jueves, 29 de diciembre de 2016

Semblanza de pintor y ser humano





(Dedicado a mi sobrino José Mª)

A punto de finalizar este año, (¿Horrible? ¿Magnífico? ¿Puto año?), quisiera dedicarle estas letras a mi querido sobrino José María Jiménez Pérez-Cerezal, también conocido en los ámbitos familiares y artísticos como Chema, Charía, José Ciruelo, o Cerezal, este último es como ahora firma sus obras para cabreo de su padre “El Triste”, que le jode le sustraiga su apellido.
                                                                  

Lo primero que emana  su persona es  bonhomía, con esa entrañable sonrisa que luce casi siempre, incluso para hablar entre gestos nerviosos de su padecimiento, el síndrome de Tourette, que no solo no le acompleja, sino que considera y es una parte muy importante de su realización artística y manera de expresión.
                                                                


Esta ternura que emanan sus manos, se traducen en la vida, su vida familiar, con ese cariño tan especial que siente por su ahijada-sobrina María, que como el mismo dice, “ella y yo somos personas diferentes”.
                                                                    


Este fenomenal artista ha pasado por varias etapas en su pintura, ya que tengo y conozco realizaciones suyas de todas esas caras que conforman a un impresionante creador, y cuando le preguntan sobre su inspiración o fuerza para realizar una pintura, siempre responde que “reza pintando”.
                                                                   


Ha realizado carteles y pinturas para una gran cantidad de hermandades y cofradías, cosas que no le han aportado dinero, aunque si fama y prestigio, pero por desgracia de eso no se mantiene al mamífero que somos, aunque algo ayudan los encargos privados y otras realizaciones de nuestro Velázquez particular.
                                                                    


Últimamente ha tenido dos grandes premios: El cartel de la Asociación de Belenistas, en donde ha pintado al niño Jesús del Sagrario de la Catedral de Sevilla, y el de recibir el encargo del Concejo de Cofradías para el cartel anunciador de la Semana Santa de Sevilla del 2017. Sólo decir de este último proyecto, que al pedirle en su casa de Valencina que me enseñara sus apuntes del proyecto, todo mi cuerpo sintió un escalofrío, al adivinarle de qué iba a ir el impresionante cartel que tiene en mente.
Felicidades sobrino por ser la persona que eres. No cambies. Los que te queremos te queremos así.
                                                                       



Con los rezos de tus pinturas, y además de alegrarnos nuestra vista, te ganarás el cielo a donde van las buenas gentes; los genios como tú.
                                                                    

sábado, 24 de diciembre de 2016

Navidad



                                                                         
                                                         (Poema de mi nieta Olivia)


                                                            Pastores venid

Pastores venid al Portal de Belén,
donde están José, María, y Jesús también.
Los Reyes Magos también se dirigen,
y a los del Portal les dicen;
Jesús, María , José:
oro , incienso y mirra os vamos a traer.
De camino al portal,
el camello de Melchor no puede aguantar,
estaba cansado ya de caminar.
Por el desierto caminan.
uno se echa a dormir,
y los Reyes se preguntan,
como llegarán allí.
Papá Noel se dirige a recogerlos,
en su gran y bonito trineo.
Los Reyes se alegran un montón 
de llegar a tiempo en mogollón.
Llegan al Portal sin problemas,
y a Jesús le alegra este dulce poema.


lunes, 19 de diciembre de 2016

Espumas traidoras

A raíz de haber visto en una antigua película como una impresionante señora se daba un relajante baño, me empezó a rondar por la cabeza el capricho de sentir en mis propias carnes dicha experiencia, no por antigua menos glamurosa y esperpéntica, pero así somos los envidiosos especímenes humanos.
                                                                 


Aprovechando que me había quedado solo en casa, (no quería testigos de mi experiencia) me dispuse a prepararme para el capricho de la espuma. Coloqué en el cuarto de baño velitas por doquier, me puse una copa de Albariño del 2011, me despojé de vestiduras callejeras para cambiarlas por mi magnífico albornoz de algodón egipcio que apenas había usado en años, y empecé a llenar el baño de agua a temperatura alta depositando dos quilos de sales relajantes compradas para el caso.
                                                                     


