de un joven escritor José Barroso,(Nota a pié de página) del que he leído sus tres libros publicados, y con el que he entablado amistad a través de Facebook, de tal suerte, que me ha adelantado como primicia el nuevo libro que está preparando sobre el tema de los  cien años anteriores a nuestra era, la República y el Imperio Romano.
                                                                    


Es enriquecedora la imagen histórica que cada escritor tiene de determinados personajes, pero yo pediría a todos, historiadores y novelistas, que se pararan un poco más en las descripciones de lo que era el día a día en la antigua Roma, esto es, componentes de los estratos sociales, religión, sistema jurídico, definir detalladamente a los diferentes componentes de las legiones, sistemas de mando y regulación interna, instituciones, economía, política y políticos, administración pública, etc…, y según he leído en las primeras 250 galeradas de mi amigo Barroso, él si describe muy correctamente estas partes de la vida romana menos conocidas, por lo que os recomiendo que estéis pendientes de su no sé, si próxima aparición, de esta nueva novela histórica y si podéis, leer las anteriores.
                                                                  


Es importante conocer a los protagonistas de la historia, pero la aparición de estas carismáticas vidas, están  ligadas, como no, a la sociedad que les rodeaba y a sus problemas intrínsecos.
                                                                     



Decía un antiguo catedrático de historia antigua, que los historiadores por mucho que quieran ser objetivos, cada uno se conforma una opinión de cada suceso, por lo que decía que llegaban a ser, como “cuentacuentos”.


(N)                                                                    



José Barroso ha escrito tres libros y prepara el cuarto:
El ocaso de Alejandría (Imperium I)
El ocaso de la República (Imperium II)
El secreto de Arunda
El cuarto libro sobre el Imperio Romano se llamará "El hijo de Roma" (Imperium III) cerrando la trilogía.
Todos sus libros tanto en formato electrónico como en papel lo puedes encontrar en "Amazón".

viernes, 21 de octubre de 2016

Fácil o difìcil

Somos muchos a los que hacer cualquier cosa que no sea  a lo que nos dedicamos o  lo que nos gusta y  disfrutamos, nos cuesta un esfuerzo sobrehumano, tanto, que a veces desistes ante el inapropiado cabreo por considerarte un inútil, y ya no hablamos si intentas hacerlo medianamente bien.
                                                              


Hay veces que me da vergüenza llamar a alguien de la calle cuando tengo que colgar un cuadro, arreglar un grifo que gotea, o cambiar algún foquito de los empotrados en el techo del salón, por lo que casi siempre pago cara mi osadía con algún percance, y causando además  un empeoramiento de la avería sobrevenida.
                                                                 


Cuando lees en la biografía de alguna persona más o menos conocida, que domina varios idiomas, es físico, matemático, astrónomo, y no contento con todo esto resulta que también es médico e incluso doctor en nanotecnología molecular con varios libros publicados, te quedas con la boca abierta y con la convicción de que eres poco menos que un paleto o un auténtico animal.
                                                                      


Me sucede, que cada vez que me pongo delante de la hoja en blanco para escribir cualquier tontería a la que os tengo acostumbrado, empiezo y borro, para volver a pensar, escribir y tachar, hasta que poco a poco va surgiendo algo medianamente legible, y sin embargo leo a escritores o periodistas, que no hace falta que sean ni de los mejores ni de los más consagrados, que escriben con una sencillez y formas que me parecen mágicas si te los comparas.
                                                                     
 
Por eso muchas veces me entra el desánimo y se me quitan las ganas de desahogar mis ganas de comunicar mediante mi blog, y mucho menos seguir con el proyecto fallido de novela que rompo cada vez que va por la mitad, pues constato que no aporto nada, ya que ni está bien escrita, y lo que es peor, que tampoco se hacerlo mejor.
                                                                     


Todo el que diga que sólo escribe o hace alguna actividad artística sólo para su propia satisfacción es mentira, pues todo tiene como mínimo dos protagonistas: el que escribe y el que lee, el que pinta un paisaje y el que lo contempla, el que toca un nocturno de Chopin y el que lo escucha o cuanto menos el que lo sufre.
                                                                    


Por todo esto sí son importantes las críticas, los pareceres, incluso los desacuerdos, y por lo que veis soy inasequible al desaliento.
Gracias a todos por leerme.

