Llevaba ya casi un mes en
Madrid, y como cada mañana me fui a
comprar algunas cosas que hacían falta en casa, desayunar, y fumarme el primer
pitillo del día.
Estando en la puerta del
inmueble, observé que había en la acera donde se estacionaban los automóviles,
un gran cartel y una cinta roja anunciando que vendría un camión de mudanzas y
que ese sitio lo tenían reservado, por lo que si algún coche aparcaba ahí, lo
podría retirar la grúa municipal con la consabida sanción.
Encendía el proscrito
cilindrín, cuando un vehículo se estacionó en la zona anteriormente descrita, y
en un impulso de solidaridad, me acerqué al ocupante que en ese momento abría
el portamaletas sacando un gran maletín, y a la vez que le advertía sobre el
peligro de la multa, vi por el rabillo del ojo, un brazo, la frente y melena de
una mujer semioculta por una sucia manta.
No dije nada, pero aunque me
puse bastante nervioso, tuve tiempo de quedarme con la cara y vestimenta del
individuo, que me dio las gracias y dejó el coche a unos metros del lugar.
Empecé a dar paseos dudando
sin saber qué hacer, pues podría tratarse de un asesinato o un secuestro, por
lo que decidí dirigirme a un vehículo de la policía que había estacionado dos
calles más allá, esperé a que salieran del bar los agentes que seguramente
desayunaban, y les conté con pelos y señales todo lo visto, e indicándoles
donde estaba estacionado el “cuerpo del delito”.
Me indicaron que me
marchara, pero yo me quedé por las inmediaciones, y aunque bastante retirado
veía todo perfectamente. Al poco llegó otro coche oscuro del que bajaron lo que
entendí como dos trajeados inspectores, aguardando todos al dueño del maletero
y su contenido de una forma discreta.
Habría pasado una media hora
cuando llegó el dueño del coche, y antes que abriera la puerta fue abordado por
los policías, que después de lo que pareció un intercambio de palabras, se
dirigieron todos al portalón trasero para ver su contenido.
Yo me fui acercando al ver
que aquello quedaba en nada, y cuando se fue el individuo, me dirigí al policía
con quien había hablado anteriormente, que me dijo:
“Muchas gracias por su
colaboración, pero ha resultado que lo que llevaba el hombre en el maletero era
una muñeca hinchable que le habían regalado sus compañeros en el 10º
aniversario de su boda. Mejor así.”
Pues vaya corte, pero como
dijo el policía, “mejor así”.
En Madrid, a 29 de junio del
2015
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