Al pasar por el espejo, se me antojó mirarme en mis desnudeces, por lo que visto lo visto, exclamé: “qué pena de cuerpo”.
Apenas puse un pié en el agua, me percaté de varias cosas a la vez: que el agua estaba hirviendo, que me faltaba música, que tenía que encender las velas y que mi copa estaba vacía, por lo que ya mojado en ambos tobillos, volví atrás para remediar los detalles omitidos.
                                                                  


El primer resbalón, sin consecuencias físicas, vino en la cocina, rompiéndose la delicada copa de fino cristal chino, aunque recogí los cristales, fregoneé el suelo, y repuse el recipiente volviendo a escanciarlo.
Por fin a la tenue claridad de las velas y con la preciosa música del Scheherazade de Rimsky Korsakov y mi copa en la mano, me sumergí hasta el cuello en aquel espumerío.
                                                                  


Todo salió perfecto para mis adormilados sentidos, que sólo reaccionaron cuando el agua se había enfriado, por lo que empecé a renacer de aquella espuma dando tiritones y a oscuras, pues las tenues lucecillas se habían ido apagando sucesivamente.
Mi siguiente traspié vino al intentar a ciegas y descalzo dar con los interruptores de la luz, y aquí sí que dolió, pues mi rodilla aterrizó  contra  la base del lavabo y mi frente con el toallero, y con el reproductor MP3 y los cascos perdidos entre las paradisiacas brumas del espumoso baño, por lo que en un arranque de hombre ordenado, empecé por volver a vestirme de “estar en casa” y poner todo en su sitio como si aquí no hubiese ocurrido nada.
                                                                    


Con ya todo en su lugar, noté que me dolía la cabeza del penúltimo porrazo, y al mirarme al espejo vi una protuberancia entre roja y morada en el nacimiento del ralo cabello, y al sacar las bandejas de hielo para aplicarlo en mi chichón, el cajón del congelador rodó por el suelo, no sin antes aplastarme el dedo gordo del pié izquierdo.
                                                                    


Estaba magullado pero contento ya sentado en mi sillón de orejas, cuando oportunamente se fue la luz…y dormí casi una hora antes de que empezara a llegar el personal y a sonar el teléfono ininterrumpidamente.

¡De nuevo la vida! ¿Perdona? ¿Esto era vida?

domingo, 11 de diciembre de 2016

La historia de Belén

Estaban desesperados, no veían ninguna salida a lo que estaba sucediendo en aquella zona de Malí normalmente tranquila y trabajadora.
                                                                


Primero fueron las luchas internas de los señores de la guerra por controlar el poder étnico del país, luego fueron los robos y asesinatos de gentes desplazadas que carecían de todo y que asolaban los campos en manadas, dejando a su paso destrucción y muerte, y ahora las guerrillas de la Yihad en el África occidental, por lo que habían tomado una determinación. Huirían de aquello.
                                                                   


Desde toda su vida, Hadid se había dedicado a la agricultura y la ganadería en aquel trozo de tierras heredadas de sus padres muertos en trágicas circunstancias, pero que desde tiempos inmemoriales había pertenecido a su familia ahora mermada, ya que había sido el mayor de siete hermanos, de los cuales tres habían muerto, y de los demás desconocía su paradero.
                                                                    


Una noche habló con su joven esposa Mactzil de qué iban a hacer, y con lágrimas abrazados, decidieron partir sin tener muy claro a donde, pero seguro que a Europa. Aquella noche se enteró también de que esperaban un hijo, y que su mujer por no preocuparle más no lo había dicho, pero ya estaba de cinco meses. ¡Ni lo había notado!
Ya con la decisión tomada, empezaron por  vender y hacer dinero de todo lo que tenían para aquel viaje que esperaban definitivo. Eran jóvenes y querían otra vida para sus descendientes, y a sus ventipocos años sólo le temían a las miserias de la violencia y sus consecuencias.
                                                                     


