jueves, 25 de febrero de 2010

Publicidad

Esta mañana leyendo “El País”, me llamó la atención en la página cinco, la noticia: “Una veintena de sicarios asesinan a 13 personas en México”. Al lado había una fotografía de cuatro jóvenes vestidos de negro y con zapatillas deportivas, que yo identifiqué con los sicarios, hasta que fijándome bien me di cuenta de que era un anuncio de DOLCE¬GABBANA.
Yo no sé si es que “mi mundo no es de este Reino” o que me estoy volviendo imbécil. Entre que los anuncios al mostrarse en fotos o publirreportajes, ya sean en prensa, radio o televisión utilizan idiomas ajenos a nuestra lengua y otros nos muestran imágenes que nada tiene que ver con el producto promocionado, a mi es que se me hace la “picha” un lio, como diría un castizo. Y cuando hablo con amigos me doy cuenta que les pasa al 90% de la gente. Yo no digo que nos anclemos a los anuncios de los años 60 o 70, como los que se oían por la radio: Cola-Cao, Omo, Norit, etc. Estos los entendíamos todos, incluidos analfabetos y tontos como yo.
¿En que se basan las empresas “creativas” para creer que sus campañas son útiles y entendibles? Salgan a la calle y pregunten. A ver quien las interpreta.
Señores Empresarios: Empleen su dinero de publicidad en abaratar los productos o entréguenlo a alguna ONG, que seguro sabrán utilizarlo. Yo voy a seguir utilizando Marcas Blancas.

martes, 23 de febrero de 2010

La crisis. Las crisis


A mi hijo: ¿te quieres creer, que anoche me dejaste el pánico en el cuerpo?
Si. Por tu comentario de que ibas a dejar de escuchar la radio, de ver la televisión, de ojear revistas y periódicos. Solo las malas noticias son noticias. Crisis, crisis, crisis. Porque te estaba afectando a tus miedos. Me quedé preocupado. Que parálisis durante unas horas. También para mí, al oírte.
Me he atrevido por primera vez a escribir aquella gran crisis que pasé un día de julio de 1997. Te la adjunto.
La clave en las crisis, es luchar como si no existiera.


Desafortunadamente para mí, esa mañana, me vino mi experiencia de estar en el mar, solo, a varias millas de la costa con oleaje de temporal. Y te cuento como salí de la crisis; la crisis está ahí y sólo los que se saben fuertes y luchan como si no existiera, consiguen vencerla.

Lo primero, al caer al agua, sobre las 18.00, fué comprobar que no me había dado ningún golpe que me impidiera el movimiento, ni que tuviera ninguna herida, es decir que mi cuerpo estuviera íntegro. Y con alegría lo comprobaba, que no tenía que estar atento a eso, y que al menos no habría esa preocupación.

Después de ese momento y con el barco que se alejaba a toda velocidad, me vino el pánico: “¡Dios mío, donde estoy!”, hiperventilación, necesidad de respirar muy fuerte y dejar de respirar al mismo tiempo. La ola tenía tal altura, que con el viento racheado duro, producía cortina de agua que me cubría la cabeza muchas veces. Resultado: un gran buche de agua salada me entró en la boca, una parte se fue para el estómago, y otra parte (supongo pequeña), para los pulmones. Imagínate, esto me provocó una angustiosa tos, que hizo que expulsara agua, y al mismo tiempo, con grandes esfuerzos nadaba hacia arriba, como queriendo salir del mar, para conseguir que no me entrara más agua. Por fin,... me regulé.

Me digo: "sólo respiración consciente, dirigida, por la nariz, lenta. “Así no te puede entrar más agua".
Luego miro la distancia a la costa y me digo que a nado es imposible. Si es que ahí ¡no se podía nadar!
Bueno, la idea es resistir, por muy mal y cabreada que estuviera la mar.
Pienso en la temperatura del agua, y me digo "son 19 grados, así mi cuerpo, puede aguantar tiempo" “¿cuánto? ¿4, 5, 7, 8,... tal vez 12 horas? Sí, ¿por qué no? Soy fuerte y estoy sano”.