                                                                       

sábado, 15 de octubre de 2016

El pez amarillo

Como a todos los niños les encantaban los peces, esos seres ágiles y traviesos de múltiples colores que corretean de aquí para allá sin importarles estar en el mar, en el río, o en cualquier acuario, sea este chico o grande.
                                                                  


Olivia y Santi habían estado disfrutando en el Oceanográfico de Valencia, con sus seis millones de litros de agua, y un ecosistema marino tan dispar como las aguas del Ártico y el Antártico, donde están representadas más de 500 especies con más de 45.000 ejemplares.
                                                                    


También conocían el Acuario de San Sebastián, con ejemplares del mar Cantábrico, y el Acuario de Zaragoza, dedicado por entero a la fauna fluvial, con representantes de los ríos Nilo, Mekong, Amazonas, Darling y Ebro. Cinco ríos para cinco continentes.
                                                                   


Bueno, pues resulta que desde entonces, estaban empeñados en que les compraran un acuario para casa, pero debido al poco sitio que tenían en su piso de Madrid, el regalo llegó, pero en forma de un pequeño acuario con siete u ocho pececillos de diferentes colores, y los niños aprendieron a echarles de comer mientras pasaban muchos ratos libres extasiados ante el valet que estos conformaban.
                                                                    


Pero sucedió que vieron, cómo que cada vez que les echaban de comer, un pececillo amarillo se quedaba excluido de alimento, ya que los demás empujándolo no lo dejaban, y aunque intentaran echarle solo a ese, los demás nunca lo consentían, incluso había uno especialmente feo que hasta le sacaba los dientes amenazante, por lo que nuestro pez amarillo fue encanijando hasta quedar en los huesos, (perdón en las espinas).
                                                                     


Los niños hablaron y hablaron entre ellos para buscarles una solución. ¡Les gustaba tanto el pez amarillo!
Después de varios intentos fallidos, dieron con la solución, ya que cogieron un collar de cuentas de colores que tenía su madre, y observaron que cuando iban tirando las cuentas en la pecera, todos los peces la seguían creyendo que era comida, por lo que aprovechaban para echarles sustento al pez amarillo cuando se quedaba solo, lo que hizo que este se fuera poniendo grande, y llegó hasta el punto de constituir una amenaza para los demás.
                                                                     


Aparte de la riña que Pilar la madre dispensó a los niños por cogerle su collar favorito, vieron entre todos de darles una solución a aquello, pues ahora era el pezaso amarillo el que tenía amedrentados a los demás, que estaban flacos, flacos, de no comer.
                                                                   


Cuando la tita Viky se enteró por Olivia del problema, sugirió a los peques que iba a hablar para llevar al pez amarillo al Oceanográfico de Valencia, donde cada vez que fueran lo podrían ver, ya que allí sí tendría más espacio por donde moverse y contonearse y este pescadito que aunque no lo crean ustedes también piensa, dijo:
“Soy muy de irme sin hacer ruido de donde no se me quiere”
Pero bueno, aquí no acaba todo, ya que el abuelo cuando se enteró y fue a Madrid, les llenó a los niños el acuario de peces amarillos, que son los más bellos, sonrientes y esbeltos, e incluso les sacó una canción:
“Tengo un pescao amarillo, que me come a todas horas,
Tengo un pescao amarillo, que es lo que se lleva ahora…”


jueves, 6 de octubre de 2016

La sirena de Villajoyosa

Pasaba unos días en el apartamento que tiene mi querida “nuera-adjunta” Viky en la playa denominada Paraís (Paraíso) en Villajoyosa, con un mirador excepcional de terraza a menos de veinte metros frente al mar.
                                                                    

Era una zona donde hace trece mil años el Mediterráneo era un manso lago, pero no se sabe bien si por el efecto de un volcán, un diluvio o vete a  saber qué, una inmensa ola, quizás un tsunami,  recorrió el mar de punta a punta  originando el estrecho de Gibraltar, vertiéndose las aguas del Mediterráneo sobre el Atlántico, y emergiendo del lecho marino lo que ahora conocemos como Paraís.
                                                                       


Antes de despuntar aquel día, ya lo esperaba yo en la terraza con mi primer café y el consabido cigarrillo, oteando el cielo que poco a poco iba difuminando su negrura ocultando estrellas y luceros, y unas rayas de claridad emergían por el horizonte luchando con una luna en cuarto creciente que se resistía a perderse.
                                                                        


