jueves, 30 de julio de 2015

Aventura en el bosque

Hacía mucho tiempo, que sus padres le habían prometido a Olivia y Santi una acampada en el bosque durante tres días del fin de semana, y llegó un día no esperado que escucharon la deseada frase: “Vamos a prepararlo todo para irnos de acampada”.
El padre se encargó de la tienda, los sacos de dormir, las cañas de pesca, y un largo etcétera que conllevaba el evento.
La madre la comida, la ropa de abrigo y todas esas cosas que aunque parecen inútiles, siempre sirven.
                                                                   


Los niños aunque aún pequeños, Olivia seis y Santi tres añitos, también prepararon sus pequeñas mochilas donde aparte de agua, galletas, y algún bocata, guardaron todo lo que ellos quisieron, y aunque mamá al final dejó algunas cosas, la niña guardó su tesoro, que no era otro que su muñeco favorito Pinto, y su espejo “de la suerte”, un recuerdo familiar con marco y mango de plata que le regaló la abuela Pili, y que nunca dejaba atrás cuando viajaba.
Muy temprano, casi aún de noche, y todos cargados hasta los topes, cogieron un tren que los dejaría cerca de donde papá había señalado en el mapa, que aunque dificultoso de llegar, creía un sitio ideal.
                                                                        


Una vez salieron de la estación del ferrocarril, tomaron un caminillo en cuesta que les conduciría al sitio, pero llevaban ya más de una hora que dejaron el carril, y andaban entre los abedules y choperas un poco perdidos, aunque el cabeza de familia decía que iban bien encaminados, hasta que después de otra hora, reconoció que se habían perdido, y lo malo era que el GPS del móvil no funcionaba, pues no había cobertura.
Después de otro rato desorientado, llegaron a un claro que parecía bueno para acampar, pues incluso pasaba un sinuoso río, que según papá reconoció en el plano, era un subafluente de un afluente del Guadiato.
Una vez hubieron descansado un rato reponiendo fuerzas, decidieron que era un buen sitio y empezaron a montar la tienda y prepararse para los días que iban a estar. Cuando tocara regresar ya se orientarían, pues brújula y mapa llevaban.
Una vez todo organizado, decidieron pescar algo en el río que les sirviera de cena, pues así eran las aventuras en la naturaleza, y encontraron que había muchas truchas en aquel riachuelo poco profundo, por lo que se conformaron con lo justo para el ágape.
Cuando llegó la noche, encendieron con precaución una pequeña hoguera, que les serviría para asar los peces y calentarse mientras miraban por el telescopio a las estrellas en aquel firmamento esplendoroso sin nubes ni contaminación.
                                                                     


Pasaron una magnífica noche protegidos por la cómoda tienda, y a la mañana siguiente se prepararon para hacer una excursión por el bosque y disfrutar de las maravillosas criaturas que albergaba.
Fueron siguiendo la corriente del río, aunque previendo la posibilidad de despiste, fueron señalando con unas tizas todo su itinerario.
El paraje era delicioso, pues aparte de la cantidad de aves que vieron entre los árboles, había profusión de conejos, ardillas, y hasta creyeron ver un lobo.
En eso estaban, cuando los niños ya con más confianza, decidieron ir un poco por libre, y salieron persiguiendo a una comadreja para ver donde tenía su guarida, pero cuando se quisieron dar cuenta, se encontraron en mitad del bosque sin sus padres.
Gritaron llamándolos, pero viendo que no acudían y nadie contestaba, siguieron andando perdiéndose más.
De pronto de entre la espesa arboleda, apareció una pequeña cabaña a la que decidieron dirigirse para preguntar y ver si alguien los orientaba.
Llamaron a la puerta, y lo primero que vieron al abrirse, fue un enorme perro de ojos grises, que fue al que confundieron con anterioridad con un lobo, y detrás apareció un hombre joven pero muy feo, que les invitó a entrar, ofreciéndoles agua y todo tipo de golosinas, que los niños no se atrevieron a tocar.
El interior de la vivienda del que se autonombró pastor, era un poco rara, pues aparte de muy desordenada y llena de bichos disecados, tenía un raro olor entre rancio y jarabe.
Les dijo que sabía dónde habían acampado, pues su perro le contaba todo lo que ocurría en el bosque, y que no tuvieran prisa por volver, que él los acercaría.
                                                                 
     


Pero en esa estaban, cuando Olivia notó que aquel extraño muchacho la miraba muy fijo, y que a la vez que hablaba en un extraño lenguaje, movía las palmas de las manos en círculo frente a ella y  su hermano, y sintió que le entraba sueño.
Como sabía por su abuelo Jose muchos cuentos de encantamientos, pensó que este era uno de ellos, por lo que sin pensárselo dos veces, sacó su espejo de la mochila y se lo puso a aquel raro hombre delante de sus ojos, y este dando un grito empezó a dar extraños saltos y a decir que era una rana, lo que aprovecharon Olivia y Santi para salir corriendo de allí perseguidos por el perro.
Llevaban un tiempo huyendo, y cuando no pudieron más se pararon a descansar, observando que el terrible perro había desaparecido, y al poco rato escucharon las voces de sus padres llamándolos, y al verlos los abrazaron sonriendo, pues habían estado muy asustados.
Contaron su aventura frente a la hoguera al llegar la noche, pero aunque sus padres los escucharon muy serios, en el fondo pensaban que eran las “fantasías infantiles”, y ese chorro de cuentos con que el abuelo les llenaba la cabeza, y además al ir al sitio donde presumiblemente estaba la choza, sólo había una gran charca pestilente.
El resto del tiempo se hizo inusualmente corto, pues se lo pasaron todos en grande, y ya se sabe que lo bueno dura poco, así que después de almorzar el domingo, empezaron a recogerlo todo y regresar.
El GPS empezó a funcionar de nuevo, así que pudieron llegar sin problemas al tren y regresar, con esa triste sensación que te deja en el cuerpo cuando acaban los buenos momentos.
Bueno, pues esta es la historia que me contó mi nieta para que la escribiera y yo así lo he dicho.
 Disfrutadla tanto como yo contándola.


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