Y me dispongo a vivir. Tengo un cuerpo fuerte y sano, y un paquete de estrategias mentales importantes, y alguna ayuda recibiré. Aunque realmente no pensara en que pudiera ser ayuda exterior; tenía la necesidad muy profunda de desecharlo. ¿Por qué? Porque en las crisis, los más débiles sucumben; porque siempre esperan la ayuda exterior, y no ponen suficiente energía y esfuerzo, para salir aunque nadie venga en ayuda.

Estudio la marea como puede estar. Estaba empezando a subir, y me acordaba del viejo vecino pescador de Barbate, que decía que “cuando la marea crece, el mar chico llena al grande”; luego las corrientes de marea van en dirección al cabo de Trafalgar, seguramente me irían pegando a costa. De nuevo revisaba la temperatura y los tiempos que un cuerpo aguantaría sin que empezaran los paralizantes y dolorosos calambres en las piernas.

Imaginaba que mi cuerpo flotaba más y mejor y adoptaba la posición corporal de una rana en un estanque, empleando mis extremidades de la misma forma, y la cabeza bien alta, hacia arriba, muy atenta. Me quedé parado en esa postura, como ellas hacen, pero al no sentir casi de forma inmediata mis piernas y brazos me asusté y corregí, realizando suaves movimientos en piernas y brazos, casi sin perder la nueva cualidad de rana que poseía.
Contaba las veces que hacía esos movimientos en periodos de cinco minutos. Igualmente atento a mi respiración, vigilando que fuera profunda, y todo el aire por la nariz.

Sentía frío en mis piernas y brazos desnudos, solo una camiseta, un bañador y unos mocasines.
Llegó un momento en que el miedo se apoderó de mí, de nuevo, como a la hora de estar en la mar agitada. Me digo, “Esto es para nada, nadie viene”. El cansancio, el frío y la desesperanza pueden conmigo. Justo ahí, como si fuera un milagro, de mi cerebro siento “gotear” una poderosa droga (adrenalina, serotonina,...), es muy fuerte el impacto sobre todo mi sistema arterial, venoso, y muscular. Ya no tengo frío, ni miedo, ni cansancio,... y decido seguir como “si no pasara nada”.

Al rato, llega un helicóptero, que rastrea la zona; muy lejos, veo movimientos en la carretera, paralela a la playa, me digo que será la guardia civil, socorristas, sanitarios,... Yo sigo, imperturbable, y me recuerdo con humor alguna vez, diciendo “croac”.

Ahora, a la media hora, de nuevo me aparece el frío, el cansancio, el pánico,... y otras maravillosas “gotas” se sueltan en mi torrente sanguíneo, y me recupero igual.

Aproximadamente a las dos horas, también viene un barco grande de salvamento marítimo, de color rojo butano, tan llamativo, y yo allí en medio, sin que nadie me pueda ver, ni encontrar; el helicóptero pasa por encima de mi cabeza varias veces, pero el oleaje combinado con el viento racheado, no le permiten verme; yo tampoco tengo ni aro, ni chaleco salvavidas, ni un silbato, ni una luz, que si serían llamativos, solo mi “cabecita” asomando.

No importaba. Yo a lo mío. Tenía una ayuda interior que no me esperaba, “las gotitas milagrosas”. Y seguía flotando y dejándome llevar.

Pensaba, que era posible. Cada vez tenía más fe en ello. Esperaba que estaría ya en tierra, y me acogerían, y que si no, tendría que salir del agua, continuar en movimiento, sin desfallecer hasta encontrar a alguien. Bueno, me pondría de pie, en medio de una de las carreteras, y no me movería.

Y así con un control consciente de todo lo que pasaba en mi cuerpo, podría aguantar.

Ya son aproximadamente las 21.00, dentro de media hora, poco más casi no habrá luz, y supongo que abandonaran la búsqueda. Efectivamente, poco después, el barco grande, que llevaba helipuerto para el helicóptero, ya abandona la búsqueda,... y comienza sus maniobras para volver.