Tomé mi cámara y como siempre empecé a tirar fotos de la paleta de colores que brotaban del firmamento, cuando a través del zoom del aparato, observé algo alargado y con forma de cuerpo medio tapado por las olitas que batían contra los guijarros de la playa.
                                                                      


Bajé a la playa después de ponerme el bañador y una camiseta, por supuesto armado de mi inseparable Nikon, tomando el caminito que conducía bordeando el bloque de apartamentos en dirección a la solitaria costa, dirigiendo mi curiosa mirada a la busca de lo que había observado desde mi atalaya.
                                                                         


No había ni pescadores ni paseantes bañistas en aquella primerísima hora presolar, por lo que me fui acercando hacia aquello, lo que fuese, que había escupido el Mare Nostrum hacia la playa.
                                                                      

La bajamar había dejado al descubierto lo que a todas luces era un esqueleto humano, pero al fijarme mejor y con mi acelerado corazón a punto de explotar, aquello no concordaba exactamente con una anatomía ósea normal, ya  que a partir de lo que sería el final de la columna vertebral, no existían los huesos ni de piernas ni de caderas, sino que continuaba con lo más parecido a la espina central de cualquier gran pescado.
                                                                         


Después del asombro inicial, empecé a tirar fotos de aquel espécimen que en mi imaginación conformaba lo que sería el esqueleto de un ser, ¿imaginario e inexistente? Si, parecían  despojos de una sirena.
Seguía aquello desierto, por lo que no se me ocurrió nada mejor que llamar al 112, emergencias, para comunicar el hallazgo de un esqueleto sin especificar para nada mis sospechas, apareciendo al poco cuatro guardias civiles con un teniente al mando, a los que relaté y señalé mi hallazgo.
Inmediatamente acordonaron toda una amplia zona y cubrieron la osamenta con unas mantas, ya que empezaban a llegar curiosos a los que no dejaron acercarse, pidiéndome a continuación mi número de teléfono y dirección por si tenían que hablar en algún momento conmigo.
                                                                               


De vuelta al apartamento, constaté que mi mujer se había levantado y se había ido andando al pueblo como hacía cada día desde que estábamos allí, por lo que volví a mi inmejorable mirador para seguir tirando fotos de todo lo que  ocurría, observando como llegaban más policías, lo que creía una juez y unos cuantos trajeados que de vez en cuando miraban hacia mi balconada.
Estaba tomándome mi segundo café y mirando las fotos que había sacado, cuando llamaron al telefonillo del piso. Era la policía que venía a verme y la acompañaba la misma señora que yo identifiqué con la autoridad judicial. Ya que habían entrado  sin que yo los invitara, les ofrecí sentarse aunque no quisieron, pidiéndome que les relatara nuevamente mi descubrimiento, para acto seguido confiscarme el móvil y la cámara fotográfica, con la insegura promesa de que me la devolverían en unos días.
Ya se habían marchado todos llevándose el esqueleto de la playa y las pruebas de lo que yo había visto, por lo que cuando se lo conté todo a mi esposa no me creía aunque me faltaran mis artilugios y me notara bastante acelerado.
Estuve mirando los noticieros locales, nacionales y extranjeros para ver si alguien se hacía eco de mi hallazgo, pero aquello parecía que no había sucedido, incluso cuando llamé a la comisaría del pueblo reclamando mi cámara y mi teléfono, dijeron que no tenían constancia de  lo que yo decía hubiese ocurrido.
                                                                        


La fantasía me llevó a imaginar que aquel esqueleto podía ser  de la amada de Hércules, Pirenne, asesinada por el malvado Gerión, al cual nuestro héroe había matado con una invencible flecha forjada por los íberos, y que según la leyenda, había atravesado los tres corazones del monstruo.
Pero la realidad es que no puedo demostrar nada de lo relatado, pues no tengo pruebas, aunque sí, me devolvieron el teléfono y la cámara a través de una empresa de mensajería y sin remitente, pero con la falta de la tarjeta de memoria SD que contenía y donde estaba la verdad de mi testimonio.
Espero que a pesar de la  farsa inventada por mi elucubrante y calenturienta imaginación (según todos), mi querida Viky nos vuelva a invitar a su apartamento, pues los días pasados allí fueron inolvidablemente maravillosos.


En mis sueños,  a 5 de octubre del 2016