Una  noche de cielos luminosamente  serenos y rodeados de  lo único verde en muchos quilómetros, montaron en su vieja pero segura camioneta con lo imprescindible para tan largo viaje concienzudamente preparado, pero con muchos interrogantes de los que Hadid no había hablado a su esposa por no preocuparla más allá de lo necesario.
Dejando a un lado la ruta hacia Bamako, se dirigieron a Ségon, luego Kayes en donde comieron algo, y se aprovisionaron de agua y gasoil antes de entrar en Senegal ya con la noche cerrada. Cuando ya el cansancio les había doblado, durmieron unas horas en la cabina del coche, para continuar antes de despuntar el caluroso día hacia Tonba y St. Louis con la idea de tomar un barco hasta Marruecos, pero aparte de que el precio era prohibitivo, (las mafias esquilmaban a los viajeros sin ninguna garantía de llevarte a destino), no había barcos,  decidiéndose a continuar el viaje por ¿carretera?, aquello sólo era un arenoso camino intransitable, difícilmente de seguir sin paradas continuas para orientarse y ver por donde se pisaba.
                                                               


En una de estas paradas, fueron asaltados por un contingente armado de guerrilleros capitaneados por Makhtar Belmokhtar, conocido terrorista que capitaneaba la Yihad en el África Occidental, que se decía fiel al Daesh, y que desde Burkima Faso hacía la guerra a todo lo que se moviera.
Tuvieron que darle parte del dinero que llevaban, haciéndoles creer que era cuanto tenían. Menos mal que no quisieron la vieja camioneta aunque lo estuvieron pensando, pero como se veía achatarrada desistieron, aunque a cambio del dinero, les dieron un salvoconducto para circular por aquel inhóspito territorio.
                                                                 


A cierta distancia de la frontera entre Mauritania y Marruecos, la camioneta dijo que allí se quedaba; no había forma de recuperar el motor y que funcionase; menos mal que todas sus pertenencias estaban en las dos mochilas, por lo que se pusieron en camino aunque empezaba ya a caer la tarde.
Durmieron a ratos en aquel desolado camino pendientes por si alguien pasaba, pero no hubo suerte y tuvieron que seguir andando dos días más hasta cruzar la frontera a Marruecos.
Tardaron casi una semana en llegar a Nador. Días enteros andando, otras veces en autobús y alguna vez almas caritativas que los dejaban subirse en la caja de los desvencijados camiones, y en la última etapa que montaron en camellos un día entero, él agotado, sin decir nada que no fueran palabras cariñosas y de aliento para su esposa, que a pesar de su embarazo y las penalidades de aquella huida, nunca  le escuchó un lamento.
Habían llegado con lo que creían el dinero justo para montar en algún viejo barco o en cualquier lancha que los dejara en costas españolas, pero pasaban los días y con el dinero que tenían nadie los llevaba, hasta que después de  mucho tiempo esperando, se metieron hacinados en una patera que los dejaría de noche en la playa de alguna ciudad ribereña española, con el agravante de que Mactzil tenía dolores y molestias, por lo que no había que ser médico para otear el parto en poco tiempo.
                                                                   


Las aguas estaban tranquilas en el estrecho, pero a la mitad y cuando ya se veía la costa en lontananza, el motor se averió y tuvieron que remar, hasta que el que dirigía la embarcación les dijo que ya no podían acercarse más, que había que llegar nadando.
Aquello era el fin, aunque nada se decían en aquella noche repleta de estrellas y con luna llena que ya empezaban a retirarse. Ella llorando exhausta y él nadando por los dos al límite de sus fuerzas, hasta que una barca de pesca que salía de algún puerto los rescató cuando estaban a punto de ahogarse a unos metros de lo que creían el Edén, el paraíso, Europa.
Los dejaron en la playa, frente a unas diseminadas casitas de pescadores, por lo que se refugiaron en un chozo abandonado, y entre un tractor herrumbroso y un montón de cachivaches abandonados cayeron agotados y temblando.
Se despertó con los lamentos de su mujer que vaticinaba un prematuro  parto cercano. ¿Qué iba a pasar ahora?
                                                                  