Veo que se acerca a mí, es como si una intuición profunda inspirara al capitán; llego incluso a divisar arriba en el puente de exterior a una persona, que rastrea con la mirada, pienso, “el horizonte tremendamente enturbiado por el oleaje”.

Me digo, “que poca oportunidad tendré así”. De repente pienso, que tal vez mi sonido, le podría llegar; llevo unas tres horas y media en el agua; “tengo fuerzas aún, y muchas”, me digo,... y sin dudarlo empiezo a gritar, pero no entrecortadamente, sino un grito tan largo y sonoro, que me retumba muchas veces en mis oídos, hasta que me quedé sin aire.

¡Otro milagro!, el sonido ha llegado, le veo girarse y apuntar hasta donde ha escuchado el grito. Todo ya es muy rápido. Me digo: “seguro, seguro seré rescatado, no tendré que pasar por lo que me quedaba aún”. En 3-4 minutos, hay una lancha neumática, rápida, con grandes motores y tres personas fuertes, acostumbradas, geniales. Me cogen por los brazos y me sube arriba.

Casi no puedo moverme ahora. Llegamos al barco grande, y me consultan si puedo subir por la escalera de peldaños asidos al casco. Le digo que sí.

Ya pasó todo; ahora a la sala de calor, leche, coñac, cariños, ropa caliente; media hora más y rumbo a Algeciras, me llevan al puente de mando y el capitán me dice “ha tenido mucha suerte, ya abandonábamos la búsqueda, en este tipo de naufragio, la posibilidad es una entre un millón”. Luego la familia, me espera en Algeciras,.... y mantengo un estado de euforia, y excitación que no me abandona durante horas. Estuve diez días de recuperación debido al desgaste que causó en mis tejidos las “gotitas milagrosas”.



Para mi amigo Juan de José Manuel, ya que fué su experiencia.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Micro relatos II
V. XXII Congreso de Sordo- Mudos
En la clausura del acto, la Banda de Música fue muy aplaudida.

VI. Emancipación.
-Bueno, papá y mamá. Me marcho.
- Creo que llega un momento en la vida de un hombre, que debe
Independizarse y vivir su vida.
- Me coges desprevenido, hijo. ¿Te vas a vivir con Marta?
- No. Sus padres no la dejan hasta que no estemos casados.
- ¿Entonces?
- ¡Papá! Solo. Independiente.
- Como quieras, hijo. Solamente la última pregunta. ¿Por qué has esperado a que te prejubilen en el Banco?
VII. Inauguración.
Fue el primer enfermo en llegar al nuevo Hospital. Los celadores al verlo empezaron a abrazarlo y darle la enhorabuena, y luego igual los administrativos, las enfermeras y los médicos.
La señora del Gerente le dio un gran ramo de flores con los colores autonómicos. El Director Médico le tendió una placa, pero no llegó a cogerla: Cayó al suelo fulminado por un infarto.
Se había sentido mal y había ido al cercano hospital.
Lógicamente este enfermo no se incluyó en las estadísticas del Centro, pues no formalizó el ingreso.
R.I.P.

lunes, 15 de febrero de 2010

Por qué se escribe

Si quisiera acordarme dentro de un día o de un año de lo que me ocurre hoy, o se me ocurre o veo a mi alrededor, o pienso, creo o me comentan, o lo que escucho o hablo ¿Cómo lo recordaría?
Lo pondría por escrito, aunque ya sé que hay otras formas más actuales de hacerlo: Grabadoras, videos, fotografía etc.
Y ya puestos a contarlo, quisiera que me supiera bien. O sea que tuviera estilo, fuerza, gracia, frescura, incluso me gustaría que tuviera credibilidad y sabiduría.
Pero no me digas aún nada: ya sé que no soy Cervantes ni Azorín ni Cortázar, pero quiero que lo que escribo suene tan bien, como La Filarmónica de Berlín tocando la Sexta Sinfonía de Beethoven. Yo lo intento con todas mis fuerzas cada día.
Y como hacerlo bien sin que se note. Hacerlo con la naturalidad con que el sol se baña en un atardecer del Mediterráneo. Sin espavientos ni tambores.
Pero luego pasa que no siempre escritor y lector ven las cosas de la misma manera, ninguno de los dos se pone en las neuronas del otro; es decir que no somos objetivos.
En mi caso me pongo a escribir lo que se me ocurre sobre el tema que sea, por muy bárbaro o retorcido que parezca, para después empezar a tachar, a desplazar párrafos enteros a otra parte de lo escrito, me invento frases o palabras que intento encajar en sitios que no me dicen nada. Creo algo que nada o poco tenía con lo que inicialmente quería escribir.
Al final tú lo lees y ya ves; bien pobre. Pero déjame seguir intentando esto que es importante para mí, aunque me digas que no te gusta, que está mal redactado, que tiene mucha hojarasca.


