martes, 7 de julio de 2015

El bichito

Iba la mar de a gusto en mi coche, fresquito después de las altas temperaturas que hacían hoy, escuchando música relajante pero pendiente de la conducción, cuando me tocó parar detrás de siete u ocho vehículos también quietos, pues una piara enorme de cabras cruzaban la carretera.
                                                                      


Si amigos; por donde vivo aún se ven animales y campos en siembra. Espero que tarden en fijarse los especuladores del suelo en este trozo de paraíso llamado  Aljarafe.
Bueno, pues el caso es que estando parado, vino a posarse en el cristal de mi ventanilla una cría de lepidóptero o como se llame esta especie que nosotros de pequeños los cazábamos con cañas y que le decíamos “zapateros”.
                                                                   


Me dije a mi mismo, que cuando arrancara el coche, se perdería de mi vista, pero para mi sorpresa seguía aferrado al cristal después incluso de aumentar la velocidad, y no quería abrir la ventana para forzarlo a volar, no fuese a ser que se me colara dentro.
Le pegué porracitos al cristal cada vez más fuertes, pero que va, allí seguía el bichejo que a estas alturas, ya me tenía nervioso, pues me estaba distrayendo más que el móvil cuando suena en estos trances viajeros, por lo que me desconcentró totalmente de la conducción.
Aceleraba y frenaba continuamente para ver si así me desprendía de mi molesto inquilino, con frecuentes pitadas del coche de detrás; pero no, ahí seguía el jodío agarrado con fuerza y aguantando el tipo.
                                                                    


Llegó un momento que sólo estaba pendiente del verde volador, y tenía que frenar continuamente por culpa de mi obsesión que en algún momento me puso en apurados trances.
Ya llegando a un largo ramal en línea recta con la entrada de mi pueblo, cogí toda la velocidad que pude, pero no se iba el animalito mientras yo seguía acelerando, de tal forma que al encender el coche que me precedía el intermitente para girar a la izquierda y parar, no me pude quedar con mi vehículo, por lo que le pegué un buen porrazo por su trasera, que nos dejó a ambos en lastimoso estado.
                                                                   


Mi distracción con el puto volador había causado el accidente, por lo que me bajé cagándome en todo, y entonces me di cuenta que el causante de aquello se había marchado.
¡El culpable del estropicio se había marchado riéndose seguro del gilipollas de mí!
Cómo explicar ahora el siniestro que había pasado al coche contrario y al seguro.
¡Puto día y puto bichito!


En Villanueva del Ariscal, a 7  de julio, “San Fermín”, del 2015



No hay comentarios:

Publicar un comentario