Salió corriendo hacia las casitas dando gritos pidiendo auxilio, saliendo varias mujeres, hombres, niños y ancianos por ver lo que pasaba, pero no lo entendían, hasta que ya con gestos indicando la dirección donde estaba postrada su mujer y lo que estaba por venir, lograron entenderlo.
Las mujeres de estas humildes familias pobres siempre habían sido solidarias con los más desfavorecidos, paradojas de la vida, por lo que llegaron con mantas, organizaron una hoguera a la entrada de la casamata para calentar agua y ayudar en lo que se avecinaba, pues de partos sí que entendían, ya que casi todos los niños que nacían allí, lo hacían en sus casa, porque el hospital más cercano estaba a cincuenta quilómetros y los médicos o comadronas tardaban mucho en llegar.
                                                                    


Las fechas en que todo esto sucedía eran cercanas a la Navidad, por lo que algunos de los que se calentaban en la hoguera y acompañaban al joven futuro padre, decían que aquello se parecía al Portal de Belén, sólo que en vez de mula y buey solo había maquinaria vieja.
Al poco de amanecer, se oyeron los lloros del recién nacido, que era una preciosa niña.
La madre estaba bien, arropada y dando el pecho al bebé después de ingerir un caldito que le habían traído sus nuevas vecinas, y los hombres entre bromas, dijeron que a la niña deberían ponerle de nombre Belén, ya que todo había pasado como lo ocurrido al nacer Jesús de Nazaret.
Esta historia la conocí de primera mano, un veraniego día en el salí a pescar con gente del lugar, entre ellos Hadid, que se había integrado en aquella pequeña comunidad a las afueras de un pueblito de la provincia de Almería llamado Balerma.

Los heroicos inmigrantes que huyen de las guerras y la miseria no necesitan caridad, solo solidaridad y justicia.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Reencuentro

Fuimos llegando poco a poco al restaurante de mi amigo Fran (Hacienda Ntra. Sra. de la Merced), donde había reservado mesa Manolo Ochoa. Algunos sin dudarlo se dirigían al grupo, otros más despistados como yo, tuvo que preguntar al camarero donde estaban sus antiguos compañeros.
                                                                   


Cada uno decía quién era, aunque la realidad es que la pinta caracterizaba a los adolescentes del ayer, compañeros de pupitre y de clase del  colegio de los Hermanos Maristas de Sevilla, primero en la calle Jesús del Gran Poder y luego en San Pablo, ya que el nuevo colegio del barrio de Los Remedios, no todos lo conocieron.
                                                                  


Hablábamos, con una copa en la mano saltando de grupito en grupito, de las profesiones de cada uno, de las familias y de los nietos, y de nuestra estrenada o por venir jubilación.
                                                                      


Íbamos a ser un grupo muy numeroso, pero ya se sabe que a nuestras edades, que si una muela, que si una gastroenteritis o un viaje forzoso, y algunos la convalecencia de una enfermedad o de una operación. Total que al final fuimos once amigos hablando de nuestras cosas, de la vida de los que faltaban, de nuestros antiguos profesores, etc.
Nos reímos de las antiguas gamberradas al profesor de francés (Mª Antoñeta) que fumaba como un carretero sus “Camel”, al de dibujo, que poníamos pelusas en la cabeza y colgábamos muñecos en la chaqueta (El plantisa), de D. Paco Puñetas que nos daba Historia del Arte, etc.
                                                                          

                                            Equipo de balonmano 1º D año 1961

De los motes de los curas: El búho, el pija, el místico,  el Carpanta, etc. Del hermano Valeriano que nos quitaba el tabaco para fumárselo él, de los bocadillos de “migas de atún” que nos despachaba en el ambigú del hueco de escalera “El Pelao”, y de un montón de anécdotas personales que recordábamos entre risas.
Charlas distendidas comentando los avatares de una época, en que todos en el recuerdo la veíamos feliz y despreocupada, ya que el pasado, y más si somos más o menos normales, se idealiza.
                                                                        