Déjalo. Si te regalo algo no creas que el envoltorio es el mensaje; busca el contenido y sonríe aunque no te guste o ya tengas dos de lo mismo. Para eso eres mi amigo.
Decía un escritor del que no recuerdo el nombre, que “La frase más corta es la más bella” y a mí se me ocurre que la mejor palabra es la que imagino y no la escribo.
Solo la muerte acaba con la palabra. Solo el silencio oculta el significado de lo dicho. No lo digas ni lo pienses. ¡Quédate callado! La más hermosa de las palabras nunca se dice.
Incluso me atrevería a decir que las palabras, cada una de ellas tiene su música y su sitio en lo escrito, de forma que constituyen una partitura y que del escritor depende que suene bien.
Por todo ello te pido, amigo, que me leas con cariño y que me riñas con benevolencia. Así como la crisálida sale de un capullo, sale la belleza y el corazón de una palabra.
Gracias lector amigo.

José Manuel Sánchez de Ibargüen R.
Febrero 2010-02-02

sábado, 13 de febrero de 2010

MALTRATO

Prometí que no lo contaría, ya que fui Director del Reformatorio de Menores en Córdoba, pero tengo que decírselo a alguien.
Se llamaba Manuel y nació en Sevilla hacia la mitad del pasado siglo. Su padre D. Álvaro y su madre Dña. Rosario tenían cuatro hijos, Manuel era el tercero. Familia de dinero, pero las juergas, vicios y malos negocios de D. Álvaro, lo llevaron a la ruina.
Cuando ya no tenía nada con que sacar adelante a su familia, solo acreedores, montó una pequeña cafetería que llevaban entre sus dos hijas y el. Los pequeños, Manuel doce años y Daniel once, echaban una mano en lo que más que poder, se les exigía.
Cada mañana Dña. Rosario levantaba a los pequeños a las siete y media de la mañana, pues a las ocho se iban con D. Álvaro a misa de ocho, y después se desayunaban pan con manteca, y los domingos churros.
Su trabajo en la cafetería iba desde rellenar las neveras con los refrescos, llenar bolsas de celofán con caramelos o bombones y en verano preparar los enfriadores para los helados, ya que aún no eran eléctricos y había que prepararlos a base de hielo picado y sal.
A las nueve y media se iban al colegio cercano. Manuel era un estudiante regular y su hermano peor, pero era a Manuel al que siempre se le exigía más. Esta exigencia empezó a desmotivar al niño, y ya no solo fallaba en los estudios, sino que en el trabajo de la cafetería hacía pequeñas “putadas” para vengarse de los guantazos y castigos con que su padre lo prodigaba.
Llegó un momento en que Manuel protestaba y respondía a todo, en algunos casos solo por joder.
Un nefasto día del mes de Julio estando Manuel picando hielo, le afeó a su padre que cogiera helado usando los dedos. ¿”No te dá vergüenza el ejemplo que nos dás”?
La respuesta no se hizo esperar, y llegó en forma de puñetazo a la cara de Manuel.
Pasados algunos minutos, este se levantó, cogió el pincho del hielo con la mano derecha y con la izquierda cogió a su padre por el cuello y clavando el pincho a pocos centímetros de su cara le dijo. “Si me vuelves a tocar te mato”.
“Fuera de mi vista asesino”, le dijo al niño.
Manuel se fue al colegio muy nervioso. Su padre mientras tanto había hablado con su amigo Felipe, inspector de policía, y a la salida del colegio, un policía le puso unas esposas a Manuel y se lo llevó. Tenía catorce años.
