martes, 15 de noviembre de 2016

Machacona publicidad

Cuando pequeño, eran tan pocos los anuncios radiofónicos o televisivos, que hasta nos los sabíamos de memoria, pasándonos el día canturreando las pegadizas cantinelas, con lo cual la comparación con el bombardeo actual es pura anécdota.
                                                                    


Soy poco aficionado a la televisión, aunque últimamente llevo enganchado un tiempo a alguna serie policiaca, pero se me acaban de quitar las ganas de seguirlas, pues cada vez soporto peor la catarata publicitaria a la que nos someten si queremos ver algún capitulo.
                                                                  


Y ya no se trata de que sea hora de “máxima audiencia”, sino que para cada hora te seleccionan los anuncios en función del tipo de personal que en ese momento está pendiente de “la caja hipnótica” o de la “charlatana radio”, así que si son por caso las ocho de la mañana y en estas fechas, la visión insoportable se centrará en juguetes, colonias o productos de niños y de padres  camino al trabajo; si son las doce o la una, nos hincharán a spots de detergentes, de comida rápida y de medicamentos para adelgazar o pastillas para el dolor de cabeza o el resfriado.
                                                                      


Mención aparte merecen las horas de publicidad a partir de las dos de la tarde. Es ya aquí en esta franja horaria donde los reclamos publicitarios llegan a 10, 15 y hasta a veinte minutos, y es curioso como hay veces, que acaba de reanudarse la serie, cuando te vuelven a cortar el hilo para que te tragues otros diez minutos de seguros, bancos, préstamos a intereses engañosos, y hasta lavavajillas capaces de lavar los platos de un colegio con una gota.
                                                                    


Mención aparte se la lleva internet; pues da igual que entres en tu correo, hacer alguna consulta a hacienda, que quieras ver alguna noticia, o que te informes de tu cuenta bancaria o busques el precio de una secadora. Hasta que llegues a lo que te interesa, tendrás que haber saltado por encima de tropecientos mil anuncios.
                                                                    


Tiene que ser cierto que es la única forma de que consumamos más, pero el dinero, y más en estos tiempos de penurias económicas, no lo echan los árboles y las plantas por más que las reguemos.
                                                                      


Pero esto a lo que me refiero sólo es en los grandes medios de comunicación, ya que si hablamos de los buzones particulares (buzoneo lo llaman), de las ofertas de Grandes Superficies o del supermercado de la esquina, también nos agobian con efectos acumulativamente perniciosos.
                                                                       
 
Señores Publicitarios: El dinero que ingreso al mes siempre es el mismo, y que aunque en la actualidad esté rodeado de súpers y de atrayentes comercios, no compro más. Sólo, a lo mejor, pues ahora tengo tiempo, diversifico más mis pocas compras.                                                                    

¡Ah! Y no engañen poniendo en letritas minúsculas lo que verdaderamente interesa. Sean por lo menos un poco éticos, ya que el que más y el que menos tiene su culturilla.

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