Zaida y Husayn habían venido de lo más profundo del
desierto de Libia, de un pueblecito llamado Al-Krim, solo arena, arenas, hambre a todas horas,
y…arenas, huyendo de las hambrunas de la guerra y se habían instalado con lo
poco que traían 347,50 €, en una casita
pequeña de una planta y azotea en Torreblanca, muy cerca de Sevilla, donde
ambos trabajaban en lo que salía que en estos tiempos de penurias era poco,
pero con la ayuda de la gente humilde de alrededor, las más solidarias siempre,
iban tirando, pues además de alegres y
confiados eran personas siempre dispuestas a ayudar a los vecinos en lo que
fuera.
Tenían un diminuto jardín donde Zaida había plantado
geranios, clavellinas, petunias y cualquier maceta que encontraba o le regalaban.
Un día observó que su vecina tenía un
hijo un poco retrasado y cuando ella regaba se la quedaba mirando escondido en
la tapia que hacía de medianera, donde había hecho un agujero para observar a
Zaida y se masturbaba a través del bolsillo del chándal contemplándola oculto y
jadeando.
Una mañana Zaida, estando tendiendo ropa en la
azotea, vio un pájaro negro muerto a sus
pies que identificó como una mirla. Se quedó paralizada por el miedo, ya que en
su país era señal de que se avecinaba alguna desgracia y como era tremendamente
supersticiosa, salió corriendo de su casa en busca de una gitana del vecindario
que tenía fama de bruja y adivina.
Con mucho misterio y después de toda una puesta en
escena de calaveras y búhos disecados, la gitana Trona le dijo que alguien del
vecindario quería perjudicarla y que si sospechaba de alguien. Entonces le
contó lo del subnormal que la espiaba y se masturbaba.
Como remedio, tenía que mezclar la sangre de dos
gallinas con sus plumas y unos polvos que le entregó, derramarlas sobre la
cabeza del enemigo y que esperara sin salir de la casa dos días, para que el
sortilegio surtiera efecto.
Al día siguiente lo preparó todo en un cubo y lo
mezcló, poniéndolo al lado de la pared por donde era observada.
Comenzó a regar sus plantas como cada día y al
percatarse de que la estaban mirando, se subió a un taburete que tenía
preparado junto a la tapia y derramó todo el contenido del cubo sobre el mirón
que salió de su escondite dando gritos cuando se vio correr la sangre con las
plumas por su cara.
¡La que se armó en el vecindario! Todos gritando sin
explicarse que le había pasado al chaval. Al fin alguien llamó a “emergencias
sanitarias”, mientras su desolada madre lo limpiaba e intentaba ver de dónde
manaba la sangre.
El Momo, que así le llamaban solo decía:
-Estaba midando a mi amó, tuando se me abrió la
tabeza y chodeó sandre po todas pactes y yo sólo quedía gustito”.
Ni que decir tiene que nadie comprendió al tonto,
por lo que una vez que los sanitarios vieron que no había heridas, se marcharon
casi riéndose por el extraño incidente.
Zaida salió después de dos días de su casa como si
tal cosa, sorprendiéndose de los acontecimientos acaecidos a la pequeña
comunidad y pretextando que había estado enferma.
Después de aquello ya no hubo más mirones por la tapia
de la guapa Zaida, ni más lluvia de sangre en la cabeza del Momo.
Jejeje el gustito le abrió la cabeza...
ResponderEliminarUn besote cielo