Como cada verano los nietos
venían con los abuelos, contentos por los amigos y los baños en la piscina, por
las comidas de la abuela y por esa libertad que aquí tenían.
Después de hacer los deberes
que su madre les ponía para no oxidar lo aprendido, crema solar, bañadores, piscina
y juegos con los amigos.
Iban con la abuela, mientras
el abuelo se encargaba de la intendencia y preparación del almuerzo, aunque ese
día se complicaron las cosas, pues eran las doce cuando el hombre recibió un
mensaje que decía; “Los niños han
invitado a sus amigos a comer con ellos. Serán en total diez o doce. A ver cómo
lo arreglas”.
“Cosas del verano” se dijo,
y empezó a pensar qué les prepararía de camino al supermercado, y a la una ya
tenía todo pensado y comprado, por lo que se metió en la cocina.
Haría una crema-sopa fría típica
de los pueblos del Aljarafe sevillano: una cebolla, 4 puerros, cuatro patatas
medianas, dos o tres cucharadas de margarina, tres vasos de leche, 250 ml. de nata,
cuatro vasos de agua, sal y una pastilla de concentrado de pollo.
Puso la mantequilla en la
cazuela hasta que estuvo derretida, añadió la cebolla cortada, y pasado dos
minutos añadió los puerros (sólo la parte blanca) troceados, y mientras se
rehogaban, partió las patatas el láminas y las añadió a lo anterior más el agua, y cuando esto empezó a hervir, le
añadió la pastilla de caldo desmenuzada.
Pasados unos cuarenta
minutos todo estaba tierno, por lo que lo retiró del fuego, y una vez templado le
pasó la minipimer para hacerlo un puré clarito. Añadió entonces la leche y
volvió a pasarlo todo.
Una vez templada la sopa, le
añadió la nata y lo puso en un cuenco en la nevera. Ya estaba el primer plato.
Para después, hizo unos
huevos rellenos de atún cubiertos unos de mayonesa y otros de tomate frito, y
de postre sandía para todos.
A la sopa fría le añadió
unos picatostes y si, triunfó con los niños, que al final fueron catorce
atendidos por los “todoterreno” abuela-abuelo.
Todo aquello no llegó a los
quince euros, sin contar el trabajo, el cariño y las risas.
¡Qué bello es hacer felices
a los pequeños!
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