Yo sé todo lo que pasó en el Reformatorio al que fue conducido Manuel después de que el juez y el fiscal lo acusaran de intento de asesinato.
Manuel acabó los estudios de bachillerato superior con muy buenas notas. También creó con veinte libros una incipiente biblioteca en el Centro.
Estaba a punto de cumplir diecisiete años, cuando un día lo llamé al Despacho de Dirección.
“Manuel, su padre ha muerto. ¿Quiere usted asistir al entierro?”
“No. Que se joda. A mí me mató hace años”.
Al poco tiempo de aquello lo llamé de nuevo al despacho:
”Manuel el jueves es usted libre de irse donde quiera. Su condena ha cumplido”.
“¿Y dónde voy señor?”
“Le quedan su madre y sus hermanos. Si usted les escribiera pidiendo perdón, seguro que podría volver a su casa”.
“¿Perdón por qué? ¿Por su olvido? ¿Por su orgullo? ¿Mi madre…? Ella murió con mi padre. Jamás recibí de ella ni un gesto de cariño”.
“Venían a verle y usted jamás consintió una entrevista. Le escribía su hermano pequeño y nunca abrió una carta”.
“Me mataron en vida. Tenía catorce años y me lo arrancaron todo. Yo era solo un niño rebelde y me trataron como a un delincuente. ¿Se imagina? ¿Tiene usted hijos? Tráigalos aquí. ¿Lo haría?”
Después de una larga pausa en la que el Director miraba hacia el patio del Reformatorio, se volvió y le dijo:
“Venga a comer y dormir aquí hasta que encuentre algo. En la oficina le darán el dinero que hay en su cuenta”.
Cuando salió de aquel sitio, no entendía nada. La gente lo miraba, ya que su ropa no se parecía en nada a la que veía.
Se metió en unos Grandes Almacenes y le dijo a un dependiente:
“Vístame Entero. Este es el dinero que tengo”.
Se llevó mucho tiempo deambulando por la ciudad pidiendo trabajo. Al final lo consiguió en un restaurante de la zona del Diamante. Trabajaba de “sol a sol”, por muy poco dinero, pero podía quedarse a dormir en el almacén. Poco después le dijeron que en Alemania se ganaba mucho y se podía ahorrar.
Sacó su pasaporte y con un hatillo de ropa y veinte duros se fue a Múnich.
El ambiente era horroroso. Sin hablar el idioma y sin trabajo. Pero empezó a trabajar de pintor y luego de albañil y ya no paró. En un año ahorró buenas pesetillas.
Cuando volvió a España, le concedieron una beca y empezó a estudiar Derecho. Sobrevivía gracias a las traducciones del alemán y a sus ahorros. Acabó derecho, conoció a Rocío y se casaron.
Rocío tenía una empresa de traductores y entre los dos se mantenían. Al año y medio tuvieron a su hijo Tomás.
Mientras tanto Manuel, estaba obsesionado en sacar las oposiciones a juez. Seguía trabajando en todo lo que le salía, pero ya podía escoger.
Ganó las oposiciones y pidió un juzgado de menores. Quería demostrar, ¿A quién? Que las cosas se podían hacer de otra manera.
Era un juez de referencia en toda Europa cuando se trataba de hablar de menores.
Un día, al volver a casa, se encontró con que a su hijo adolescente de dieciséis años un amigo le hacía una felación.
Cogió a su hijo por los pelos y lo estrelló contra la pared. El amigo salió corriendo.
Manuel se fue a su despacho y se sentó en su butaca con la mente totalmente obnubilada y estaba preguntándose qué pasaba, cuando su hijo le puso una navaja en el cuello y le dijo:
“Si me vuelves a tocar te mato”.