                                            Visita a las Ruinas de Itálica año 1967

Brindamos por todo; por los que estábamos y los que no; por la felicidad, por la amistad, por las navidades. Y ya puestos a irnos a las tantas de la tarde-noche, señalamos fecha para volver a encontrarnos, ya que ratos así merecen la pena.
Vivíamos en una época difícil con muchas cortapisas, y donde económicamente se empezaba a salir de largos años de penurias, pero como comentábamos entre nosotros, nada dejó secuelas negativas en nuestras vidas gracias a Dios.
Desde aquí, un abrazo a todos los que estuvisteis y a los que no pudieron asistir.

¡Hasta pronto amigos!

sábado, 26 de noviembre de 2016

¡Ay la luna!


La luna, luna que vuela,
la luna que no te espera.
La luna, luna lunera,
sale de noche, 
y llegado el día, vuela.
Se oculta para no verla,
y ella te busca y te encuentra.


¡Vuelve luna!

Que quiero que ella te vea

Sin pena,

Soñando lo que nos queda.
            
           
              

Tú de día, yo la luna

Sin dejarte  duermevela.

Deja la vela encendida,

Deja que caiga la cera,

Escucha esos rumores

Es el viento quien los lleva.

No repitas las palabras


Ni el agua donde yo beba.



¡Ay la luna!

¡Ay la luna!, luna que vuela.


martes, 22 de noviembre de 2016

Una conquista inesperada


Ya se había tranquilizado con los años; sus capacidades en nada se parecían a las que le habían dado fama de muy peligroso para cualquier fémina, sin que ninguna edad fuera óbice para que sus astutas redes les cayeran sin remedio de escape.
Era de una gran cultura que utilizaba en sus “roneos” con las damas, propiciando una conversación fluida, simpática y agradable, pero todas estas estrategias siempre iban encaminadas a llevarse a su víctima a la cama en el menor tiempo posible, para luego, como se dice, “si te vi no me acuerdo”.
                                                               


Los tiempos le habían templado, hasta el punto de que ya, aunque cuidaba su imagen y seguía siendo coqueto, era raro que se enredara en ninguna aventura amatoria.
                                                                   


Nuestro hombre, como cada mañana, fumaba tranquilamente en la puerta del bar donde había desayunado pensando en sus cosas, y siempre murmuraba lo mismo cuando pasaba una bella: “Dios, si me has quitado las fuerzas, por qué no me quitas las ganas”.
                                                                   


En esto estaba acabando su pitillo y a punto de encaminarse a hacer algunas compras, cuando vio a una mujer de mediana edad, o sea ya madurita, que se acercaba hacia donde él estaba con una sonrisa en los labios, y al llegar a su  altura le dijo:
-Tu eres Alberto ¿Vedad?
                                                                  


-Pues sí, pero perdona, es que en este momento no recuerdo de qué nos conocemos. (Repasaba y repasaba mentalmente su larga lista de conquistas pero no la ubicaba)
-Yo soy Mame, hemos chateado algunas veces a través de Facebook, y también he participado contigo en un taller de cocina online.
-Es que yo soy de los incautos que pongo  mi fotografía en el perfil, y así me conoce mucha gente pero yo conozco a pocos. No sé por qué a la gente le gusta tanto disfrazarse con seudónimos y perfiles que no le corresponden. Alguna fechoría se esconde detrás de tanto engaño.
-Pero yo, aunque utilizo el seudónimo de “perita”, no cometo ni pecados ni pecadillos; eso lo dejo para la vida real. La verdad es que lo hago por timidez - contestó ella.
                                                                      


