domingo, 22 de enero de 2017

Desmesura

Desproporcionado, excesivo; esto es lo que nos traen los fríos vientos, las nieves de este desmesurado tiempo de invierno, y no me refiero a la época estacional del calendario, o no solo. Son las noticias y los ecos, es la tormenta de lo que está pasando ahora en este envalentonado tsunami de acontecimientos.
                                                                


Desmesura, en esta nueva etapa del dorado payaso de la escena política en EEUU, que viene a nivelar la balanza occidental con el que ya teníamos en esta Europa desconcertada, con ese otro heredero de la más rancia URSS, ese antiguo agente del KGB, ese otro héroe de las clases incultas y perdedoras que no conocen la historia, que no saben de las consecuencias que otros actores populistas de otros tiempos, que desconocen  por estar centrados en su suerte, nos trajeron tantas miserias y desgracias a este irredento  mundo.
                                                                 


Los muertos no hablan de lo que les pasó. Son mudos, aunque actores principales de lo que le ocurrió a los humanos en el siglo pasado. ¿Es posible que volvamos a tropezar en la misma piedra? ¿No fue desmesurado para el siglo XX y para escarmiento de los tiempos venideros, que existieran Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Videla, Pol-Pot, Mao, Gaddafi, Castro, Chaves-Maduro, Saddam Hussein, y todos los sangrientos líderes africanos y orientales? ¿Vamos a repetir la historia?
                                                                    

De esta rancia Europa donde nació la democracia, deben salir voces que clamen que otra vida es posible, que hemos ganado mucho, que no podemos perder el paso ni entretenernos en llamar a las cosas por su nombre, que la evidencia de lo vivido hace insoportable volver a caer en los males del pasado.
                                                                      


Sí. Necesitamos liderazgo, líderes valientes sin miedo a llamar a las cosas por su nombre. A enfrentarse al maniqueísmo de las nuevas-viejas ideas que ni son remedio para nuestras desdichas, ni van a arreglar nada que no sea revalidar a los ya poderosamente ricos, a ese 20% que manipula, y mueve al resto como muñecos de terracota en un tablero de ajedrez malévolamente trucado para su beneficio.
                                                                     


La unión en la diversidad nos hace fuerte como personas; abrirnos a otras culturas, a otras formas de ver y entender las relaciones nos enriquece, nos hace mejores y más capaces.
                                                                   


No nos podemos encerrar en nuestro ámbito más cercano y temer como a un demonio  lo que nos rodea. Los nacionalismos exacerbados, los intereses mezquinos de esa clase política corrupta que solo lucha por su beneficio levantando banderas, sólo nos han traído desgracias, miserias e inseguridad.
¡Gritad, que estalle la verdad! ¡Salid a las calles a defender lo conseguido! ¡Abajo las banderas y los tiranos!

El único símbolo que nos une a todos es la vida.

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