J.M. Sánchez de Ibargüen R.
19 de Mayo del 2009

EL ATENTADO

Las olas espumosas de nubes, van llenándolo todo de rojo del crepúsculo y salpicándose de estrellas.
No sé donde estoy ¿Quizás muerto? ¿Soñando? No sé, pero ahora mismo me estoy viendo en una cama de hospital rodeado de batas blancas con caras de preocupación. Realmente tengo muy mal color y muchos tubos y monitores.
En otra sala veo a mi mujer, a mis hijos, a mi yerno y a un par de amigos del Partido.
Se puede vivir fuera de ti, de tu vida, de… ¿La nada?
Lo último que recuerdo es la carrera hacia el coche del presidente, tirarme al suelo sobre él y la detonación. ¿Quizás muerto? No me veo el cuerpo, pero estoy viéndolo todo desde algún lugar .
Mi mujer llora desconsoladamente. ¿Le ha compensado quererme con tanta entrega? ¿Tanto le he dado? Más bien no.
Nos conocíamos de la Facultad, pero no empezamos a salir hasta que coincidimos en varias reuniones del Partido. Cuando poco después me dieron mayores responsabilidades y tuve que mudarme de ciudad, renunció a su puesto y nos vinimos a vivir juntos. Ya mi amigo Manolo Ruiz le avisó y me dijo que perdíamos por mi culpa a una gestora de primera fila. El nos casó y luego vinieron Alberto y Luna.
¿Quizás muerto? Me causa miedo la ausencia, el olvido, o lo que es peor, que cualquiera te haga “su” juicio.
Viajes, reuniones, hoteles, viajes, reuniones, hoteles, etc., etc.…
Madrid, Barcelona, Bruselas, Roma, Estambul y otra vez Madrid. Nunca tuvimos casa propia. Siempre alquiler.
Mi familia por culpa de los viajes y el trabajo se convirtió en un matriarcado. Me perdí cuando los niños empezaron a hablar, andar y pedir pipí. ¿Mereció la pena? ¿Podría arreglar algo desde aquí?
Si en la realidad estoy muerto solo quedará el recuerdo de la persona y de lo hecho mal o bien. Creo que morimos de verdad cuando ya nadie nos recuerda. No quiero esa ausencia. No me gustaría morirme del todo. Estoy bien así lo veo todo y no tengo ningún sufrimiento.
Mi hija habla muy bajito a mi yerno que suelta lágrimas como puños. ¿Mi yerno? Pues no lo sé. Mi hija, que se fue de casa con veinte años, me lo presentó un día en el cumpleaños de su madre y ya siempre que veía a uno, el otro estaba a su lado.
Entre los dos montaron Fernaluna, mini empresa dedicada a la asesoría jurídica y fiscal. Fernando abogado, mi hija economista. Siempre me han querido devolver un dinerillo que les presté para la empresa. Yo les dije que lo consideraran Regalo de Bodas. Ellos se miraron y rieron a carcajadas. No sé. Por llevarme la contraria son capaces de haberse casado por la Iglesia.
¿Quizás muerto? Quiero salir de la duda. Ya no me veo en la cama del Hospital.
Sentado un poco retirado de los demás está mi hijo Alberto, leyendo la prensa del día. Nunca se llevó bien ni con su hermana ni conmigo. Quizás me faltó tener con él alguna larga conversación para conocernos. ¡Somos tan diferentes! Creo que lleva los mismos vaqueros traídos de EEUU y que le regalé cuando cumplió dieciocho años. No sé en qué trabaja ahora, ni si acabó Biológicas. Tenía un Vivero pero se cansó de él y lo traspasó hace dos años.
Me arrepiento de no haberme preocupado más de él, pero nunca me dejó un resquicio por donde entrarle.
No me gustaría morirme sin saber si me publican mi libro. Toda mi vida escribiendo para los demás y mi Novela no sale.
Se me van llenando los ojos de azul y se van borrando los recuerdos. ¿Quizás muerto?
Se me va yendo la vida como el humo de una hoguera en invierno.
Morirse con luna menguante, hace el más allá placentero.
Si aún nublándose el cielo,
Yo las palomas veía
Por qué no te retenía
En mi mirada de anhelo
Cuando yo ya me moría.