- Sin que te molestes, yo no te veo nada tímida, lo cual me gusta en las personas, ya que si no haces y dices lo que deseas solo vives en tu imaginación, y esa soledad en que vive el que no se atreve, no puede ser buena.
-Es verdad lo que dices, pero ya ves. Eres un hombre interesante, aunque tú ya lo sabrás. ¿Por qué te ríes de mí?
-¿Te apetece que tomemos un café y hablemos un rato? - Le dijo riéndome de lo que acababa de decir, (y eso que no le había echado ningún anzuelo).
                                                                 


Y así fue como aquella pareja, después de que la  belleza le contase a Alberto los avatares de una complicada vida, pasaron a dar un paseo, luego entraron en un local de tapeo donde bebieron unos vinos, bastantes, y acabaron ya los dos un poquito puestos y bastante desinhibidos, en un cercano hotel, donde acompañados de una botella de glamuroso cava y música de Chopin, se amaron como si fuesen adolescentes.

Para que luego digan que los sesentones solo juegan al dominó o la  petanca, y que se mueren de aburrimiento contándose batallitas unos a otros cada vez adornadas con más mentiras del embellecido pasado.

martes, 15 de noviembre de 2016

Machacona publicidad

Cuando pequeño, eran tan pocos los anuncios radiofónicos o televisivos, que hasta nos los sabíamos de memoria, pasándonos el día canturreando las pegadizas cantinelas, con lo cual la comparación con el bombardeo actual es pura anécdota.
                                                                    


Soy poco aficionado a la televisión, aunque últimamente llevo enganchado un tiempo a alguna serie policiaca, pero se me acaban de quitar las ganas de seguirlas, pues cada vez soporto peor la catarata publicitaria a la que nos someten si queremos ver algún capitulo.
                                                                  


Y ya no se trata de que sea hora de “máxima audiencia”, sino que para cada hora te seleccionan los anuncios en función del tipo de personal que en ese momento está pendiente de “la caja hipnótica” o de la “charlatana radio”, así que si son por caso las ocho de la mañana y en estas fechas, la visión insoportable se centrará en juguetes, colonias o productos de niños y de padres  camino al trabajo; si son las doce o la una, nos hincharán a spots de detergentes, de comida rápida y de medicamentos para adelgazar o pastillas para el dolor de cabeza o el resfriado.
                                                                      


Mención aparte merecen las horas de publicidad a partir de las dos de la tarde. Es ya aquí en esta franja horaria donde los reclamos publicitarios llegan a 10, 15 y hasta a veinte minutos, y es curioso como hay veces, que acaba de reanudarse la serie, cuando te vuelven a cortar el hilo para que te tragues otros diez minutos de seguros, bancos, préstamos a intereses engañosos, y hasta lavavajillas capaces de lavar los platos de un colegio con una gota.
                                                                    


Mención aparte se la lleva internet; pues da igual que entres en tu correo, hacer alguna consulta a hacienda, que quieras ver alguna noticia, o que te informes de tu cuenta bancaria o busques el precio de una secadora. Hasta que llegues a lo que te interesa, tendrás que haber saltado por encima de tropecientos mil anuncios.
                                                                    


Tiene que ser cierto que es la única forma de que consumamos más, pero el dinero, y más en estos tiempos de penurias económicas, no lo echan los árboles y las plantas por más que las reguemos.
                                                                      


Pero esto a lo que me refiero sólo es en los grandes medios de comunicación, ya que si hablamos de los buzones particulares (buzoneo lo llaman), de las ofertas de Grandes Superficies o del supermercado de la esquina, también nos agobian con efectos acumulativamente perniciosos.
                                                                       
 
Señores Publicitarios: El dinero que ingreso al mes siempre es el mismo, y que aunque en la actualidad esté rodeado de súpers y de atrayentes comercios, no compro más. Sólo, a lo mejor, pues ahora tengo tiempo, diversifico más mis pocas compras.                                                                    

¡Ah! Y no engañen poniendo en letritas minúsculas lo que verdaderamente interesa. Sean por lo menos un poco éticos, ya que el que más y el que menos tiene su culturilla.