DEL PERIÓDICO “EL PAIS” DE FECHA 19 DE SEPTIEMBRE DEL 2009
En la tarde de ayer, murió en el Hospital Gregorio Marañón, el jefe del principal partido de la oposición. Como recordarán fue herido muy grave al interponerse entre el Presidente y el francotirador de ETA que disparaba a este desde un edificio cercano. Tenía cincuenta y siete años y una larga lista de servicios a su país y a su partido. La generosidad de este gran ser humano, es un ejemplo para toda la clase política siempre tan crispada.
El Jefe del Estado ha decretado tres días de luto nacional.
El entierro será estrictamente privado, por expreso deseo de la familia. Descanse en paz.



12 de mayo de 2009

J.M. Sánchez de Ibargüen R.

martes, 9 de febrero de 2010

Micro Relatos

Queridos amigos: Os voy a ir poniendo cosillas qué escribo.
Saludos

Micro Relatos

Y I Aniversario de Boda del Hombre Invisible Sra..
-No entiendo que no tengamos ninguna foto.
II. Soledad
¿Dónde estás Soledad?
Nadie contesta. Estoy solo.
III. Regalo de cumpleaños al abuelo.
"Mis memorias" "
Dr.. Alzheimer.
IV. Despertar.
Me levanto y con los pies busco las zapatillas. No enciendo la luz. Toco la mesa de noche y la cómoda. Me oriento. Recorro el pasillo hasta el cuarto de baño. Hago mis necesidades. Vuelvo hacia mi cuarto y de detrás de la puerta, cojo mi bata y me la pongo. Sigo a oscuras.
Empiezo a bajar las escaleras agarrado al pasamano. Uno, dos, tres, cuatro y cinco. Medio descansillo, otro medio, un escalón y otros dos medios descansillos y cinco escalones más. Ya estoy abajo. Preparo un café y me tomo las medicinas. Me voy a mi despacho, me siento. Al poner mi mano en la mesa, rozo mis dedos con mi libro y mis gafas de leer. Ya no aguanto más y las lágrimas me rompen por la cara. Es mi último libro, que no acabé de leer.
Desde hace un mes soy ciego.

lunes, 8 de febrero de 2010

En el día de hoy

Eran las nueve de la noche y estábamos todos en casa. Era el momento de reunirnos y hablar. Mamá ya sabía de que iba, pero los demás no. Apagué la televisión y todos se me quedaron mirando. ¿Qué pasa? Dijo Javier. Diez años, el pequeño. "Llama a tu hermana, por favor". Salió corriendo con cara de susto. "Carmen, Carmen, papá te llama, rápida".
Ya estábamos. Las caras eran entre la curosidad y el miedo. Mamá demostraba tranquilidad. Por cosas peores habiamos pasado.
"En el día de hoy, todos estamos en paro. Solo tenemos 847 € para todos.Nos hemos reunido para ver como administramos ".
El abuelo dijo. "Y mi paga,¿Que?". "Tu paga se me ha ocurrido que sea para pagar el alquiler".
Todos callaban. Carmen se fué a su cuarto y vino con una caja donde había 70 €. "Para lo que haga falta". "Quiero que penseis la distribución del dinero", dije.
"Papá, dijo Javier"."¿Por qué no le preguntas a los políticos como hacen ellos para tener y tirar lo que nos falta a nosotros?"."¿De los 847 € cuanto se llevan?". Estoy esperando la respuesta.
Si ellos tiran lo que a mi me falta ¿Para que los queremos?
Nunca más me engañaran. Nunca votaré a ninguno.

domingo, 7 de febrero de 2010

Hola a tod@s: Estoy empezando en esta aventura y hasta que no lo perfeccione un poco no os lo voy a mandar. Quiero escribir sobre temas de actualidad y os iré poniendo cosas de producción propia. Espero no aburrir.
¡Ah¡ Se aceptan todo tipo de críticas y comentarios.
Un abrazo a to@s.
José Manuel